Por Gregorio Salazar
Esa práctica ha sido
una de las violaciones más graves y grotescas a la Constitución y a la
legislación electoral, una burla cínica en grado superlativo a la población y
frente a la cual anteriores directivas del Consejo Nacional Electoral (CNE) y
otras instituciones guardaron cómplice y borreguil silencio.
En las últimas
elecciones no le importó a Maduro haberse hecho con todas menos cuatro
gobernaciones —unas por las buenas y otras por las malas— para, de igual
manera, colocar a los nefastos e incapaces «protectores» que, en algunos casos,
llegaron a ser los mismos sujetos revolcados en los comicios. Son nulos, a
pesar de que son ellos los que reciben los recursos económicos que deberían
entregarse a los legítimos gobernadores. La AN del 2015 también tuvo así su
«protectora» en la tristemente célebre constituyente disuelta sin cumplir
objetivos ni dar explicaciones.
Se pierde, pero se
arrebata. Es la conducta necesaria para seguir propalando el mensaje de que la
«revolución» es infalible, invencible y, por ende, continúa invicta. A
contrapelo, claro, de las decisiones del «soberano», otrora tan ponderado por
Chávez antes de terminar de quitarse la careta para dejar ver sin afeites su
rostro de autócrata.
Pero no estoy diciendo
todo esto para desencantar a quienes acertadamente ya tomaron la decisión de
votar en las próximas elecciones regionales o están meditando seriamente sobre
la posibilidad de hacerlo. Todo lo contrario, el anuncio de Maduro de
considerar mantenerse en los despojos electorales no es necesariamente una mala
noticia.
Si Maduro ha leído las recientes encuestas, sean las suyas o las de otros, ya debe estar plenamente enterado de que, desde antes de instalarse los diálogos en México, era mayoritaria y sobre todo creciente la mayoría de la población —que condena su gestión en casi 90%— a participar en las venideras elecciones del 21 de noviembre. El pánico invade Miraflores.
Una mayoría creciente
está convencida de que combatir al chavismo en todos los tableros, sin
regalarle el frente interno, es una siembra que terminará fructificando con el
desalojo del poder de la dictadura. Eso implica construir políticas,
impulsar la participación y comenzar a organizarse desde ya para otras
mediciones electorales, dígase referéndum revocatorio o elecciones
presidenciales.
Por supuesto, eso no
bastará si el grueso de la oposición no actúa de manera unida, coherente y con
diligencia para convertirse en una verdadera opción electoral que comience a
reorganizar sus fuerzas para un eventual referéndum o en las propias
presidenciales. De lo contrario cualquier meta se tornará demasiado cuesta
arriba.
La duda expresada por
Maduro, sobre si volverá o no a designar a sus «protectores», es una conducta
insólita e inaudita. ¿Cómo osa hacer una afirmación de ese tipo y,
simultáneamente, discutir en una mesa de diálogo (¡asistida por gobiernos
extranjeros!) sobre dar derechos y garantías políticas para todos, respeto al
Estado constitucional de derecho y convivencia política y social? Ni un ápice
de escrúpulos.
Maduro camina sobre el
filo de la navaja: abrir una hendija política a los opositores para que, a
cambio, actores foráneos le abran los ventanales que le den supervivencia
económica y permanencia en el poder.
Un juego maquiavélico,
un frágil equilibrio que puede ser roto con la organización y la participación
popular, tomando las elecciones regionales no como un hecho puntual y aislado
sino como un proceso que se está echando a andar de manera decidida y vigorosa,
desde ahora mismo hasta convertirlo en un in crescendo indetenible e
invencible.
Gregorio Salazar es
periodista. Exsecretario general del SNTP.
29-08-21
https://talcualdigital.com/maduro-duda-luego-teme-por-gregorio-salazar/
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