Por Jorge I. Dominguez, 19/04/2014
En El discreto encanto de la burguesía (1972), Luis Buñuel nos presenta
unos personajes que se reúnen para cenar, conversar y celebrar. Cena que se
interrumpe una y otra vez por razones reales o imaginarias, inverosímiles o
comprensibles, pero todas adversas a la realización de un propósito compartido.
Así ha sido en las
relaciones entre Cuba y Estados Unidos desde los años setenta y, en
particular, desde finales de la guerra fría hacia finales de los ochenta.
El simultáneo anuncio en Washington y La Habana, del 17 de diciembre
2014, sobre la restauración de relaciones diplomáticas entre ambos países, y el
canje de presos encarcelados bajo acusaciones respectivas de espionaje, señala
un posible nuevo rumbo. Ambos presidentes comunicaron, además, medidas que
caracterizaron como unilaterales pero evidentemente no habrían ocurrido sin
coordinación. “De manera unilateral”, indicaba Raúl Castro en su alocución, el
Gobierno de Cuba autorizó “la excarcelación de personas sobre las que el
Gobierno de Estados Unidos había mostrado interés”. También de manera
unilateral, Barack Obama instruye a su secretario de Estado que revise la
inclusión de Cuba como Estado promotor del terrorismo en la lista oficial de
EE UU sobre este asunto, lista en la que Cuba estaba incluida desde 1982.
Igualmente unilateral, supongamos, fue el intercambio telefónico entre Obama y
Castro, que duró casi una hora.
Lo real maravilloso, evidente en la película de Buñuel pero mucho antes
en la novelística cubana y latinoamericana, ha sido, sin embargo, parte de lo
divertido, y de lo frustrante, en las relaciones entre Cuba y EE UU.
Imaginémonos a un extraterrestre. No sabe nada de historia, ni de contexto, ni
de sutilezas, ni de rencores. Lo único que sabe es lo que observa a miles de
kilómetros lejos de nuestro planeta. ¿Qué habría observado?
Frenesí diplomático
1. En
los mismos antiguos edificios que fueron antes de 1959, respectivamente, las
Embajadas de Cuba en Washington y de Estados Unidos en La Habana, encontramos a
docenas de diplomáticos de estos dos países que se comportan como diplomáticos
en una Embajada cualquiera, encabezados por un señor que se comporta como
embajador. (Ahora habrá que cambiar el letrero del edificio).
2. En el perímetro de la única frontera terrestre entre Cuba y
EE UU cerca de la ciudad de Guantánamo hay una colaboración profesional
perfecta entre militares de Cuba y EE UU. Los de EE UU no quieren que
los presos se escapen de la base militar rumbo a Cuba, y los de Cuba no quieren
que los presos se escapen de la base militar y se cuelen en Cuba. Cuba es un
aliado militar confiable de EE UU, indicaría nuestro extraterrestre, sin
saber que esta relación militar comenzó bajo Bush 41 y se consolidó bajo Bush
43 con la llegada a esa base en 2001 de los primeros presos talibanes.
Lo primero que ha cambiado la Casa Blanca y La Habana es el tono.
Esa es la clave
3. En el estrecho de la Florida hay otra colaboración profesional
impresionante entre guardacostas de Cuba y EE UU para impedir el cruce de
cubanos sin documentos. Capturados en alta mar por guardacostas de EE UU,
estos retornan a esos cubanos a un puerto en Cuba. En este asunto, Cuba es el
mejor aliado de EE UU al cooperar en la intercepción de migrantes
indocumentados. Eso no lo hace México como favor a EE UU. Eso no lo hace
Marruecos en colaboración con España. Pero sí lo ha venido haciendo Cuba en su
relación con EE UU ya hace 20 años.
