Analítica 11 de febrero de 2023
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Montero volvió a demostrar su pericia
técnica al interpretar temas complejos que fueron muy aplaudidos por un público
exigente
La
pianista venezolana, Gabriela Montero, triunfó este viernes en el
concierto que dio en Nueva York, el cual estuvo dedicado al tema de la
emigración y con el que se siente conectada al llevar doce años sin
haber regresado a su país por razones políticas.
Montero interpretó en la sala 92NY, un prestigioso punto de referencia de la música clásica en el barrio del Upper East Side piezas de tres grandes autores rusos: Sergei Prokofiev -Sarcasmos y la Sonata de Piano número 2 en Re menor-, Sergei Rachmaninoff -Sonata de piano número 2 en Si bemol menor- e Igor Stravinsky (Sonata de piano).
Estos
autores fueron elegidos por Montero por su trayectoria vital: los
tres tuvieron sus diferencias políticas con la Unión Soviética en su momento y
se exiliaron momentánea o definitivamente, eligiendo Estados Unidos como patria
de acogida, explicó la venezolana a EFE.
También la
familia de Montero abandonó Venezuela por sus diferencias con el chavismo hace
más de veinte años, y si bien ella regresaba regularmente a su país, dejó
de hacerlo hace 12 años por lo que llamó su «activismo frontal» contra la
administración de Nicolás Maduro.
Durante
un tiempo, Montero utilizó el escenario para, además de interpretar su música
favorita, hacer llegar al mundo las condiciones que sufre el pueblo venezolano.
Sin
embargo, entendió que no era eso lo que el público esperaba de un artista.
«Al
artista se le ve como alguien que trae belleza y poesía a tu vida, y cuando el
artista usa el escenario como plataforma de denuncia, ya no es ese ser que trae
fantasía, y el público desconecta contigo», dijo.
Por
ello, la criolla dejó de lanzar mensajes políticos explícitos y prefiere
expresarse solo con la música, además cree que ya todo el mundo comprende lo
que pasa en Venezuela.
En el
concierto de este viernes en Nueva York la artista volvió a demostrar
su pericia técnica al interpretar temas complejos que fueron muy
aplaudidos por un público exigente.
Pero
la pieza más original, con la que cerró el concierto, no fue una composición de
ningún genio ruso, sino una improvisación de la propia venezolana sobre las
imágenes de la película muda de Charlie Chaplin «El inmigrante» (1917).
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