Por Claudio Nazoa
Me considero obamista (¿se
dirá así?). Es decir, siento gran admiración por Barack Obama, ese presidentote
que tienen los norteamericanos.
Obama es un presidente
inteligente. El solo hecho de que en Estados Unidos, un hombre negro, nacido en
Hawai, haya sido elegido presidente dos veces, dice mucho.
Este magnífico ser humano
reúne cualidades difíciles de encontrar en los políticos, ya que ellos siempre
son sospechosos de alguna vaina mala.
Para comenzar, Obama es
simpático. Tiene lo que los esotéricos llaman: ángel. Con su pueblo habla lo
necesario. Es, además, un hombre con un sentido del humor auténtico, es decir,
su humor es espontáneo.
Barack Obama tiene el don de
ser comedido y casi siempre acertado en sus opiniones. No pierde el control.
Nunca, pero nunca, entra en polémica con otros gobernantes, sin importar que
alguno de ellos lo ofenda o insulte a Estados Unidos. ¡Incluso logró que un dictador,
de nombre Raúl Castro, bajara su cabeza ante él durante un saludo que le dio en
Panamá! (hay fotos).
Obama, además, está casado
con una adorable, inteligente, bella y elegante, primera dama: Michelle, quien
junto con sus dos hijas, forman el combo de simpatía que gobierna la Casa
Blanca.
Los norteamericanos, sin
importar del lado en que estén, ni quién es el presidente de turno, sienten
gran respeto hacia su mandatario. Cada vez que hace acto de presencia en
cualquier evento público, nadie, hasta donde yo sé, lo abuchea o cacerolea.
Cuando un nuevo presidente
llega a la Casa Blanca, no cambian a los miembros del servicio secreto, ni a
los cocineros, ni a los embajadores, ni a los porteros, ni al piloto del avión,
ni al chófer del carro. Ese equipo no es republicano ni demócrata. Ellos están
allí para trabajar con el presidente, sea quien sea.
Cuando un presidente
norteamericano se porta mal, como hizo Richard Nixon, lo destituyen y nadie
dice que es un golpe. Por cierto, a Nixon lo destituyeron porque lo
descubrieron haciendo grabaciones telefónicas ilegales. Da risa.
Ojalá y a los
estadounidenses no se les ocurra elegir como presidente a un salvaje inculto.
Debe ser muy feo tener un presidente que no respete la majestad del cargo. Que
insulte, denigre, divida y atropelle. Que haga persecución política. Que
construya muros. Que cierre periódicos y plantas de televisión. Que haga pasar
hambre a su pueblo y arruine, con ideas retrogradas, un país próspero.
Con respecto a Maduro… ay,
se me acabó la página.
12-09-16
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