4. Observaría el extraterrestre que, a partir del fin de 2001,
EE UU ha sido el principal suministrador de productos agrícolas importados
por Cuba. Y, además, Cuba paga en efectivo. Nadie, excepto Cuba, paga a
exportadores estadounidenses en efectivo antes de que esos productos crucen la
frontera de EE UU. Cuba y EE UU, razonaría nuestro extraterrestre,
son amigos entrañables, y el presidente de EE UU en 2001, George W. Bush,
es indiscutiblemente un héroe nacional en Cuba.
¿Qué hay, pues, de nuevo, que no habría visto nuestro extraterrestre?
Lo primero es un cambio de tono. Esa es la clave del discurso de Obama y de la
información distribuida al público por la Casa Blanca. De la misma manera, la
alocución de Castro indica que la decisión de Obama “merece el respeto y
reconocimiento de nuestro pueblo”.
No menos importante es la aceptación y el reconocimiento público del
útil papel de mediadores tales como el papa Francisco y el Gobierno de Canadá.
Sucesivos Gobiernos de Estados Unidos se mostraban anteriormente enfadados
cuando algún tercero intentaba “interferir”. Pero hay otros que se merecen
agradecimientos. Uno es el Gobierno de Panamá, cuya decisión de invitar a Cuba
a la próxima Cumbre de las Américas, que se celebrará allá en abril de 2015,
impuso fecha que exigía que el Gobierno de EE UU indicase si el presidente
Obama asistiría a la primera de estas Cumbres, a la que sería invitado el
presidente de Cuba como miembro pleno. Obama dijo que sí. Otro es Nelson
Mandela, a cuyo entierro asistieron Barack Obama y Raúl Castro, y donde se
saludaron por primera vez, intercambiando breves y amables palabras. Ese
encuentro fue el día del entierro, 15 de diciembre de 2013, y el fruto de ese
saludo fue el 17 de diciembre de 2014. Mandela fue eficaz desde su tumba.
Viajar y acceder a Internet
Pero la lupa que ayuda a vislumbrar el futuro observa la apuesta
implícita entre Barack Obama y Raúl Castro. Obama apuesta que, tarde o
temprano, la mayor apertura internacional facilitaría un cambio democrático en
Cuba. Lento fue ese proceso en Polonia comunista; lento fue ese proceso en la
España de Franco. Pero la experiencia al traspaso de décadas ofrece una
hipótesis que es ahora la nueva política de EE UU. Se autoriza un aumento
del dinero que se transmite por remesas, para que crezca una sociedad civil
autónoma del Estado y que sea posible financiar el desarrollo de pequeñas
empresas privadas. Se autoriza la exportación de equipos y materiales
informáticos para dejar que EE UU siga colaborando con Seguridad del Estado
en Cuba en impedir el fácil acceso de cubanos al Internet. Se liberalizan los
procedimientos para viajar a Cuba, igualmente complicando la tarea de monitoreo
de Seguridad del Estado sobre conversaciones entre cubanos y estadounidenses.
Se abren mecanismos de involucración financiera (cuentas bancarias, tarjetas de
crédito, etcétera) que permitirían el desarrollo de múltiples y más complejas
relaciones. Se anuncian negociaciones por tener lugar tanto sobre la frontera
marítima entre Cuba, EE UU y México, así como implícitamente sobre algún
futuro acuerdo en aviación civil para acomodar los nuevos y necesarios viajes.
Pero, recordemos, se mantiene el andamiaje de sanciones económicas que siguen
codificadas en la llamada Ley Helms-Burton, no derogada ni por el Congreso ni
ahora por el presidente.
Raúl Castro apuesta a lo contrario. “Ahora”, nos informa en su
alocución del 17 de diciembre, “llevamos adelante, pese a las dificultades, la
actualización de nuestro modelo económico para construir un socialismo próspero
y sostenible”. Y, ¿de apertura política? “Hemos guardado profunda lealtad a los
que cayeron defendiendo principios desde el inicio de nuestras guerras de
independencia en 1868”, añade Castro. ¿Será una economía de mercado encartonada
en un régimen político autoritario al estilo Chino?
¿Quién tendrá la razón, Barack o Raúl?
Jorge I. Domínguez es profesor de la Universidad de Harvard.
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