Trino Márquez 11 de agosto de 2016
@trinomarquezc
La
intervención de Tibisay Lucena el martes 9 de agosto perseguía un objetivo
principal: desmoralizar la oposición y crear un sentimiento en el cual se
mezclaran la frustración y la impotencia. El Poder Electoral mostró en el
escenario algunos de sus aliados importantes: un magistrado del TSJ que debería
estar pasando una larga temporada en El Rodeo, un periodista que perdió la
memoria y la vergüenza hace años, una profesora de ciencias infusas y algunos
rostros desconocidos que trataron de darle un toque de solemnidad a las
abstrusas explicaciones de la rectora. Se cuidaron de presentar a algún
generalote. Les dio pena, aunque tratándose de la atmósfera que buscaban crear,
habría calzado perfectamente.
La
señora Lucena se contradijo y anotó algunos autogoles. El calendario que
presentó saca las cuentas con ábaco. ¿Cómo el sistema automatizado biométrico
más moderno y costoso del mundo no puede realizar un referendo con una sola
pregunta cuya respuesta es Sí o No,
cuando hace tres años organizó una elección presidencial en apenas 35 días y
hace pocos meses validó, con certificado de calidad y todo, los diez millones
de firmas que le entregó Maduro para denunciar la ilegitimidad del Decreto
Obama? Antes de la inversión multimillonaria para automatizar los procesos
electorales, una década atrás, el CNE pudo cristalizar más de diez elecciones
nacionales, entre ellas la Constituyente, de alta complejidad. Ahora necesita
un siglo para un simple revocatorio.
Los
lapsos fijados por Tibisay no fueron decididos por ella y sus compañeras de cenáculo. La cara de las
otras rectoras era patética cuando oían la exposición de la presidenta: parecía
que les develaban códices mayas. Ellas mismas estaban enterándose de unas
fechas que desconocían. El cronograma parece haber sido resultado de una
transacción entre Maduro y los demás barones del PSUV, luego de evaluar el
contexto nacional e internacional. Lucena no descartó la posibilidad de
realizar el RR en 2016, solo sugirió que se realizaría en 2017. El alto mando
cívico-militar no pudo ignorar el fogueo al que está sometido el desprestigiado
gobierno del heredero.
Aunque
a Lucena no le gusta que la presionen (debió dedicarse a tocar el violoncelo),
se encuentra en medio de dos fuegos cruzados: las exigencias de la camarilla
gobernante, de la cual ella es pieza importante, representante de menos de 20%
del país; y las demandas de la MUD, que
sintetiza a dos tercios de la Asamblea Nacional y a 80% de los venezolanos que
tratan de salir del gobierno de Nicolás Maduro en los términos planteados en el
artículo 72 de la Constitución. Los planos desde los cuales actúan estas
fuerzas no son simétricos. El gobierno posee el control de todo el aparato del
Estado, excepto la AN. La oposición solo cuenta
con una fracción parlamentaria asediada por el Ejecutivo y el TSJ, y con
el descontento y la esperanza de la mayoría abrumadora de los venezolanos. El
CNE y Tibisay Lucena forman parte del status chavista y sólo cederán ante el
empuje popular que pueda desplegar la alternativa democrática. Si queremos RR
en 2016 habrá que desatar toda la energía contenida en ese núcleo.
Los
esfuerzos para que el RR cristalice este año tienen que mantenerse. La dirigencia opositora se
comprometió con esa meta y hay que agotar los esfuerzos por tratar de
alcanzarla. En esta búsqueda hay que incorporar a la gente. La marcha del 1 de
septiembre debe ser gigantesca.
Con
los anuncios de Lucena, el Gobierno se anotó una victoria parcial. Dio un paso
importante en el desplazamiento del RR para el 2017. Sin embargo, Maduro no
aseguró su permanencia hasta 2019, como ha pretendido a lo largo de estos años.
El RR se mantiene como opción válida. Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez,
quienes han reiterado que no habrá RR en 2016, en 2017, ni nunca jamás,
tuvieron que ceder frente a la realidad. Lucena fue la vocera de esta licencia,
lograda con presión.
Entramos
en un teatro de operaciones en el cual triunfará el factor que despliegue la
mayor cantidad de masa. Cuya onda expansiva llegue más lejos. Las elecciones de
la AN se lograron en medio de un torneo de fuerzas gigantesco. Ahora podría
ocurrir lo mismo. Se libra una batalla entre el poder establecido y el pueblo
descontento y hastiado. La MUD y Capriles respondieron con contundencia.
Tenemos que acompañarlos. No vale deprimirse.
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