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martes, 21 de junio de 2016

Inés Quintero: “Hay un ADN republicano en la sociedad venezolana”


Por Hugo Prieto


En una nueva campanada, las academias se han pronunciado ante la grave crisis por la que atraviesa el país. Han hecho público un comunicado en el que alertan a los venezolanos y a los “poderes públicos”. No ha habido un solo sector de la vida nacional que haya pasado inadvertido. Desde la economía hasta la inseguridad personal, pasando por la educación y los riesgos ambientales. La crisis es de tal magnitud que “es preciso recurrir al soberano para que se exprese libremente, dentro del marco de la Constitución”.

Pero hay un punto en particular sobre el cual Prodavinci ha querido indagar. Se trata del  “uso que se hace de la historia y de los peligros que entraña para la conciencia de los venezolanos”. ¿A qué ideas políticas e ideológicas remite esta frase? Lo que sigue bajo estas líneas es la visión de Inés Quintero, quien suscribe el comunicado de las academias, en su condición de directora de la Academia de la Historia. Su visión es claramente optimista. Pero no por una motivación anímica solamente. Hay razones y antecedentes. El deseo manifiesto de los ciudadanos de proteger y ampliar, a lo largo de 200 años, los derechos civiles y políticos. El sello de los valores republicanos como parte del ADN de la sociedad venezolana.


¿A qué peligros hace mención el comunicado?

La historia se ha usado, históricamente, en muchas partes del planeta. No es una novedad. Obviamente, existe una relación entre la historia y la política. El problema es cuando el poder fuerza las teclas y lo que sale de ahí y la forma en que la sociedad se relaciona con eso. Alrededor de la figura de Bolívar, por ejemplo, se han incorporado muchísimos recursos simbólicos que han influido en la vida de los venezolanos. Lo hizo Guzmán Blanco, lo hizo Juan Vicente Gómez. Pero ocurre que la sociedad actual es muy distinta a la que había en esos años, entre otras cosas, porque existe una historiografía profesional, existen espacios críticos, existe una formación y una cultura política. Hay, digamos, mayor resistencia ante el uso que se puede hacer de la historia. Que se pretenda convertir la figura de Bolívar en un comodín, por ejemplo, genera respuestas porque sencillamente existe una visión crítica, analítica, frente a lo que ocurrió en el pasado. Funcionan otros códigos muy diferentes al de la aceptación… al “Mira, si tú lo dices”, ¿no?

¿Pero es sólo el ícono de Simón Bolívar o hay más personajes en escena?

Digo el de Bolívar porque es el más visible y el más recurrente. El que ha tenido mayor permanencia y sobre todo porque los usos han sido inauditos. Bolívar sirve para justificar la dictadura de Gómez y el nacimiento del PSUV. ¡Ya va! No puede ser que el santo dé para todo. Debe haber una manera de abordarlo desde la historia, que permita un análisis crítico, una visión contextualizada y, especialmente, un debate. Lo esencial, creo, no es que se siga usando, porque eso va ocurrir, sino que tú tengas la posibilidad de disentir. ¿Cómo es eso que a Bolívar se le usa para cambiarle el nombre al país? Una cosa extrema y ahora resulta que ésta es la República Bolivariana de Venezuela. ¿A cuenta de qué? ¿A cuenta de qué todos los venezolanos empezaron a ser bolivarianos?

¿Usted advierte alguna diferencia entre el uso que hizo Chávez de Bolívar y el que hace Nicolás Maduro?

En el caso de Maduro es una prolongación de una plataforma ya elaborada. Está utilizando el mismo recurso sin la misma frondosidad, algo mucho más plano, mucho menos creativo y más copia de lo anterior. Imagínate tú, ¡Bolívar socialista! No se necesita ser historiador para saber que estás forzando las teclas. En los tiempos de Bolívar, el socialismo ni siquiera existía como posibilidad política. Y así, sin más, lo asocian con los CLAP, con el modelo cambiario y el territorio Esequibo. Bolívar termina siendo el comodín que, a falta de elaboración política, de doctrina, de respuestas, se asocia a la realidad, pero sin ningún sentido.

Por otro lado está la tesis de Carrera Damas, las críticas que ha hecho Elías Pino Iturrieta. No hay de dónde agarrarse y parece que Bolívar es el gran culpable de todo.

