Esta semana ha estado muy cargada de noticias. El veto de Brasil al ingreso de Venezuela en los Brics ha tenido amplio realce. Los niveles de discusión sobre este asunto, especialmente en sectores de la izquierda global, han marcado la pauta. Y sin duda, es una consecuencia del 28 de julio.
La transparencia absoluta prometida a Lula a través de Celso Amorín por Nicolás Maduro no se cumplió en el lapso anunciado y, en consecuencia, Brasil asume esta postura sorprendente.
Los Brics son sin duda una respuesta a la reconfiguración del orden mundial, particularmente en el ámbito económico, pero con muchas repercusiones políticas. En el escenario internacional se han alineado dos factores fundamentales que están impulsando estos cambios.
China, por un lado, con su despegue económico-financiero- militar que le da ya un estatus global de superpotencia y con ello, la necesidad de “influir” con más peso en el mar de China meridional, donde necesita hacer valer su rol ante países como Filipinas, Japón, Corea del Sur, Malasia, Tailandia, Vietnam y con la India en la bahía de Bengala; además, de poder controlar y mantener las rutas comerciales con Europa y el Occidente planetario. Por el otro, la federación rusa que apela, a través de Vladimir Putin, a la reivindicación histórica de la influencia geopolítica de la antigua Unión Soviética.
Hiperliderazgo
En esta reconfiguración del orden mundial la democracia ha venido perdiendo terreno paradójicamente. La denominada “real politik” ha privilegiado la construcción de relaciones diplomáticas y económicas más asentadas en el pragmatismo que en el derecho internacional público y las regulaciones de las organizaciones de la comunidad internacional creadas, fundamentalmente, a partir de la posguerra del segundo gran conflicto bélico mundial.
En ese nuevo orden mundial que se intenta construir, pareciera que las voces del hiperliderazgo que ejercen determinadas figuras políticas globales es más importante que tener un sistema político comprobadamente democrático.
Lula ha demostrado ser un zorro viejo de la política internacional. Durante sus periodos presidenciales, Brasil ha impulsado la expansión de su influencia económica. Recordemos el caso Odebrecht, una empresa brasileña que ejecutó obras de gran envergadura en diferentes países de América Latina, e incluso, de África. El veto a Venezuela, más allá de los intríngulis personales, va más allá de una simple decisión diplomática. Quién influye y para qué, es la base de las relaciones internacionales cuyo peso se ha relanzado en este siglo.
Valdría la pena impulsar, desde diferentes ámbitos, una reconfiguración de la geopolítica global. Pero con otros criterios. Suelen esbozarse razones muy ideológicas para cuestionar los imperialismos, lo cual es válido, el problema viene cuando se trata de “atacar” narrativamente, un solo imperio, mientras que, por otro lado, se intentan construir nuevos imperios.
Es el falso dilema que nos intenta meter en una confrontación ajena a nuestros intereses, pero favorables subrepticiamente a quienes tienen fervientes deseos de tomar el control global para sus propios fines. Así que, la democracia debe recuperar terreno y protagonismo para ponerle coto a los cultos a la personalidad que suelen llevarnos a guerras indeseables.
https://efectococuyo.com/opinion/lula-brics-democracia-y-geopolitica/
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