Economista Jesús Alexis
González, 02/02/2015
Venezuela experimenta un clima de indefinición e
incertidumbre, ante el ostracismo (con potenciales intenciones soterradas) que
se perfiló en el mensaje presidencial del 21/01/15 al momento de informar sobre
la gestión, habida cuenta de la ausencia de anuncios categóricos en relación a
una determinada política económica
orientada a enfrentar la crisis socioeconómica que sufre el país, mediante
acciones que debían armonizarse con el resultado de un profundo análisis en
materia de economía política; siendo
que en mucho la alocución repitió lo señalado en la cadena nacional
presidencial del 02/09/14 en cuanto a la radicalización del socialismo
territorial (¿?) y la construcción del Estado Comunal (añadiendo ahora que no
se calará (sic) a la burguesía). Se estaba a la espera de alguna información,
referente a cómo propiciarían una
profunda reestructuración de la sociedad, de la economía y de la
institucionalidad en el entendido que son las relaciones económicas las que
determinan el ordenamiento social; soportando cualquier enfoque en la
definición de métodos y estrategias para alcanzar la sociedad socialista que
pretenden, más allá de un totalitarismo de Estado que históricamente no ha sido
la alternativa para cambiar el modo de producción (integración de las relaciones
de producción), y que muy por el
contrario está generando (la sola pretensión) una atmosfera social asfixiante
en nuestra sociedad.
La inobservancia de los principios económicos, fue
radicalmente contundente a la luz de soslayar (¿intencionalmente?) la
importancia de las políticas cambiaria y monetaria en la cadena de causalidad
del desajuste macroeconómico y de la vulnerabilidad imperante donde el elemento
más perverso es la inflación con su consecuente efecto negativo sobre el tipo
de cambio (TC), que erróneamente el Gobierno viene utilizando mediante el abaratamiento de las importaciones para
intentar reducir el mal que el mismo causa (inflación), con obvio
estrangulamiento del aparato productivo nacional a la par de una caída secular
de las reservas internacionales que a principio de 2015 se situaron en apenas
unos US$ 23.000 millones, con la debilidad que 14% son liquidas (de potencial
uso en momentos de gravedad coyuntural), un 70% está en oro y 16% en Derechos
Especiales de Giro (DEG); escenario que muy probablemente inducirá un
decrecimiento del 7% en 2015.
En lo que se refiere al actual esquema cambiario
(profundamente disfuncional), estructurado con un cambio fijo sobrevaluado
acompañado por 4 TC soportado en continuas devaluaciones y “defendido” desde
2003 por un control de cambio ideológico
cuyo rol básico es condicionar el desenvolvimiento del sector privado de la
economía en aras de su destrucción; dícese
que fue “modificado” al ajustarse a tres tasas de cambio pero hasta la fecha
solo se conoce la ratificación del 6,30 Bs/$ para alimentos y medicinas que
confirma la guerra gubernamental contra
la producción nacional, al tiempo de ser un sacrificio financiero que
consumirá cerca del 26,7% (US$ 12.000 millones) de las divisas posibles en 2015
(US$ 45.000 millones)en un marco tanto de insuficiencia de divisas (más de US$
36.000 millones) como de déficit fiscal (20% en 2014 y un estimado de 23% en
2015), que como bien se sabe está inducido por incrementos persistentes del
gasto público mayormente “financiado” con dinero inorgánico (otro efecto
inflacionario). De las otras dos tasas de cambio anunciadas, muy poco se conoce
salvo que (a) se unificarán los imperfectos Sicad i y II (sin otros detalles
sobre su funcionamiento) a un TC aún desconocido (lo estimamos en Bs35/$) y (b)
se creará con una tasa de cambio de libre flotación ( en pro de eliminar el
paralelo) cuyo precio lo determinará el mercado ( inferimos será superior a Bs
35/$ y un poco menor de Bs 135/$) por intermedio de las Casas de bolsa; y del
cual tampoco se conocen detalles sobre su operatividad más allá de estarse
iniciando las pruebas técnicas de su plataforma. Sea oportuno destacar, que
luego de atender los requerimientos del 6,30Bs/$ el remanente que se destinará
a la nueva tasa única será marcadamente marginal en relación a las necesidades
de la economía; mientras que la tercera tasa dependerá, según se expresó, de la
participación divina como
complemento al retorno parcial de más de US$ 165.000 millones depositados por
“afortunados” venezolanos en el exterior (¡utopía por partida doble!).
A tenor de lo expresado, lo único que está
suficientemente claro es que se sucederán dos nuevas devaluaciones cuyos
recursos generados se incorporaran (sin la menor duda posible) al círculo vicioso del gasto público: se
recoge un circulante al elevar las TC (sin hacer lo propio con las tasas
pasivas de interés de la banca) monto que no es “esterilizado” como estrategia
para disminuir la presión de demanda (y de la inflación) sobre un ambiente de desabastecimiento
y escasez, sino que retorna al caudal del gasto público bajo distintas figuras,
como por ejemplo un pírrico aumento de los sueldos en un 15% (versus una
inflación superior al 64%) y de la procura de recursos para acciones de
populismo electoral; hasta que la improvisada gestión gubernamental “haga
necesaria” otra devaluación. Resulta una verdad de Perogrullo señalar, que el
aumento del gasto público en una economía dinámica y de progreso se convierte
en un multiplicador del bienestar, lo cual no se corresponde con la Venezuela
del presente.
Otras materias quedaron pendientes, y en lo posible
las abordaremos en próximos artículos, muy especialmente en lo que respecta a
la usencia de un modelo económico.
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