Adriana Amado 05 de septiembre de 2023
@LadyAAmado
Los
autócratas del mundo trabajan juntos y se ayudan, dice el líder opositor
venezolano; en el exilio español, cofundó el World Liberty Congress, que reúne
a activistas que luchan por la democracia en 40 países
La
democracia es más que celebrar elecciones, pero no existe cuando estas no son
libres. Leopoldo López, líder opositor al gobierno chavista de
Venezuela, lleva dos décadas sin derecho a presentarse en ellas, tiempo que
vivió mayormente encarcelado por el régimen de Nicolás Maduro o en el exilio.
Su historia ilustra cómo un sistema formalmente democrático va perdiendo
institucionalidad hasta que se convierte en una autocracia. No solo a la vista
del mundo, sino con la anuencia de muchos países que, en nombre de la
autodeterminación de los pueblos, avalan el proceso de pérdida de derechos
cívicos.
Al
concierto de países convoca hoy Leopoldo López desde el World Liberty Congress,
alianza para enfrentar a las autocracias desde una comunidad de activistas de
todo el mundo. “Una razón clara del fracaso de los movimientos democráticos
para generar cambios políticos es que los autócratas trabajan juntos, aprenden
unos de otros y construyen una red global para atacar concertadamente los
valores democráticos del mundo libre. Mientras tanto, los activistas, disidentes
y los movimientos por la libertad están desarticulados”, explica en su sitio
web.
López
advierte que esta dinámica global se acentuó luego de la invasión de Rusia a
Ucrania, como se ve en África, América Latina, el sureste asiático o Europa del
este. Mientras la Argentina, Venezuela, y Brasil siguen con la confrontación
izquierda-derecha, el mundo pasó a otro debate: “En América Latina hubo una
tendencia a desmantelar la democracia con ropajes ideológicos y discursivos,
pero en la dinámica global el choque de trenes es entre democracia y
autocracia”, dice.
En
Venezuela la democracia no se perdió de un día para otro, insiste López, al
tiempo que indaga en la raíz del problema. “La democracia no ha cumplido en dar
respuestas a las grandes mayorías en temas esenciales como la desigualdad, la
educación o el trabajo. Eso fue un caldo de cultivo para que planteos
antidemocráticos que vendían soluciones a esos problemas despertaran mucho
apoyo. Fue así en el caso de Venezuela, de Nicaragua, de Bolivia y otros
países. Hugo Chávez ganó con un apoyo popular en 1998. Sin embargo, un año
después se había cambiado la Constitución a través de una asamblea
constituyente y personas afines a Chávez fueron ocupando la estructura del
Estado. Así se fue desmantelando la democracia. La medicina ha sido peor que la
enfermedad. Era la cuarta economía de Sudamérica, estaba saliendo de su
dependencia petrolera, se estaba diversificando. En dos décadas todo eso se
desmanteló. Hoy el ingreso per cápita de Venezuela está a niveles de Haití.”
–Tenemos países en Latinoamérica que siguen refrendando el gobierno de Maduro como si fuera una democracia plena, ¿cómo resolver eso?
–Hubo
un invierno muy largo en el que la comunidad internacional le dio la espalda al
caso venezolano, a pesar de que había señales muy claras, como el
estrangulamiento de la libertad de expresión, presos políticos, expropiaciones,
ataques a las libertades individuales, intervención del sistema de Justicia,
militarización de la sociedad. Hubo un espejismo que impidió que se viera lo
que estaba ocurriendo en Venezuela: el alza de los precios del petróleo en
2005, que creó una ilusión de prosperidad. Eso permitió que muchos países
democráticos dijeran que era una democracia al estilo caribeño, al estilo
venezolano, aun cuando ya era evidente que aquello era una fractura interna del
sistema democrático. El año de quiebre en esa percepción interna e
internacional se dio recién en 2014, cuando llamamos a las protestas y salieron
decenas de miles de personas a pedir elecciones libres. Fue el contexto en el
que yo fui a la cárcel.
–¿Cómo
se conforma una fuerza política de alternativa cuando los gobiernos van
ahogando el pluralismo político?
