Por Christian
Burgazzi, 31/01/2015
Son muchos e
impredecibles los escenarios que puede ocurrir en Venezuela, ante la terrible
tragedia que sufrimos los que aquí sobrevivimos y los que han tenido que buscar
un mejor futuro lejos de esta tierra.
Todos, tirios y
troyanos, piensan que llegamos al llegadero. Mejor dicho, al atolladero. Pero
nadie sabe como superaremos este desastre causado por el régimen rojo, los
peores dos “gobiernos” de nuestra historia (y posiblemente del mundo, en este
momento).
Todos dicen
“algo tiene que pasar”. Probablemente lo que pase no se parecerá a nada de lo
ocurrido antes, aquí o en otros lugares, dado que es una situación inédita y
que los tiempos cambian y así los eventos históricos, que no se repiten como se
piensa.
Por lo tanto,
es imposible hacer predicciones, que en general se basan en experiencias
previas. Solo se pueden hacer “especulaciones”, más o menos imaginativas, que
no pueden llamarse escenarios, pero que pueden servir para pensar (y actuar si
fuera el caso).
A continuación
algunas especulaciones ilustrativas, sin entrar en consideraciones acerca de su
validez o probabilidad, más allá de “lo bueno, lo malo, lo feo, y lo peor”
Golpe o
Auto-Golpe
Demasiados
piensan, incluso algunos chavistas no maduristas, que la única manera de salir
de esto es un Golpe Militar. (Al parecer muchos de nuestros exiliados al norte
reciben y divulgan datos “confidenciales” de las conspiraciones y tienen acceso
privilegiado a “secretos” como los del espía Salazar).
No está claro
de parte de quién sería el Golpe, pero hay quienes aseguran que serán militares
del mismo régimen, u otros militares “salvadores de la patria” o incluso
milicos radicales que ven como en manos de Maduro se pierde la revolución.
Rumores van y vienen, con nombres y conjeturas (“jodieron a Cabello para
sacarlo de la jugada”).
Se argumenta
que para que esto ocurra debe agitarse la calle a niveles insostenibles.
Hace un año de
este cuento.
Por cierto,
algunos coinciden en pensar que esta es la “solución” preferida por Maduro,
para soltar la papa hirviente heredada, y que por eso se la ha pasado más
afuera que aquí, rogando que le cumplan su profecía de golpe y que no lo dejen
regresar. O pensando en enviar su renuncia vía Tuiter (ya no se usa el Fax como
cuando Fujimori) y asilarse quizás en Nicaragua (después del periplo mundial,
Cilia se dio cuenta que no le queda otro destino; hasta La Habana les cerró la
puerta).
Este escenario
especulativo del Golpe sería lo peor, ya que sumiría el país en un caos
mayor, sin perspectivas claras de recuperación sin violencia. En cualquier
caso, de ocurrir, no duraría ni tendría el resultado esperado por sus autores,
dado los tiempos que vive el mundo (miren a Putin), que cada vez más le tiene
el ojo puesto a Venezuela.
Además algunos
de los únicos que pudieran dar un Golpe no lucen tan interesados en salvar ni a
Maduro ni a Venezuela. Solo les importa el botín que siguen acumulando.
Inercia hacia
la nada
Ante la falta
de medidas, y mucho menos de cambio de rumbo, el país continua cuesta abajo en
la rodada, desbaratándose de manera cada vez más acelerada, hasta entrar en una
descomposición general, en el caos sin rumbo, del que nadie se salvará.
Es difícil
prefigurar y describir como será esta situación, pero se parece a la que ya
estamos viviendo en Venezuela, en una fase aún más grave, más aguda. Una
situación explosiva, que no necesariamente conlleve a otro Caracazo, sino a
múltiples conflictos, no necesariamente simultáneos, ni masivos, ni concentrado
en un mismo lugar, mas sí en toda la geografía nacional. Escasez terminal y
general. Inflación disparada. Gente desesperada, sin suficiente que comer. Sin
medicinas, ni acceso a la salud. Agitación continua, de baja intensidad,
protestas aisladas, dispersas. Tensiones en las calles. Enfrentamientos entre
civiles. Saqueos puntuales, asaltos a hoteles, restaurantes o lugares donde se
supone queda comida, riñas colectivas, turbas desatadas, quemas, destrucción.
Violencia. Muerte.
Perdida
progresiva de control social, anomia, que puede desembocar en la salida de los
militares a la calle para intentar reestablecer el orden, y no para tomar el
poder, a diferencia del escenario anterior. Se trataría de represión masiva por
parte del régimen que intentaría conservar el poder, quizás accediendo a
realizar algún cambio, que al final resultaría de forma, y no de fondo.
Seguiría el caos creciente.
Este escenario
especulativo sería lo feo. Horrible de imaginarse.
Muchos de los
que puedan saldrían despavoridos del país.
El apellido
“salvador”
La crisis puede
llevar a situaciones imprevistas, no necesariamente planificadas, como esta
especulación. Ante el fracaso de Maduro y el temor de perder el poder, los
chavistas más duros podrían intentar una “solución democrática”, obligando a
Maduro a renunciar en el momento que tengan preparada la jugada de convocar
elecciones presidenciales (30 días después de la renuncia, durante los cuales
quedaría al mando el Vicepresidente), dentro de unos meses, haciéndolas
coincidir con la elecciones parlamentarias, adelantándolas de ser necesario,
con el beneplácito de su CNE.