Pero para nada. La tesis de Carrera Damas [El culto a Bolívar] es un análisis crítico de la forma en la que los venezolanos nos relacionamos con el Libertador. Pero no solamente Carrera Damas, Luis Castro Leyva, Elías Pino, Manuel Caballero, incluso yo misma, junto con Vladimir Acosta, tengo un trabajo, que es una visión crítica. Hasta Carlos Marx se metió con Bolívar y escribió una biografía funesta, absolutamente pasional. Bolívar pudo haber puesto la torta, pero ése no es el punto. Bolívar es un hombre político, que actuó de acuerdo a las necesidades de su tiempo. Hay un Bolívar enardecido, el de la Sociedad Patriótica, 300 años no bastan, y otro Bolívar, el de la dictadura, en el (19)28. ¿Cómo a ese mismo personaje se le va a encasillar para convertirlo en el fundamento de la revolución bolivariana? Si no tienes un discurso justificador de esa revolución, tienes que acudir a uno que está en la memoria, en el disco duro del venezolano. Se apela comodín, el que utilizó Guzmán, el que utilizó Gómez, el que utilizó  López Contreras con las Cívicas Bolivarianas, la Semana de la Patria de Pérez Jiménez.

Todo símbolo tiene un valor político, un valor ideológico.

Absolutamente. El punto está en que se pretenda uniformar a toda la sociedad dentro de ese símbolo. Y pensar, además, que no va haber disenso. Y que quienes disentimos somos oligarcas, antipatriotas, antiimperialistas. No. Yo tengo una lectura de Bolívar que pude haber construido por mí misma, crítica, reflexiva, a partir de mis propias conclusiones. Si reúnes a 14 historiadores, por decir algo, a Elías Pino, Alejandro Mendible, a jóvenes y no tan jóvenes, no va haber consenso alrededor de la figura de Bolívar. ¿Cómo se puede uniformar la concepción de Bolívar para llegar a la conclusión de que el tipo era revolucionario, socialista, defensor de los oprimidos? No hay nada original, a no ser que Bolívar sea el creador del PSUV.

Aquí hay mucha gente que asocia el militarismo, el autoritarismo con la figura de Bolívar y por esa vía, quizás mediante la elaboración de un silogismo, con lo que nos está pasando actualmente.

Bolívar fue, esencialmente, un hombre de armas. La guerra de independencia no se hace ni de “téngase la bondad ni de por favor”, como lo escribió en una carta. No, no, había que echar tiros. Pero eso no lo convierte en el modelo militar. Napoleón tuvo una actuación militar, Páez la tuvo, Sucre también. Hay muchísimos hombres que actuaron militarmente y eso no los convierte en fuentes de quienes posteriormente piensan que sean los militares los que detenten el control del país.

El planteamiento que hago va por otra vía. Aquí hay un sector de la sociedad venezolana, que se asume de oposición, que piensa que si dejamos de hablar de Bolívar podemos construir un país más civilista.

Yo creo que quienes pensamos que Venezuela tiene una historia civil no estamos contraponiendo a Bolívar a esa historia civil. Son cosas independientes una de la otra. El punto está en que la historia, generalmente, se ha escrito desde la práctica del poder. Una cosa es lo que a uno le enseñan en el colegio, —quiénes fueron los héroes de la Independencia, quiénes fueron los presidentes— y otra es la participación de una población que demandó y exigió la vigencia de las libertades públicas, pero esos actores no aparecen en la historia. Si ves, por ejemplo, a un personaje como Juan Germán Roscio, como Fermín Toro o Santos Michelena [en el siglo XIX] como Mario Briceño Iragorry o Leoncio Martínez [en el siglo XX], ves a una cantidad de figuras que fueron protagonistas de luchas ciudadanas, por no decir civiles. Pero la historia, por la forma de entenderla (que tiene que ver con la épica, con lo público, con lo político) se fue detrás del poder. Pero los historiadores hemos hecho un esfuerzo enorme por hacer ver que existe una sociedad que actúa, que repele, que reacciona frente a los abusos del poder, en distintas épocas.

Me voy a anticipar a lo que pudiera decirme, Inés Quintero. “Es que la sociedad venezolana es así porque le gusta victimizarse, le gusta buscar a un culpable y lo militar y lo civil son agua y aceite”.

Para nada. En lo absoluto. No, no. Lo que quiero decir es que el relato, por el tema de la construcción de la nación, entre otras cosas, ha privilegiado determinado tipo de hechos. Y me referí a la forma en que se imparte la historia en la escuela porque es algo que la gente puede identificar claramente.

Voy a plantearlo de esta manera. Ocurre el 4 de febrero y la gente dice: aquí está el tipo, vestido de militar, proviene de una institución que en ese momento goza de aceptabilidad en la opinión pública. Digamos, está en primer plano. Pero otros personajes del mundo civil, aparecen bien lejos, quizás en la línea del horizonte. ¿Allí no falló la sociedad venezolana en la forma de verse a sí misma? ¿En construirse de otra forma?

