Ángel R. Lombardi Boscán 14 de octubre de 2021
«Esta tierra vido primero un marinero que se dezía Rodrigo
de Triana, puesto que el Almirante, a las diez de la noche, estando en el
castillo de popa, vido lumbre…».
Diario
de Cristóbal Colón.
No
pretendo irme por la ideología. Cristóbal Colón me merece mucho respeto y
admiración. Y su hazaña nos llevó en 1492 a la globalización. Colón no fue
ningún descubridor primigenio y tampoco un asesino. Fue un audaz empresario y
excepcional navegante. Y presintió El Dorado aunque nunca lo pudo ver.
Colón
hizo por mar lo que hizo Marco Polo por tierra. Con la muy grande diferencia
que Marco Polo si describió las maravillas del Gran Khan en su libro “Il
Milione” mientras que Colón en su “Diario” se lo inventó casi todo
haciendo propaganda para que le financiaran otros tres viajes más.
Los
expertos no se ponen de acuerdo si el “Diario” es auténtico o apócrifo. Lo que
llama la atención es que una modesta isla como Guanahani en las actuales
Bahamas haya deslumbrado tanto al genovés como “tierra de la abundancia”.
Colón, una mente a caballo entre el medioevo militante cristiano y la
modernidad capitalista ya esbozada por el deslumbramiento del oro, no deja de
señalar obsesivamente, que es el oro lo que abunda en éstas islas raquíticas y
desoladas por el inclemente sol y el salitre en el Mar Caribe. El mensaje que
quiere transmitir es el de un agente turístico que vende a sus potenciales
clientes un lugar paradisiaco para vivir. Y oro como tal nunca lo encontró: sólo
estaba en su imaginación.
La
empresa americana, como todas las “empresas” de vikingos, cristianos, turcos,
francos, carolingios, romanos, longobardos, portugueses, musulmanes, chinos,
hindúes y demás tenían la misma lógica o motivación: el botín. El
“descubrimiento” o el “encuentro de dos mundos” son telarañas ilustres que
solapan la realidad histórica real de unos humanos ávidos por obtener riquezas
a través de las conquistas y guerras. Como era lo usual. Y lo sigue siendo
aunque hoy se utilicen otras estratagemas. Y eso del “Día de la Resistencia
Indígena” es más penoso aún porque hubo eventos en que los hispánicos se
comportaron más como libertadores que opresores.
Colón,
italiano al servicio de quién le financiara sus viajes, tuvo la gran osadía de
llegar al Asia por el Oeste sin saber las distancias y arriesgando el pellejo
porque esas carabelas, prodigios técnicos para la época, no se sabía si
aguantarían tantas millas náuticas sin que el Mar Tenebroso se las tragase.
Además, su gran victoria, fue haber derrotado a la competencia de los
portugueses empeñados en llegar primero bordeando el África a Catay.
Que
Colón, haya realizado tres viajes más, porque en el primero no encontró lo que
había leído en Marco Polo, le produjo una gran desazón en sus aspiraciones de
poderoso virrey. Su principal motivación fue el lucro. Y no haber encontrado
las especias y el oro le frustró.
Por
eso se inventó lo de los indios dóciles y mansos dispuestos a una
evangelización sin dolores. A describir una fauna y flora descabellada y
grandilocuente. Y a no aceptar que la China, el Japón y la India se les hayan
vuelto lugares invisibles. Colón, nunca tuvo conciencia de un nuevo continente
aunque sí de unas nuevas tierras: las Antillas, el ante muro que impidió su
visión ensoñadora.
Las
nuevas expediciones de Pizarro en Perú y Cortés en México, sí pudieron
conseguir, y en sobreabundancia, ese oro que tanto obsesionó a Colón y sin
ningún tipo de dudas o escrúpulos morales o religiosos se apoderaron de todo lo
que pudieron robarse. Y más luego España, en un conveniente pacto con el Papa
amigo de entonces, se repartieron las Indias todas que resultó ser un nuevo
continente y su principal musculo económico para gobernar sobre el mundo en el
siglo XVI.
Ángel
R. Lombardi Boscán
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