–El
ahogo del pluralismo está relacionado con fenómenos de comunicación de los
últimos años, con la contaminación de la opinión pública a través de la
intervención de las redes sociales y la manipulación de la verdad. Ya la verdad
no es la verdad, los hechos no importan y todo se basa en percepciones. Esto ha
sido utilizado por quienes impulsan la autocracia para dividir a la sociedad.
En Venezuela, desde el inicio, fue la fractura entre los que tienen y los que
no tienen; entre blancos, negros e indígenas; entre el conductor y el pasajero;
entre el inquilino y el propietario; entre el patrón y el trabajador. Esa
división en todos los ámbitos atenta contra la democracia.
–¿Cómo
contrarrestar eso?
–En lo
personal, durante los últimos dos años me he dedicado a construir una alianza
de movimientos que luchan por la democracia en países con gobiernos
autocráticos, de la que son parte Cuba, Nicaragua, Bolivia, Venezuela, Hong
Kong, China, Rusia, Bielorrusia, Chad, Zimbabwe y muchos otros. Esto me ha
permitido conocer de cerca la realidad de esos movimientos y no hay un solo
ejemplo en donde no haya divisiones internas. Quienes están en el poder saben
que tienen que fracturar para crear la percepción de que no hay una
alternativa, lo que hace el desafío más complejo. Por eso hay que construir a
distintos niveles. A nivel local, en el país, pero también en una unidad global
de quienes estamos luchando por la democracia contra dinámicas globales que
vinculan distintos fenómenos en países tan lejanos como Níger, Venezuela o
Rusia en una red global de cleptocracias. Esta red abarca una economía paralela
que mueve intereses y trillones de dólares, y es la manera en que grupos como
Wagner, las FARC o el Hezbollah tienen incidencia sobre esta dinámica. No
estamos hablando de la clásica confrontación que se dio hasta finales del siglo
XX, del bloque de los Estados libres y el bloque soviético. En esta red entran
el narcotráfico, los grupos armados y organizaciones que son parte de esta
cleptocracia que les da apoyo a los países autocráticos.
–Esta
es la realidad de Venezuela.
–Es
imposible entender mi país si no se entiende que Venezuela está tomada por una
estructura criminal que tiene vínculos con el narcotráfico, con las FARC, el ELN
[Ejército de Liberación Nacional], Hezbollah, y que transa de manera totalmente
opaca el petróleo y el contrabando. Siento muchas veces que hay analistas,
periodistas, diplomáticos que se niegan a asomarse a este precipicio. Lo que
está pasando en Ecuador es una consecuencia de estas redes, del cartel de
Sinaloa, de los grupos del narcotráfico de Colombia, los grupos que están en el
Perú que se han venido apoderando del territorio ecuatoriano, que ahora
explotó. El problema es complejo, pero hay que comenzar por asumirlo.
–¿Cuáles
serían las medidas inmediatas que podemos tomar desde la política y desde la
sociedad civil?
–En
estos momentos la Argentina tiene en manos de los ciudadanos el destino del
país a través de unas elecciones. La gente que todavía vive en países
democráticos con la oportunidad de votar no sabe el privilegio que tiene.
Cuando lo pierden ya es tarde. Nosotros lo perdimos en Venezuela. Nosotros
luchamos. Hemos sido miles los que hemos ido a la cárcel. Han sido miles los
asesinados por el sueño de tener unas elecciones como las que tuvo Brasil o
Costa Rica o Colombia. En Venezuela tenemos una mayoría que desde hace más de
quince años quiere salir del régimen de Chávez y de Maduro. El problema no es
de opinión pública, sino que no tenemos posibilidad de elección.
–¿De
qué modo puede revertirse este estado de cosas?
–Tenemos
que buscar los caminos que permitan romper las cadenas de la opresión y lograr
el tránsito a la democracia y la libertad. Soy de la opinión de transitar ese
camino por la vía electoral, la vía pacífica, la de las mayorías. Pero tenemos
que entender que estamos enfrentando la salida de una autocracia cuya esencia
es mantenerse en el poder reprimiendo las voces, las libertades y la capacidad
de asociación.