Esta jugada se
basaría en la candidatura presidencial de la hija verdadera del difunto (la que
está en la ONU en NY, NY, “preparándose” como creen algunos), quien, con
su apellido “salvador del pueblo”, vendría al rescate del “autentico” legado de
su padre, que el “hijo” bobo no pudo mantener.
En este
escenario especulativo el chavismo intentaría mantener la presidencia,
apostando con su hija no solo a la imagen del “líder eterno”, antes que se
desvanezca del todo, sino a que surjan varios candidatos presidenciales
del lado democrático, agarrados fuera de base para acordar la unidad (quizás no
habría tiempo para primarias), y a reducir la magnitud de la probable derrota
del régimen en las elecciones parlamentarias, amarrando votos rojos en combo,
convocando las dos elecciones el mismo día.
Esta
especulación, de resultar, sería lo malo, lo pésimo, para todos. Barrer la
crisis debajo de la alfombra, solo alargaría la mecha de una bomba social que
puede terminar siendo aun más devastadora.
No hay
Alka-Seltzer
Obviamente
todos los demócratas venezolanos, incluyendo a muchos de los que alguna vez
creyeron en la ilusión roja, esperamos un final feliz, aunque no tengamos ni
idea de cómo podría ser, ni de como lograrlo.
Muchos desean
un final feliz y rápido. Lo cual suelen ser deseos encontrados,
contradictorios. No hay muchos finales felices instantáneos, que no sean
ilusorios.
Se dirá que 15
años son “mucho con demasiado”, pero en términos históricos no es
necesariamente así. Aunque es cierto que los 15 años anteriores también fueron
bastantes desastrosos, por lo que Venezuela de hecho lleva perdida una
generación completa. ¡Terrible!
Una de las
condiciones para que un final sea en verdad feliz es que sea duradero. Que
resuelva los problemas de la gente y les brinde oportunidades reales de
prosperidad, con visión de largo plazo, sin improvisaciones ni retrocesos.
Esto supone,
sine qua non, que la sociedad haya aprendido las lecciones de estos 30 años
perdidos. Y lamentablemente, no parece ser así. Pocos partidos se han dedicado
a la tarea principal de los políticos: contribuir a que la gente aprenda de la
experiencia, saque lecciones de lo vivido, de las consecuencia de sus
decisiones y elecciones, de cómo alcanzar la prosperidad duradera, cambiando su
manera de ver al mundo y de pensar su relación con la vida, la economía, la
libertad, el poder y la política.
Esto es
complejo, pero el riesgo de no aprender las lecciones es volver a fracasar.
Este escenario
especulativo, para que sea lo bueno, implicaría no atropellar los tiempos;
por varias razones. En primer lugar, a pesar de lo duro que resulte, el régimen
debe terminar de asumir por completo las consecuencias de su desastre. La
desesperación no es buena consejera. No se debe sacar las castañas del fuego al
régimen. Por otra parte, los tiempo para un cambio democrático no son cuestión
de buenos deseos, están establecidos, y el tiempo suele pasar más rápido de lo
que nos imaginamos. El tiempo de aquí a las elecciones parlamentarias que se
acercan (quizás en unos 6-7 meses, si las adelantan como dicen), debe ser
aprovechado para educar a la población acerca de los aprendizaje que esta
fallida experiencia nos deja.
Las próximas
elecciones parlamentarias pueden ser una gran oportunidad si las fuerzas
democráticas van unidas y trabajan en conjunto. Pueden pasar a dominar la
Asamblea Nacional hasta con los dos tercios de los diputados, lo cual ofrecería
muchas posibilidades para el cambio democrático, no violento.
Y sí, sí se
puede con todo y este CNE.
Ningún árbitro
te salva si te meten una paliza de 7 a 1 como Alemania a Brasil en su casa.
Aunque ganar
abrumadoramente la Asamblea no suponga la salida inmediata de Maduro, sí
implica el despido del actual presidente de la Asamblea y un cambio de correlación
de fuerzas determinante para que este escenario especulativo resulte finalmente
todo lo bueno y duradero que deseamos que sea.
La siguiente
oportunidad en la ruta constitucional democrática para recuperar a Venezuela
sería a más tardar en el 2016, con el Revocatorio presidencial, si es que a
Maduro no lo renuncian antes, una vez que pierda la Asamblea por paliza y sus
secuaces abandonen el barco en estampida.
Todo puede
pasar, incluso una combinación o secuencia de varias o todas las especulaciones
anteriores.
Pero para las
fuerzas democráticas es clave definir cuáles escenarios pueden lograr construir
y cuáles especulaciones están fuera de su ámbito de control.
Y en muchos
ámbitos suele ser mejor lento y seguro que rápido y furioso.
En cualquier
caso, los finales buenos, bonitos y felices, no son baratos ni instantáneos
como el Alka-Seltzer (que no hay).
Christian Burgazzi
@cburgazzi
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