No. Porque justamente se ha construido de otra forma. Sí, es cierto, hubo gente que dijo el 4 de febrero “ahí está el tipo”, pero también hubo gente que rechazó vehementemente esa situación y durante 17 años ha sido de una consecuencia (Inés Quintero golpea la palma de su mano derecha con el dorso de su mano izquierda)  y no, y no, y no… y voto, y marcho, y protesto, y firmo…

Y más nunca

Ahí está el ejemplo de Manuel Caballero. Y no sólo su voz, sino la de muchísimos venezolanos que, desde el primer momento, dijeron: “no pana, yo con estos tipos no me retrato. A este autobús, yo no me subo”. Hubo otros que sí. Pero no creo que el punto sea una falla de la sociedad, sino con los procesos de construcción de memoria, que es algo muy complicado. La memoria se construye, digamos, para establecer los lugares comunes del pasado. Y eso se hace con figuras, con hechos, sobre los cuales hay consensos. Bolívar es uno de ellos. Porque en un momento determinado se necesitaba construir una historia a partir de un héroe único.

Digamos que al poder blando —los medios de comunicación, las universidades, las academias—, que en buena medida traduce al poder real, fáctico, tampoco le ha resultado de interés la civilidad, sino más bien fortalecer los mitos y con ellos los lugares comunes

Eso es muy cómodo, pero yo creo que es muy difícil generalizar. Seguramente habrá períodos históricos donde esto funcione más homogéneamente. Pero en esa dinámica, en esa relación, uno también puede, si hace el esfuerzo, advertir las disidencias, los reparos, los rechazos. Entonces, resulta más fácil recurrir a lo épico que a la continuidad del esfuerzo ciudadano de ruptura o de rechazo al autoritarismo, a la imposición, al militarismo. Mucho más fácil es construir una historia de fanfarreas que de letricas.

                             Inés Quintero retratada por Andrés Kerese

Pero la historia, ¿No la escriben los que triunfan?

Pero eso ya no se cumple tan fácil. A mí me parece que hay que hacer una diferencia importante. El hecho de que exista una práctica y un discurso que da cuenta del abuso del poder, del militarismo, de desaprensión a las exigencias ciudadanas, de “agarrate que voy con todo”, independientemente de que esto exista, y de que la lectura se vaya hacia allí, en lo que yo insisto es que si haces una análisis mucho más crítico de esa realidad, adviertes que no es tan uniforme. Desde el siglo XIX, porque no me voy a meter con la Colonia, si ha habido una constante en la sociedad venezolana, es la defensa de los valores republicanos, de su amplitud y protección. Que no tengas éxito en ciertas ocasiones, no quiere decir que no existan. Hay un ADN republicano en la sociedad venezolana. Eso implica que la gente diga: “yo no estoy con esta opción política, ¿Por qué? Porque yo creo que la voluntad política debe expresarse desde los cánones de la ciudadanía”. 

¿Realmente cree que existe ese ADN? ¿Si me meto a forense y hago una disección hasta lo más recóndito del venezolano me voy a encontrar con eso?
Absolutamente, porque de lo contrario no se explica que durante 200 años, digamos, desde que se estableció la República, y en cualquier momento histórico al que te aproximes, adviertas la presencia de venezolanos que están en actitud de disensión frente al abuso del poder, luchando por la vigencia de los derechos políticos y los derechos civiles. Quizás, en ciertos momentos, no sean mayoría, pero están allí.

                             Inés Quintero retratada por Andrés Kerese

Quizás mi visión sea la de un escéptico. Pero a lo largo de estos 17 años hemos pasado por momentos muy críticos, momentos en que, como dicen los historiadores, está en juego la República. Y sin embargo, el chavismo ha demostrado que está dispuesto a darle una patada al tablero, porque su objetivo último es permanecer en el poder. ¿Si tenemos ese tic, ese ADN, por qué no hemos podido encontrar una salida al conflicto político?