–¿Cuál
cree que fue el error de la oposición política en Venezuela durante este
proceso? ¿Hay algo que hoy recomendaría hacer de otra manera?
–Haber
subestimado el problema que enfrentamos es la mayor lección. Nosotros
transitamos todos los caminos y hemos sido exitosos. Logramos ganar la Asamblea
Nacional con dos tercios en 2015 y pensábamos que, desde ese espacio
institucional, constitucional, con apoyo internacional, se iba a lograr la
transición a la democracia. Pero la dictadura desmanteló la Asamblea. Nos dimos
cuenta de que el apoyo internacional que tenía Maduro era más decidido que el
que teníamos nosotros. Rusia, China, Turquía, Irán, Cuba, Bielorrusia, las
FARC, el ELN, apoyan de manera mucho más decidida de la que nos apoya a
nosotros el mundo libre. Eso también lo subestimamos.
–¿Y en
qué medida las divisiones internas han debilitado a la oposición?
–Hemos
sido muchas veces criticados, a veces con razón, de falta de unidad. Pero si
observamos la realidad de otros movimientos que están enfrentando las
autocracias, el movimiento democrático de Venezuela ha estado por encima de
promedio. En los momentos en que hemos tenido que estar unidos, lo hemos
estado. Estuvimos unidos en 2012, cuando tuvimos un solo candidato
presidencial; en 2013 y también en 2015, cuando ganamos dos tercios de la
Asamblea. Y en 2014 y 2017, cuando salimos a protestar todos juntos. En 2019,
todos los factores apoyaron el gobierno interino de Juan Guaidó. Hemos estado a
la altura, pero enfrentamos un enemigo formidable que utiliza la represión, la
muerte, el encarcelamiento, el asesinato moral, la manipulación de la verdad,
el ataque permanente en todos los ámbitos a quienes son voces de la disidencia.
–La
coalición opositora hará en octubre sus primarias, de cara a la elecciones del
año que viene. ¿Quién tiene posibilidades en Venezuela en estos comicios?
–Tiene
posibilidad la unidad, la sensatez, el coraje, la vocación de lucha. Tienen
posibilidad quienes estén buscando salir de la dictadura, que va a torpedear
las primarias como ya lo ha hecho en elecciones en que ha inhabilitado
candidatos, ilegalizado o comprado partidos políticos, generado miedo. Pero soy
un eterno optimista porque llevo en esta lucha desde el primer día y sé que en
el camino a la libertad hay ciclos. En estos momentos estamos saliendo de un
ciclo de tristeza, de dispersión y estamos entrando en un ciclo de articulación
y de cohesión.
–¿Cómo
vivió el paso de ser uno de los alcaldes más exitosos y una figura promisoria
en el proceso de reconciliación en Venezuela a la pérdida de popularidad y este
exilio en España?
–Son
realidades. Estoy en el exilio porque no tengo opción. Salí de mi país en
contra mi voluntad. Me quedé siete años en la cárcel, siendo coherente con esa
posición. Pero a pesar de estar en el exilio sigo a diario vinculado con
Venezuela. Llevo veinte años sin poder presentarme a elección popular. Fui el
primer inhabilitado en 2008, no pude presentarme a la contienda que iba a ganar
de la alcaldía metropolitana en las elecciones de 2012. Me ha tocado apoyar a
otros candidatos. Hoy estoy apoyando plenamente el proceso de primarias que se
está dando en Venezuela. Decidí también abrir camino en la unión de los
movimientos que están en situaciones similares. Cuba, Nicaragua, Bolivia y
Venezuela son países con una dinámica muy parecida, pero no había un espacio de
comunicación, y mucho menos a nivel global. Me he dedicado este último año y medio
a montar la alianza World Liberty Congress (Congreso Mundial por la Libertad).
Tuvimos nuestro primer encuentro el año pasado en Lituania con doscientos
líderes de 44 países y vamos a hacer un segundo encuentro este año. La
intención es plantear que es un problema global que requiere solidaridad
global.
–¿Qué
extraña de Venezuela?
