THERESA NOBLE 10 de septiembre de 2016
Conozco
a varias personas a las que ha tomado de improviso la manera como el Papa
Francisco desafía a los fieles católicos, junto con los sacerdotes, los
religiosos y la jerarquía. Parece injusto cuando comparamos los desafíos
difíciles que plantea, y al mismo tiempo, el modo “soft” con el que se
relaciona con los que están fuera de la Iglesia.
Aunque
a veces me irrite, logro entender por qué elige hablar de ese modo. El
evangelio es el eje del pontificado de este papa, que es un
evangelizador nato, y al igual que Jesús, sabe cómo hacerlo. Las
personas de “dentro”, las que deberían conocer mejor todo, recibían siempre las
críticas aparentemente más ásperas por parte de Jesús, mientras que los
demás son tratados con dulzura. Es la diferencia entre la manera como un
padre trata a un hijo lejano, y como trata al hijo que sabe que escuchará el
consejo paterno.
El
motivo por el que el papa Francisco subraya estas cosas es, en primer
lugar, el hecho de que le importan nuestras almas. No quiere que la Iglesia
esté llena de “sepulcros blanqueados” que caminan como si estuvieran
haciendo lo correcto, pero en realidad por dentro están llenos de “huesos
de muertos” (Mt 23, 27). En segundo lugar, sabe que uno de los
antídotos más poderosos a que las personas abandonen la Iglesia es la conversión
y la santidad de los que creen.
Porque
los “sepulcros blanqueados” no son evangelistas realmente convincentes.
Como
ex atea, puedo deciros que Dios ha utilizado a muchas personas sanas para
volverme a traer a la Iglesia. Pero el demonio ha usado también a personas
con huellas de “fe tóxica” para alejarme de ella, y a veces las
personas actuaban tanto de una forma como de otra. A todos nos afecta en
nuestra capacidad de evangelizar porque somos pecadores, y todos tenemos
trazas de fe tóxica en nosotros. Si el diablo no logra alejarnos de
la Iglesia, lo intentará todo con tal de envenenar nuestra vida de fe.
Estos
son algunos signos de fe tóxica que he notado (no se trata de apuntar
con el dedo, sino de hacer todos, incluida yo, un examen de conciencia):
1.
El católico sin alegría. ¿Eres incapaz de
reír con los demás sobre cuestiones de fe, o de dejarlo estar en una discusión?
¿Tu fe es snob, escrupulosa y exigente, más que generosa, alegre
y abierta? Un test es considerar los post y comentarios que haces en
las redes sociales sobre temas religiosos. ¿En general son críticos y tienen un
tono amargo? ¿Juegas el rol del “policía católico” más que
el del “evangelizador católico”? En las redes sociales ¿sigues a
personas que son evangelizadoras, o más bien “policías”? Una fe que no
está llena de la alegría y la paz del Espíritu Santo no atraerá a los demás a
la luz de Cristo.
2.
El católico democrata/conservador. ¿Te resulta difícil
hablar de la fe sin sacar a colación la política? Creo que es algo que aleja de
verdad a los jóvenes de la Iglesia (sobre todo en Estados Unidos,
donde ningún partido representa adecuadamente el punto de vista
católico). Las personas obsesionadas con la política y que
hablan de sus opositores ideológicos de manera deshumanizada hacen un mal
servicio a su propia vida espiritual y a la de los demás. La política
es importante, pero cuando tiene la misma importancia que las
preocupaciones religiosas no nos hace actuar de modo poco caritativo, hay un
desequilibrio. Una sana distancia de la política (aunque
sigas comprometido) es el signo de un cristiano que cree
y confía en un Dios potente.
3. El
católico fariseo. ¿La fe para ti es un deber y un “hacer” más que
una transformación interior? Cuando hablas de la fe, ¿hablas de cosas
“exteriores” más que de conversión y de oración? Esto no es necesariamente
tóxico, pero puede serlo rápidamente. Cuando la oración y la relación
no son el centro de nuestra vida de fe, el diablo intentará que nos
concentremos en las cosas exteriores. La concentración en estas
preocupaciones externas puede volvernos rápidamente orgullosos y críticos,
lo que impide una relación significativa con Dios
e interacciones caritativas con los demás.
4.
El católico “nosotros contra ellos”.¿Logras mantener
una conversación sobre la fe sin mencionar las palabras “liberal” o
“conservador” o una de las otras tantas etiquetas que usamos para desacreditar
a quien no consideras digno de ser católico? ¿Hablas normalmente de las
personas o de los grupos a los que consideras enemigos ideológicos? Si
tu vida de fe se concentra en denigrar a las personas que actúan mal, entonces
eres tu el que actúa mal. Si hay un espíritu de división y crítico
subyacente a mucho de lo que haces o dices en tus círculos religiosos, puedes
estar seguro de que eso no viene del Espíritu Santo. La unidad es signo de
algo más grande, de algo sobrenatural. Cuando vivimos en el
espíritu de la unidad (diciendo siempre la verdad en la caridad), esto
ayuda a la gente a creer en Dios, porque es contrario a lo que piensa el
mundo (cfr. Jn 17, 20-21).
5.
El católico [pon tu la palabra]. ¿Pasas más tiempo pensando
en cuestiones sobre la fe que en tu relación con Jesús? Dios te pide que
trabajes por la justicia en muchos sectores distintos, pero no te pide que
hagas de las cuestiones de caridad, verdad o justicia, independientemente
de lo importantes que sean, el eje de tu vida. No hay nada en lo que
deberías centrarte por encima de tu relación con Dios. Si
esto es verdad en nuestra vida se ve en como vivimos nuestra pasión por las
cuestiones que Dios pone en nuestro corazón y en cómo tratamos a los
demás, independientemente de quienes sean.
¿Te
reconoces en algunas de estas descripciones?
Si es
así, no desesperes (¡o no mates al mensajero!)
Detente
un momento y pide ayuda a Dios en este campo. Lleva este tema a la confesión la
próxima vez que vayas al confesionario. Pide consejo a amigos en los que
confíes. Y en resumen, confía en que Dios está actuando en ti, como en cada uno
de nosotros, ayudándote a purificar tu fe para que puedas parecerte a Él.
¡Sólo
tienes que permanecer con Dios, y Él hará la mayor parte del trabajo!
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