En Psicología Social, el postulado central de las llamadas “teorías de la atribución” es que las personas buscan entender y explicar por qué ocurren los acontecimientos, de manera especial los acontecimientos inesperados. La gente se pregunta desde por qué es pobre hasta por qué ganó tal candidato las elecciones; pasando por las razones por las cuales aplazó un examen, fue despedido del trabajo, por qué le pasan las cosas que le pasan y por qué el país está como está.
A la hora de realizar tales atribuciones explicativas, el rango incluye tanto causas que se encuentran dentro de la persona (por ejemplo, inteligencia, capacidad, esfuerzo, habilidad…), hasta causas que se encuentran fuera de ella (por ejemplo, la influencia de otras personas, el destino, el azar…). Las atribuciones causales que se ubican en el interior de la persona se denominan “causas internas”, mientras que las atribuciones causales que se ubican en el ambiente (fuera de la persona), se denominan “causas externas”. Esta dimensión interna-externa es lo que se conoce como “foco de causalidad”. Según esta dimensión, es posible distinguir entre foco o “locus” de control externo y foco o “locus” de control interno.
Se dice que una persona posee un mayor foco de control externo, cuando en ella prevalecen las creencias de que lo que ocurre a su alrededor y lo que le sucede, es independiente de su voluntad y su acción, y es más bien producto de agentes externos -como el azar o el destino- o de la fuerza de actores y eventos incontrolables, cuya orientación y dinámica no sólo es ajena sino impermeable a la propia influencia de la persona. Por el contrario, se dice que alguien posee un mayor foco de control interno cuando prevalecen las creencias de que es posible controlar su existencia e influir, mediante sus acciones, sobre su realidad y entorno. En otras palabras, cuando un suceso es percibido por una persona como contingente con su propia conducta o sus características relativamente permanentes, hablamos entonces de un foco de control interno.
Las consecuencias de la predominancia de uno u otro foco de causalidad en una persona o grupo ha sido ampliamente estudiado. Algunos investigadores, por ejemplo, lo han relacionado con el conformismo, la sumisión y el dejarse guiar por otros. Se ha descubierto así que las personas de orientación causal externa tienden a asumir como propias las opiniones de aquellos a quienes consideran una autoridad. Por lo general, prefieren que los demás les impongan una estructura, no tienden a tomar la iniciativa y suelen ser más pasivos. Por el contrario, los de orientación interna prestan más atención al contenido de la opinión que a la reputación del emisor, son más independientes y menos propensos a aceptar los intentos de otros por influir en ellos. Otros investigadores han mostrado cómo los individuos con locus de control interno tienden a involucrarse mucho más que sus pares de locus externo en acciones sociales para mejorar sus condiciones de vida, y muestran no sólo una mayor necesidad de independencia sino que son más resistentes a los intentos por influenciar o dirigir sus conductas.
También se ha encontrado que las personas con locus externo son más propensas a aceptar conductas y procedimientos coercitivos por parte de la autoridad, suelen mostrar carencia de poder, pasividad y desesperanza aprendida, y tienden a mostrar altos puntajes en pruebas psicológicas que miden personalidad autoritaria.
A comienzos del pasado mes de Julio, la Universidad Católica Andrés Bello hizo públicos los resultados de “Psicodata 2024”, una investigación nacional cuyo objetivo fue obtener y analizar un conjunto de aspectos y características psicosociales de la población venezolana. Según el estudio, 38% de la población tiene una tendencia frecuente a creer que las cosas y eventos son determinados por el destino o la suerte, y 31% que las cosas que le suceden son el resultado de las acciones de otras personas. Afortunadamente, 57% de la población estudiada presenta niveles bajos en cuanto a creer en el azar o la suerte como lo que determina su destino, y 61% por lo general no suele creer que los eventos de su vida son necesariamente producto de la acción de otras personas. Pero esa proporción de casi uno de cada tres venezolanos que se ubica en un foco de causalidad externo es algo sobre lo que hay que prestar atención.
De acuerdo con estos resultados, es posible sugerir que para uno de cada tres venezolanos las cosas buenas o malas que le suceden rara vez son percibidas por él como debidas a su esfuerzo y trabajo; por el contrario, suelen ser adjudicadas a la buena o mala suerte, a la acción de los demás, o a la conjunción de cualquier clase de elementos externos a sí mismo. Lo que tendríamos entonces en un porcentaje minoritario pero importante de la población es un piso psicológico-actitudinal altamente peligroso, y además reforzado constantemente, sobre el cual se instalan conceptos como que la responsabilidad de lo que pase está fuera de su persona, que lo que le ocurre no obedece a ellos sino a factores externos y que, por tanto, organizarse, coordinar esfuerzos con otros o luchar por sus derechos puede ser percibido como inútil porque no hay relación causal anímica ni cognitiva entre su acción y lo que le pasa. Sobre este piso, la predisposición actitudinal a caer en episodios de resignación o a aceptar soluciones mesiánicas y fórmulas simplistas para resolver los problemas, es siempre un peligro latente.
El eje pivotal sobre el cual gira y depende la construcción del país que tenemos pendiente por delante es el venezolano. Sus fortalezas y debilidades serán tanto las bases como las grietas de la obra que tenemos que edificar. Por eso, es necesario prestar atención prioritaria a sus características psicológicas, para reforzar aquellas que contribuyan con su crecimiento, independencia y desarrollo, y diseñar mecanismos e iniciativas de defensa ante el riesgo que se refuercen aquellas que le conduzcan a una mayor vulnerabilidad psicosocial.
https://www.elnacional.com/opinion/entre-la-suerte-y-la-influencia-de-otros/
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