Por Kaisorak Madriz, 10/05/2016
Muchas familias o jóvenes parejas han debido dejar sus países de origen
para luchar por un futuro mejor, colocando su vida en tres maletas. A los
abuelos no les quedó más remedio que dejar y soltar las amarras para que la
transcendencia continúe su camino y por lo general, deben esperar meses por un
reencuentro.
No obstante, el contacto en general se mantiene, así sea en el modelo
del abuelo virtual procurando compartir con nuestras raíces el afecto. No ha de
extrañarnos que pasemos horas frente a la internet o el teléfono hablando con
nuestros abuelos y padres que viven en la distancia. Es común escuchar frases
como:.. “La nenita está hablando con mi mamá… Tú sabes que la abuela le cuenta
cuentos, de esos, viejísimos, que si tío Conejo y tío Tigre. Bueno ya tú sabes,
de esos cuentos de cuando estábamos chiquitos… Si chico la nenita allá está,
hablando por internet…” Los nietos disfrutan del espacio, y se hacen virtuosos
de la tecnología y los adultos procuramos llenar desde lo virtual el contacto
de piel que a veces falta.
En el país de origen, surge otra dinámica, el abuelo que se queda solo
ante la ausencia de la parrilla del domingo o las arepas con queso de la hija
bonita. Son los abuelos que esperan, pues viajar no siempre es una opción. Los
hijos y nietos pasan a ser los visitantes donde antes eran los residentes para
ver y abrazar a esos padres que quedan capturados por el tiempo y la distancia.
Después de la visita, ese abuelo se quedó para compartir con otros
abuelos pues lo que se volvió normal es que los hijos se le fueron y con ellos
los nietos, claridad de su transcendencia. El abuelo quedó huérfano y la
familia fragmentada por una distancia obligada que impide mantener ciertos
roles de lo cotidiano que no es suplantable por el recurso virtual. En nuestra
cultura esto afecta, en especial porque, en nuestro ser latino, es en la
familia que se mantiene la herencia, la identidad y el sentido de los que
somos. Así, el grupo ayuda a mantenerse en la distancia.
En una reunión de abuelos se encuentran estas amigas eternas:
“… María ¿y cuándo fue la última vez que supiste de Francisca? ¿Pudo
viajar para ver a la prole? … Antonieta, muchacha hubieses visto cómo lleno esa
maleta de chocolates, café y las chupetas que le encantan a la nieta…Andaba
alborotada preparando todo….Pues, yo hablé con los míos esta mañana, esos
muchachos se están poniendo preciosos, igualitos a Gerardo cuando estábamos
jóvenes…que de recuerdos… Así es, un día estamos jovencitos con los muchachitos
cargados y limpiándoles la cara los restos de mango y de un momento a otro
andamos viendo cuando los encontramos otra vez pero por el Skype ese … para
poder ver a los nietos…así es… si mija… así es…”.
Es por esto que cuando lo encuentros cara a cara se propician una
dinámica importante aparece. Los abuelos viajeros se preparan y contamos con la
suerte de recibirlos en el pasillo del aeropuerto. Cuánto agite implica. Los
abuelos con maletas, esos que viajan de un destino al otro para poder compartir
con los hijos y los nietos. Qué disfrute el contar con la mano dulce y arrugada
de la abuela, con la mirada y la sonrisa silente del abuelo, el abrazo pleno de
emociones que no puede ser transformado en palabras. En algunos de los casos no
es tan fácil, son esos abuelos que viajan aunque el miedo a los aviones esté
presente, por lo que un vasito de bebida espirituosa ayudará con los nervios
del zumbido de los motores del avión. Ese vértigo que se siente cuando el avión
levanta y como en la mayoría de los casos se acompaña de cuatro Padres Nuestros
y cuatro Ave María para que calme tanta taquicardia, pero bien vale ese aguante
pues está el consuelo de ver al hijo o la hija que se fue de casa.
En la familia se viven también procesos, se espera a este abuelo que se
vuelve el visitante de una temporada decembrina o de las vacaciones de verano.
Ese que después se transforma en el protagonista del hogar y se convierte en el
residente temporal de una dinámica familiar que necesita recibir la herencia,
una cultura, las historias de una infancia y las huellas de eso que nos hace
ser quienes somos, esa historia que nos da estructura, esa, la marca de lo
familiar que nos da identidad.
El abuelo es portador, sin saberlo, de una identidad necesaria para
trascender, en especial, cuando se vive como inmigrante en otras tierras bajo
otras culturas. Las historias, los cuentos, las recetas, los juegos, ese
contacto y esa mirada que queda como huella en los diferentes integrantes de la
familia. La función del abuelo no es fácil, por una parte es transmisor de una
historia y por otra es testigo silente de una dinámica familiar a la que en
forma directa no pertenece, por lo que la prudencia permite a cada uno ejercer
sus roles. El abuelo consiente al nieto y proporciona historia y el padre cría
y es quien pone los límites.
Las visitas terminan y el retorno es un hecho, para muchos se respira
profundo y se bendice. Se regresa al aeropuerto con la lágrima aguantada por un
adiós y un no sé si voy a volver a verte, que no se dice pero que sí se siente.
Para luego pasar a programar el próximo encuentro. De los abuelos que poco se
habla va hoy esta entrega, dignos de múltiples aplausos, pues hay que
considerar cómo son capaces de tolerar la artrosis, la presión arterial, la
angustia por la frecuencia cardiaca por más de 14 horas de vuelo, para luego
reiniciar otro ciclo y con su maleta repartirse por múltiples senderos
dependiendo de cuántos hijos tenga y dónde estos vivan. Finalmente, un honor y
un respeto al abuelo ausente que transciende a través del relato y las
historias que de él se cuentan.
Desde la posición de ser inmigrante, en general, se recomienda mantener
los lazos familiares, reconectar las relaciones parentales si estas han sido
difíciles, evaluar que su situación actual es diferente. En caso de mucha
dificultad puede ayudar orientarse con un especialista a fin de recuperar
vínculos que pueden ser sanos para usted y la familia.
Con un inmenso respeto por ustedes.
Tomado de:
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico