Ismael Pérez Vigil,
05/08/2016
Hay algo que
evidenciamos día a día en nuestro país por parte del gobierno y sus voceros.
La oposición
democrática al régimen chavista-madurista, a través de la MUD inició un proceso
para convocar el referendo revocatorio del mandato de Nicolás Maduro, de
acuerdo a los parámetros que establece la Constitución Nacional.
Después de esperar más
de un mes por la planilla establecida por el CNE para recoger las firmas, la
MUD recogió el día que fue entregada y durante varios días más de dos millones
y medio de firmas de venezolanos que autorizamos a esta organización para que,
en nuestro nombre, solicite que se recojan por lo menos el 20% de las firmas de
los inscritos en el CNE para revocar el mandato del actual Presidente de la
República. Es decir, la acción ciudadana espontánea se tradujo en la
consignación de más de dos millones y medio de las firmas requeridas.
Todo el país fue
testigo del enorme y exitoso esfuerzo realizado por la oposición para recoger
dichas firmas. Hemos sido también testigos de las múltiples trabas y retrasos
que el CNE ha interpuesto al proceso. También hemos escuchado a voceros del
Gobierno–el Presidente Maduro, Jorge Rodriguez y Diosdado Cabello, entre otros–
proferir amenazas, intimidaciones e insultos a los firmantes o referirse con
sarcasmo a las dificultades que afrontaba la oposición. Todos hemos sido
también testigos de las múltiples demandas y amparos interpuestos por
seguidores del Gobierno para impedir e intentar bloquear el referendo
revocatorio. El país, todo, ha sido también testigo del pesar de la rectora
principal del CNE anunciando que se habían validado el 1% de las firmas en los
24 estados del país.
Sorteando y venciendo
abusos, trabas, amedrentamiento, amenazas que convirtieron la gesta ciudadana –acompañada
del liderazgo opositor– en una épica libertaria, más de cuatrocientos mil
venezolanos válidamente reafirmaron su voluntad para autorizar a la MUD para
iniciar el proceso revocatorio; muchos más del 1% requerido, a pesar de de
todos los intentos del Gobierno y el CNE para impedirlo.
Sin embargo, el país ha
escuchado de parte de calificados voceros del Gobierno destempladas
afirmaciones del siguiente talante: que esa recolección y validación de firmas
es el “más gigantesco fraude en la historia electoral del país”; y que debido a
ese supuesto fraude, el proceso revocatorio está “muerto” legalmente. Otro
vocero afirmó: “La MUD no quiere referendo revocatorio porque no consignó los
recaudos en el lapso establecido”; otro ejemplo: “¡El revocatorio es para
revocar a gobiernos oligárquicos y no gobiernos populares, democráticos, como
el que (Nicolás Maduro) preside! El artículo 350 es para rebelarse contra las
oligarquías, como lo hicimos el 13 de abril”.
Para efectos de esta
nota, en verdad no importa mucho quien dijo cada frase, todos sabemos que se
trata de muy altos voceros del régimen, lo que realmente importa es el sentido
de esas palabras.
La “reversión del
discurso” –así lo llama la Profesora Graciela Soriano de García Pelayo–, es
tomar las palabras y los hechos del otro y voltearlos, para acusarlo a él de
aquello que tú haces. Simplemente, decir por ejemplo, que son los otros, los
denunciantes de un hecho, los que hacen las cosas que están denunciando.
Buenos ejemplos de la
reversión del discurso son: encarcelar y enjuiciar a manifestantes opositores,
acusándolos de violentos, cuando todos vimos a la Guardia Nacional y a la
Policía Bolivariana gasear y agredir a los manifestantes; tener –de acuerdo con
las agencias especializadas– el gobierno más corrupto del mundo y que éste
llame ladrones a los demás. Ser golpista confeso y rasgarse las vestiduras
acusando y denunciando como golpista y traidor a la patria a “alguien” que
supuestamente quiere darle un golpe de estado.
En materia de
“reversión del discurso” se dice que los comunistas, los fascistas y los
nazis–es decir, todos los totalitarios– eran y son unos expertos. Manejan,
magistralmente, la propaganda y la agitación. Dos armas de una misma lucha.
Se entiende, dirán
algunos, pues tienen que mantener el poder a sangre y fuego y darle una
justificación ideológica a sus seguidores. No se puede reprimir y perseguir a
la gente, así, sin más; hay que tener una “razón” para hacerlo. Por eso, mienten,
ponen en boca de los demás lo que ellos dicen. Niegan lo que es evidente.
Exageran acciones, respaldos y apoyos. Traen a colación argumentos
inverosímiles, que de solo leerlos o escucharlos producen vértigo e
indignación.
Un ejemplo clásico de
“reversión del discurso” es afirmar que: "Yo entiendo que el presidente
Macri quiera pedir libertad para estos violentos, porque sé que uno de sus
primeros anuncios ha sido liberar a los responsables de las torturas,
desapariciones y asesinatos durante la dictadura en Argentina"… y en el
mismo discurso afirmar que "Usted está haciendo injerencismo (SIC) sobre
los asuntos de Venezuela", luego de que el Presidente de Argentina,
Mauricio Macri, pidiera, durante su intervención en la cumbre de Mercosur, la
liberación de los dirigentes opositores que se encuentran presos en el país.
Y así pudiéramos seguir
hasta el infinito, pero quizás el mejor ejemplo de la “reversión del discurso”
lo tenemos en las convocatorias al “dialogo” por la “paz y estabilidad del
país” que hace el Presidente de la República, tras insultar y perseguir a la
MUD y sus voceros, encarcelando opositores e incluso amenazando con destituir a
los representantes electos por la mayoría del pueblo en la Asamblea Nacional,
desconociendo e irrespetando la decisión soberana del pueblo venezolano y a los
venezolanos, sin admitir la grave situación de crisis económica y social que
estamos viviendo.
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