–Lo
que más extraño es recorrer mi país. Soy de Caracas, pero la vida política me
llevó a conocer Venezuela. Extraño esos recorridos y palpar lo que está
ocurriendo en mi país por los testimonios de la gente, por sus aspiraciones,
sus frustraciones, sus sueños. Extraño una buena arepa, una buena cachapa,
aunque una de las cosas positivas de esta migración masiva es que estamos
compartiendo con el mundo la cocina venezolana.
–No puedo
dejar de preguntar por ese enorme costo personal que ha tenido esa lucha, ¿cómo
se lleva la vida cuando lo público arrasa con lo privado?
–Para
mi familia y mi gente más cercana fue un proceso difícil. Fueron siete años de
cárcel, de estar sometido a distintos tipos de maltratos y torturas. Estuve en
prisión domiciliaria un año y medio y ese fue uno de los peores procesos porque
mi familia también estaba en la cárcel. Lo llevamos y lo seguimos llevando con
un profundo sentido de humildad, primero, y segundo, de propósito. Siempre lo
hablaba con mi esposa Lilian [Tintori], mi gran compañera en todo este proceso,
que asumíamos lo que nos tocaba sin pedir nada a cambio. Creo que parte del
problema es que a veces uno piensa que la gente te debe algo por tu sacrificio.
No. Nadie te debe nada. Cada quien toma sus decisiones. Yo tomé mis decisiones
en familia y decidí entregarme a la cárcel cuando vi una orden de captura y me
condenaron a catorce años. Eso aligera un poco la manera de llevar esto porque,
al final, todo el mundo en la vida tiene problemas.
–¿Dónde
busca apoyo espiritual?
–La
lucha por la libertad se da en distintos terrenos. A nivel personal es una
lucha que se tiene que dar hasta lo espiritual. Soy católico, pero como muchos
en América Latina. Fui bautizado, de pequeño iba a misa con mi familia, tenía
todo eso en la mochila y la cárcel me dio la oportunidad de crecer
espiritualmente. Había leído sobre experiencias de quienes habían pasado por la
prisión, tanto líderes venezolanos como los gigantes históricos Nelson Mandela,
Martin Luther King, Gandhi. Todos hablaban de la rutina y desde el primer día
en la cárcel monté mi rutina. Rezaba todos los días y ejercitaba mi cabeza
leyendo, escribiendo, dibujando, meditando. Y, tercero, hacía ejercicio físico.
Estaba en una celda bastante pequeña, pero podía hacer esas tres cosas. Tuve la
oportunidad de hacer los ejercicios espirituales de san Ignacio, que fue una
experiencia maravillosa. No los hice completos, porque eso requiere un guía
espiritual, pero tenía un buen libro que me permitió hacerlo. En 2015 hice una
huelga de hambre por 28 días y ese fue el momento de mi vida de mayor
intensidad espiritual. A pesar de que perdí 14 kilos, lo recuerdo como un
momento de luz, de mucha inspiración y fortaleza. Las religiones buscan esa
introspección que te lleva a confrontarte contigo. Eso a mí me ayudó mucho. Le
rezaba a Dios todos los días, primero dándole gracias por todo lo que me ha
dado en la vida y segundo, pidiéndole foco y propósito. La vida y la felicidad
es eso: tener propósito.
UN
LUCHADOR POR LA LIBERTAD
PERFIL:
Leopoldo López
■
Nacido en 1971, Leopoldo López es licenciado en Sociología y Economía por el
Kenyon College y obtuvo su maestría en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy
de Harvard. Fue intendente de Chacao. En 2008 iba a postularse para la Alcaldía
Mayor de Caracas, pero el régimen chavista lo inhabilitó.
■ En
enero de 2014 convocó a protestas y fue apresado con el cargo de terrorismo,
incendio y homicidio. Fue condenado, aunque el juez y la fiscalía reconocieron
después los vicios del procedimiento.
■
Estuvo detenido tres años en la cárcel militar de Ramo Verde, pasó más de año
en arresto domiciliario y otro tanto como asilado en la Embajada de España. En
2020 logró escapar a Madrid, donde vive actualmente con su mujer, Lilian
Tintori, y sus tres hijos.
■ Es
cofundador del World Liberty Congress, una comunidad de activistas de todo el
mundo que luchan por la democracia en sus países.
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