GUSTAVO LINARES BENZO sábado
17 de agosto de 2013
Patrimonialismo. La más
primitiva de las formas de dominación
Entre tantos lastres que dejó Chávez
en estos años, de los peores es ese afán de agradecerle al gobierno por cumplir
su misión. Gracias, Comandante Presidente; gracias, Chávez, son frases que ya
se decían a los inicios de estos tres quinquenios perdidos, para asombro de lo
que pensábamos era todo el país pero que en realidad era menos de la mitad
(ahora es mucho más de la mitad, así de fracasado fue Chávez). Desde Pérez
Jiménez no se le daban las gracias al Presidente.
Lo que está en la base de este sentimiento, en el caso en que es sincero y no producto del interés o del miedo, es la muy primitiva idea de que el Estado y sus dineros son del Presidente. A construir ese imaginario, o más bien a reconstruirlo y fortalecerlo, se dedicó cuidadosamente el comandante, desde que comenzó, por ejemplo, a usar la primera persona del singular para anunciar pagos y aportes a obras o servicios. "Le aprobé tanto a Edmée, aquí estoy firmando la compra de neveras que me pidió Menéndez, ya le di millones a aquel para los textos escolares". Inmediatamente aplausos y paneos de señoras mayores embelesadas.
En una palabra, patrimonialismo. La más primitiva de las formas de dominación según Weber. El Estado es patrimonio del jefe, quien con los favores que dispensa se hace con la voluntad popular y a la vez hace del ejército una guardia pretoriana. Los impuestos y las rentas públicas son de su propiedad, no se distingue gobernante de Estado. "Venezuela es la hacienda de Gómez", se decía, pero todos felices. En un régimen así de primitivo la corrupción no puede existir, el peculado es simple disposición de lo que es propio, del comandante presidente y de sus validos.
Antes de Chávez no estábamos en Suiza, el patrimonialismo que nos viene de la colonia, cuando los cargos se compraban y vendían con toda legalidad, ha quedado en la conciencia colectiva de América Latina. De allí que nos importe poco la corrupción, que la veamos como un fenómeno normal pues el botín no es nuestro. Pero también hay que decir que la historia de nuestros países es la historia de la lucha entre barbarie y civilización, entre patrimonialismo y modernidad. En Venezuela esa lucha tuvo una importante victoria en 1958 con la alternabilidad, por más dueños del país que se considerasen los jefes, en realidad eran inquilinos por cinco años, lo que limitaba poderosamente el atavismo patrimonialista. Así, el peor daño entre tantos que el chavismo hizo al país fue la reelección, único motivo de la Constituyente, llevada a la náusea con la eternidad presidencial. Sí, Chávez creía que estaría en Miraflores para siempre, pero la vida es así, ni el gigante es eterno. Y sus sucesores lo creen y de allí sus desmanes.
Era evidente que a Chávez no le interesaba la corrupción. Ahora que ha muerto es fácil la hagiografía y encontrar frases de moralina, cómo no en un hombre que pasó catorce años hablando sin parar. Sólo la cándida declaración de la entonces flamante presidenta del Banco Central de que nada más el año pasado se habían robado veinte mil millones de dólares (USD 20.000.000.000,00) vía sobreprecios de Cadivi, justifica toda esta tramoya. Veinte millardos de dólares era la deuda pública venezolana cuando llegó Chávez al poder. Este atraco se realizó delante de los ojos de Chávez y cuesta mucho creer que no se enterase. Y ninguno de estos cacos estaba debutando. En el ideario chavista, se trataba de una más de las dádivas del jefe patrimonial.
La colonización china es otro ejemplo que sólo puede explicarse dentro de esta creencia primitiva. En una sola operación Venezuela se endeudó en veinte millardos de dólares, los mismos que se cogieron el 2012, mediante un documento que está en chino y que nadie conoce. Sólo los funcionarios del Reino Medio que de vez en cuando vienen a cobrar una deuda que en un instante alcanzó la contraída en casi dos siglos. Se repitió la historia de Guzmán Blanco con el Disconto, tanto Guzmán como Chávez actuaban como los dueños del país.
No se entiende entonces esta cruzada contra la corrupción, aunque sea muy bienvenida. Popularmente no importa mucho, nunca ha sido un problema de las mayorías, más ahora después de tres lustros viviendo con ella y agradeciendo a los propietarios del poder las migajas que distribuyen, creyéndolas espléndido banquete. No está sirviendo para mucho, si se ven las encuestas del propio Sibci. Y enloda la memoria del gigante, que dejó que estas aguas cloacales corrieran por Venezuela.
