Trino Márquez 07 de julio de 2022
@trinomarquezc
El
apoyo de Nicolás Maduro a la invasión de Vladimir Putin a Ucrania constituye
una obscenidad. Ese respaldo se manifestó sin ambigüedades en la reunión
sostenida por el canciller ruso, Sergei Lavrov, y el ministro de Relaciones
Exteriores venezolano, Carlos Faría, en Moscú el pasado 4 de julio,
precisamente el Día de la Independencia de Estados Unidos. Para que no hubiese
dudas acerca de cuáles son los socios del gobierno de Maduro en la geopolítica
mundial.
Otros gobiernos de izquierda de la región, como el de Andrés Manuel López Obrador, han sido más pudorosos frente a esa agresión injustificada y bárbara. Hasta Xi Jinping, el indiscutible líder del Partido Comunista Chino, ha cuidado las formas. Ha insistido, dentro de la tradicional hipocresía de la diplomacia de ese país, en el respeto a la paz, la autodeterminación de los pueblos y la soberanía nacional, sin manifestar de forma explícita su respaldo a la incursión militar del ejército ruso en suelo ucraniano. El señor Faría no respetó ni siquiera los formalismos. Se refirió con entusiasmo al apoyo del gobierno venezolano a la “operación especial en Ucrania”, manera cínica como el régimen de Putin se refiere a la invasión.
El multilateralismo que Hugo Chávez levantó para justificar su distanciamiento de Estados Unidos, terminó por convertirlo en cómplice y socio de las dictaduras y sistemas autoritarios más oprobiosos del planeta. Esa línea ha sido mantenida por Maduro a lo largo de la infinita década que lleva gobernando. Cuando se atreve a salir de Venezuela, se dirige siempre a los pocos países que aprueban a recibirlo. Todos autoritarios. En su última gira visitó a Irán, Turquía, Argelia, Kuwait, Qatar y Azerbaiyán, ninguno de signo democrático. A Rusia se ha dirigido varias veces.
No
puede afirmarse que el antiguo militante de la Liga Socialista, formado en la
filas del comunismo cubano, guarde muchas afinidades ideológicas con el déspota
ruso. Putin es un hombre de pensamiento conservador, imperialista, aliado con
la ultra reaccionaria Iglesia Ortodoxa rusa, que promueve una clase de
plutócratas supermillonarios, de la cual él mismo forma parte, en nada parecida
a los ideales de austeridad y ascetismo que alguna vez Maduro enarboló cuando
admiraba la figura del Che Guevara. Putin es un conservador de la derecha
montaraz, si nos atenemos a los cánones de la teoría política convencional.
Maduro, al menos es lo que pretende proyectar, se ubica en el campo de la
izquierda revolucionaria. Entonces, a qué viene esa alianza tan estrecha entre
dos personajes tan disímiles.
En la
actualidad, a Maduro le convendría distanciarse de Putin para obtener los
mayores beneficios posibles de las sanciones de Estados Unidos y Europa contra
Rusia. Podría lograr que se levanten o atenúen las sanciones contra su propio
gobierno, como propone Emmanuel Macron. Sin embargo, sus movimientos son
ambivalentes y erráticos. La visita a Rusia de su Canciller parecía innecesaria
e inconveniente en las actuales circunstancias, cuando el gobierno de Joe Biden
ha lanzado claros mensaje para distender las relaciones con Caracas, y cuando
está muy claro que el conflicto de fondo de Rusia es con Occidente, con la OTAN
y, por encima de todo, con Estados Unidos, que abandonó el aislacionismo
promovido por Donald Trump y ha vuelto a asumir el liderazgo mundial que le
corresponde.
Creo
que la jugada de Maduro apunta hacia 2024. Me imagino que está pensando que
Putin saldrá fortalecido de la invasión a Ucrania y que él, Maduro, necesitará
un aliado en el tablero internacional más activo y comprometido con su régimen,
que los chinos, siempre tan moderados e impredecibles. Si los resultados de las
elecciones previstas para aquel año le fuesen desfavorables y él, invocando
fraude o cualquier otra patraña, decidiera desconocerlos y mantenerse en el
poder, requeriría de una potencia militar que lo acompañe en esa aventura. Allí
estaría Rusia y un Putin hipotéticamente victorioso, capaz de dar la cara en el
escenario internacional.
Puede
haber varias explicaciones para su comportamiento, pero no encuentro otras
razones por las cuales Maduro decidió brindarle un apoyo tan animado a un Putin
enfrentado a la Unión Europea y a Estados Unidos, acosado por las sanciones,
con acreedores que quieren cobrarle hasta el último rublo, con una recesión
económica a la vista, sin posibilidades de aumentar las inversiones en
Venezuela, metido en un conflicto armado que se prolongará de forma indefinida
y cada vez más aislado en el planeta.
El
cicatero apoyo de Maduro a la invasión de Putin a Ucrania hay que entenderlo en
el contexto de su respaldo a los oprobiosos regímenes de Cuba y Nicaragua, y en
la complicidad que ha mantenido con grupos guerrilleros colombianos en
Venezuela. Queda claro que la democracia no es el sistema político que más le
atrae. Sus afinidades con los autoritarismos de todo el mundo deben mantenernos
alertas, y convencernos de que solo recuperaremos la libertad si nos
organizamos para triunfar en 2024 y hacer valer nuestra victoria.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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