Porque no es fácil, porque no hay un ADN puro, porque el gran drama es que eso es diverso, con distintas miradas, con distintos componentes, lo que dificultad el acuerdo. En cambio, el autoritarismo es un solo tubo, no admite disensiones, no admite réplicas. La única opción es la obsecuencia. “Es como yo digo y ya, punto”. En cambio, la condición ciudadana, en los valores republicanos, es la disensión, el debate, el respeto al otro. Son otros elementos. Obviamente, es un camino mucho más complejo. Pero es el que tiene sentido, porque yo tampoco quiero que me digan “se es republicano de esta manera, de esta forma y con estos ingredientes”. No, un momento. ¿Qué pienso yo como historiadora? ¡Ah!, este es mi punto de vista. Yo soy de un optimismo extremo, porque la historia me dice a mí que los venezolanos hemos salido de todos los patuques y hemos salido con bien. No lo puedo ver de otra manera. La independencia, ese paquete, la monarquía, plomo parejo, el desmantelamiento de la sociedad, mataron a los caballos, mataron a las vacas, una situación pavorosa. Se terminó y salimos. Y luego vino la libertad de expresión y vamos a votar, la Guerra Federal, que no fue ni sombra de la guerra de Independencia, el gomecismo, ¡27 años de un mandón excelso! Y a su muerte hay un estallido de los partidos políticos, de la organización social. ¿Cómo se explica eso? Porque lo previsible era, luego de ese sometimiento y de esa oscurana, y de esa manera de contener a la sociedad, por la vía del miedo, de la persecución y de la represión, que la gente se quedara calladita. 

No. Se armó un pandemonio y la gente a la plaza el 14 de febrero.  ¿Y de dónde salió esa gente?

¿Usted cree que ese episodio de efervescencia va a estallar?

¡Es que está vivo! No ha claudicado. Ese episodio se ha expresado, de mil maneras, en lo individual, en lo colectivo, con logros y reveses. La gente marchando, la gente votando, la gente firmando. ¿Por qué la gente votó el 6 de diciembre? Por aquí “pa’lante es pa’alla”. Vamos a votar. Con toda una expectativa legítima, sin que los bozalearan, sin que los llevaran en autobús, sin que los fueran correteando.

¿Qué me diría a mí la historia, con el conocimiento tan precario que …
… No te vayas a meter en un enredo.

Se muere Gómez y se produce una transición que termina en una efervescencia social y política que, a su vez, conduce al trienio adeco y al golpe del 48. Se abre el paréntesis dictatorial de Pérez y Jiménez y se cierra con el 23 de enero, con la búsqueda de un modus vivendi democrático que ha resultado muy difícil de construir. ¿Y ahora? ¿Usted cree que esto va a terminar de forma pacífica? ¿Por la vía electoral y constitucional?

No sé si va a hacer así. Pero lo que ha demostrado la sociedad venezolana históricamente, y eso lo decía Manuel Caballero [todo el siglo XX sin una guerra], es que nos hemos construido de una forma pacífica. Todo este proceso, que ha sido tan pugnas, marcado por la polarización, donde ha habido mucha violencia verbal, ¿pero cuál ha sido la carga de violencia política? Aquí, ciertamente, ha habido mucha violencia social, muchos homicidios, pero eso es algo que tiene que ver con la impunidad y la ausencia de justicia. Lo que quiero enfatizar es que diferencia del siglo XIX, la sociedad venezolana ha lidiado con su proceso de transformación, durante todo el siglo XX, de una manera distinta. Seguramente, ha sido mucho más complejo, mucho más difícil. A diferencia de Colombia, por ejemplo, donde la cosa ha sido diferente. ¡Pam, mataron a Gaitán! ¡Pam, mataron a Pizarro! ¡Pam, mataron a este y pam mataron a aquel! Salvo el caso de Delgado Chalboud, aquí no ha habido esa cantidad de magnicidios. Y eso te dice algo, ¿no? Digamos, de la manera en que hemos enfrentado los problemas, los conflictos, los procesos.

Aun es muy temprano para hacer un balance del chavismo, ¿pero que podría rescatarse de este período de pugnacidad política, de profunda polarización?
El motivo de la historia no es que rescato o dejo por fuera. Es un paquete, con todas sus partes. Yo sí creo que hay propuestas. Alguien que viene de la Universidad Central de Venezuela, que ha estudiado la historia, no puede ser indiferente ante los problemas sociales del país. Que tú pongas el foco en los problemas sociales es muy importante. El problema está en la manera de ejecutarlo. El drama de Venezuela son los grandes problemas sociales. Pero lo que no puedo admitir —¡pero porque no!— es que eso sea a cambio de lealtad política. Porque entonces el problema desaparece y se convierte en una perversión. Aquí hay un problema de vivienda… claro que lo hay. Aquí hay un problema de salud… claro que lo hay. Aquí hay tantos problemas… claro que lo hay. Entonces, yo voy a poner todo mi esfuerzo en esa dirección, pero sólo si tú te pones una camisa roja y estás conmigo. No. Eso es inadmisible y lo que pervierte ese proyecto. Es la perversión mayúscula del sistema clientelar.

19-06-16




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