¿Será por lo que Mario Silva le dijo al virrey cubano?
Tomado de: http://www.eluniversal.com/opinion/130817/max-weber-y-cadivi
Lo que está en la base de este sentimiento, en el caso en que es sincero y no producto del interés o del miedo, es la muy primitiva idea de que el Estado y sus dineros son del Presidente. A construir ese imaginario, o más bien a reconstruirlo y fortalecerlo, se dedicó cuidadosamente el comandante, desde que comenzó, por ejemplo, a usar la primera persona del singular para anunciar pagos y aportes a obras o servicios. "Le aprobé tanto a Edmée, aquí estoy firmando la compra de neveras que me pidió Menéndez, ya le di millones a aquel para los textos escolares". Inmediatamente aplausos y paneos de señoras mayores embelesadas.
En una palabra, patrimonialismo. La más primitiva de las formas de dominación según Weber. El Estado es patrimonio del jefe, quien con los favores que dispensa se hace con la voluntad popular y a la vez hace del ejército una guardia pretoriana. Los impuestos y las rentas públicas son de su propiedad, no se distingue gobernante de Estado. "Venezuela es la hacienda de Gómez", se decía, pero todos felices. En un régimen así de primitivo la corrupción no puede existir, el peculado es simple disposición de lo que es propio, del comandante presidente y de sus validos.
Antes de Chávez no estábamos en Suiza, el patrimonialismo que nos viene de la colonia, cuando los cargos se compraban y vendían con toda legalidad, ha quedado en la conciencia colectiva de América Latina. De allí que nos importe poco la corrupción, que la veamos como un fenómeno normal pues el botín no es nuestro. Pero también hay que decir que la historia de nuestros países es la historia de la lucha entre barbarie y civilización, entre patrimonialismo y modernidad. En Venezuela esa lucha tuvo una importante victoria en 1958 con la alternabilidad, por más dueños del país que se considerasen los jefes, en realidad eran inquilinos por cinco años, lo que limitaba poderosamente el atavismo patrimonialista. Así, el peor daño entre tantos que el chavismo hizo al país fue la reelección, único motivo de la Constituyente, llevada a la náusea con la eternidad presidencial. Sí, Chávez creía que estaría en Miraflores para siempre, pero la vida es así, ni el gigante es eterno. Y sus sucesores lo creen y de allí sus desmanes.
Era evidente que a Chávez no le interesaba la corrupción. Ahora que ha muerto es fácil la hagiografía y encontrar frases de moralina, cómo no en un hombre que pasó catorce años hablando sin parar. Sólo la cándida declaración de la entonces flamante presidenta del Banco Central de que nada más el año pasado se habían robado veinte mil millones de dólares (USD 20.000.000.000,00) vía sobreprecios de Cadivi, justifica toda esta tramoya. Veinte millardos de dólares era la deuda pública venezolana cuando llegó Chávez al poder. Este atraco se realizó delante de los ojos de Chávez y cuesta mucho creer que no se enterase. Y ninguno de estos cacos estaba debutando. En el ideario chavista, se trataba de una más de las dádivas del jefe patrimonial.
La colonización china es otro ejemplo que sólo puede explicarse dentro de esta creencia primitiva. En una sola operación Venezuela se endeudó en veinte millardos de dólares, los mismos que se cogieron el 2012, mediante un documento que está en chino y que nadie conoce. Sólo los funcionarios del Reino Medio que de vez en cuando vienen a cobrar una deuda que en un instante alcanzó la contraída en casi dos siglos. Se repitió la historia de Guzmán Blanco con el Disconto, tanto Guzmán como Chávez actuaban como los dueños del país.
No se entiende entonces esta cruzada contra la corrupción, aunque sea muy bienvenida. Popularmente no importa mucho, nunca ha sido un problema de las mayorías, más ahora después de tres lustros viviendo con ella y agradeciendo a los propietarios del poder las migajas que distribuyen, creyéndolas espléndido banquete. No está sirviendo para mucho, si se ven las encuestas del propio Sibci. Y enloda la memoria del gigante, que dejó que estas aguas cloacales corrieran por Venezuela.
¿Será por lo que Mario Silva le dijo al virrey cubano?
Tomado de: http://www.eluniversal.com/opinion/130817/max-weber-y-cadivi
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