Miguel Mendez Rodulfo 13 de junio de 2014
Para los socialdemócratas del mundo,
lo que está ocurriendo en Francia es emblemático de los males que han aquejado
a la democracia social durante muchas décadas y que revelan una necesidad de
cambio de paradigma, que logre actualizar esta ideología haciéndola sintonizar
con los nuevos tiempos. Como cualquier aspecto de la vida, las ideologías
también deben cambiar, porque como se conoce en gerencia “lo único que no
cambia, es que todo cambia”. De manera que el reto para la socialdemocracia es
flexibilizar, en lo que cabe, las visiones estratégicas, manteniendo incólumes
los postulados. Francia la segunda economía de la zona euro, está considerada
hoy día como “el enfermo de Europa”, epíteto que en los tiempos de Schröder se aplicaba a Alemania, pero los
teutones tomaron medidas muy duras de saneamiento de la economía, así como de
desmontaje de los residuos del estado benefactor, y lograron revertir esa
situación.
A la ascensión de Hollande al poder,
el país galo tenía un débil promedio de trabajo por habitante, ya que su
economía padecía de debilidades estructurales. También tenía un déficit
presupuestario de 5,2% del producto interno bruto, y su deuda pública rondaba
el 85% del PIB, de manera que el endeudamiento se había convertido en una forma
de financiación. Su gasto público era el más elevado de Europa: 54,3% del PIB.
La contribución de la industria al producto había descendido 1/3, mientras que
los costos salariales se habían incrementado 19%. Su atractivo económico para
los inversionistas había caído notablemente. Además era el país de la eurozona
que más había perdido mercado en la década anterior lo que obviamente afectó
sus exportaciones y le hizo perder competitividad. Si bien esta realidad
económica era heredada de los gobiernos conservadores precedentes, la verdad es
que el modelo económico galo había sufrido pocas alteraciones desde hacía
muchas décadas, sin importar la ideología gobernante.
Aunque Hollande debió realizar, desde
el principio, una reforma laboral, no quiso afrontar este hecho y eludiendo
responsabilidades lo que hizo fue abogar por los eurobonos y por la adopción de
políticas menos restrictivas y de aliento al crecimiento, en la zona euro. Por
otra parte, incrementó los impuestos, algo que ocasionó una diáspora de ricos
franceses que se establecieron en Londres, cerca de kensington, donde han
conformado un enclave galo, o como el caso del actor Depardieu, se radicaron en
Rusia y le pidieron nacionalidad a Putin. Con el tiempo la crisis se acentuó,
no hubo crecimiento económico, aumentó el desempleo, las protestas comenzaron,
la popularidad del gobierno cayó en picada, perdieron las elecciones
municipales y también las elecciones legislativas europeas; además vieron
ascender a la ultra derecha francesa, liderada por Jean Marie Le Pen, al primer
lugar de las preferencias electorales de los franceses, lo que coloca al
gobierno socialista contra las cuerdas.
El periplo de Hollande, no hace más
que evidenciar el dilema de la socialdemocracia, que como en Venezuela, por no
perjudicar en el corto plazo a los sectores populares, más débiles, no toma las
medidas estructurales profundas, que significan un sacrificio de toda la
sociedad, pero que afectan con especial énfasis a los más pobres. Las reformas
deben ser explicadas en forma descarnada, el liderazgo político debe asumir con
valentía su costo, sabiendo que en el corto plazo hay caída de la popularidad,
pero que la confianza se recupera en el mediano y largo plazo. Otra cosa clave,
es implantar una serie de medidas efectivas de asistencia a los pobres en forma
de transferencias y subsidios directos. No hacer nada, es el costo de perderlo
todo. Otros países lo han hecho. La economía social de mercado lo hizo. Hay que
socializar al liberalismo. Se puede.
Caracas, 13 de junio de 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico