Por Luis Ugalde
Las rivalidades
políticas son un hecho, y la solidaridad, una necesidad de vida o muerte. No
tendremos república si no sabemos combinar las dos cosas, y no habrá vida si
nuestra solidaridad efectiva no es capaz de trascender las fronteras de las
rivalidades y de los rechazos políticos. La Presidencia de la Conferencia
Episcopal en mensaje reciente invita a cada venezolano a sacar lo mejor de sí,
a construir puentes y cruzar alambradas de desconocimiento y odio. La vía
política para el encuentro nacional está llena de barricadas y sembrada de
minas que matan a quien se atreva a cruzarlas para dar la mano al que está al
otro lado. Ahora todos vivimos mal y la miseria es creciente; excepto los pocos
que, saqueando al país, se hicieron millonarios en dólares.
En este documento episcopal
la Iglesia nos pone ante los ojos el ejemplo de Jesús con los necesitados y nos
invita a “atender a quienes en nuestro país están sufriendo por las graves
carencias de alimentos y medicinas, la violencia y la inseguridad”, y reafirmar
“con gestos concretos la solidaridad entre todos como hermanos”.
En circunstancias normales nos limitamos a exigir a los políticos de diverso signo que colaboren y lleguen a acuerdos fundamentales para que Venezuela pueda seguir viviendo. También exigimos que el gobierno se abra al juego democrático y libere a la Constitución secuestrada. Eso está bien. Pero en grandes emergencias como la actual todos tenemos que salir de nuestra casa al encuentro del otro; no solo los políticos. Cuando la “tragedia de Vargas” la gente salió corriendo a aportar, a organizarse para el rescate de vidas y la alimentación en los refugios. No esperamos a que los políticos nos encabezaran, ni hicimos cálculos que separan a los “míos” de los “otros”. Las desgracias exigen milagros humanos y producen transformaciones que cambian la vida y la comodidad cotidiana.
La Iglesia, recogiendo el
sentimiento de los venezolanos en esta catástrofe mayor, nos llama a salir a ayudarnos
en solidaridad, venciendo “la violencia, la resignación y la desesperanza”.
Convertirnos en “sujetos conscientes de nuestra propia y calamitosa realidad”.
Pacíficos sí, pero activados para “actuar como protagonistas de las
transformaciones de nuestra historia y nuestra cultura”. Hay que rezar, pero no
basta rezar. “¡El Evangelio nos reclama eficacia!”.
Todos, movilizados y
organizados, tenemos que hacer mañana lo que todavía no estamos haciendo hoy.
“Los dirigentes políticos, sociales, empresariales, gremiales y religiosos
estamos llamados a dar testimonio tangible de responsabilidad y de compromiso
de amor a nuestra patria”. Este es un clamor nacional apartidista y como tal
requiere apertura de las autoridades. “El gobierno debe favorecer todas las
formas de ayuda a los ciudadanos. Es apremiante la autorización a instituciones
privadas del país, como Cáritas y otros programas de diferentes confesiones
religiosas, que no nos metemos en la diatriba política, sino que servimos
directamente a los más necesitados, para que podamos traer alimentos, medicinas
y otros insumos necesarios, provenientes de ayudas nacionales o internacionales
y organizar redes de distribución a fin de satisfacer las urgentes necesidades
de la gente”. Millones de venezolanos movilizados con solidaridad para
compartir lo que podamos. Esto requiere organización, mucha organización,
semáforos verdes de parte del gobierno, y conciencia para no degradar el amor y
la solidaridad en pequeñas jugarretas politiqueras interesadas. Esperamos que
prevalezca la sensatez y la generosidad y se active todo esto cuanto antes.
Desde luego, eso no
sustituye las grandes tareas de desbloqueo y de cambio político
civilizado. “Los poderes públicos deben respetarse entre sí y articularse a
favor de la nación. Lo contrario, el irrespeto y la permanente confrontación
entre ellos, va en detrimento de la posibilidad real de solucionar los
problemas que nos afectan a todos. Concretamente, el Poder Ejecutivo y la
Asamblea Nacional, a más de respetarse y actuar según su respectiva autonomía,
reconociendo el papel que a cada uno les corresponde, están llamados a dar al
pueblo ejemplo, de ‘encuentro y diálogo’ a favor de la convivencia nacional” y
“buscar, de manera conjunta, soluciones, que el pueblo reclama, a problemas de
vital importancia”.
El reto y la llamada a la
conciencia están servidos y a quien no responda, Dios y la patria le
pedirán cuentas.
13-05-16
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