Por Antonio Pérez Esclarín
Uno comprende la rabia, la
impotencia, la ira ante tantos abusos, insultos e hipocresía. Uno sufre
con el dolor de tantas familias, que lloran la muerte de un hijo, un hermano,
un familiar ocasionado por la violencia política, pero también las muertes
mucho más numerosas de la delincuencia incontrolada y también las muertes por
falta de medicinas e insumos médicos. ¿Acaso nadie va a responder por ellas?
Uno se rebela ante la ceguera de los que nos gobiernan que no
quieren ver la tragedia que vivimos y siguen sordos ante los
clamores de un pueblo que grita su dolor y su ansia de libertad y se juega la
vida en las calles porque no quiere ni puede resignarse a profundizar el
camino que nos ha llevado a este abismo. Son ya demasiados años de engaños y
humillaciones. Hasta a los más pacíficos les hierve la sangre
ante tanto abuso, y tanta prepotencia.
Cada día se hace más evidente
que a los que están en el poder sólo les interesa mantenerse en él como sea,
sin importar que siga corriendo la sangre. Utilizaron las
elecciones mientras les sirvieron y, cuando ya no les servían, las
abandonaron. Nunca realmente respetaron la voluntad de las mayorías. Dijeron
que aceptaban el resultado de las elecciones a la Asamblea, pero
enseguida armaron un tribunal supremo de justicia a su conveniencia,
para impedir que la asamblea legislara y pudiera desempeñar sus
funciones. Usaron una argucia para eliminar a los diputados del Amazonas
para que la oposición no tuviera mayoría absoluta y muchos meses después no han
convocado elecciones en ese Estado, pero sí se han apresurado a satisfacer la
convocatoria de Maduro. Donde la oposición ganó gobernaciones y alcaldías,
crearon un poder paralelo y les negaron los recursos para que no
tuvieran éxito. Impidieron el referéndum revocatorio, las elecciones de
gobernadores y ahora siguen empeñados en imponernos una constituyente
inconveniente, engañosa e inconstitucional. Tanto que acusan a la
Asamblea de desacato, ¿no es el consejo nacional electoral el que está en
evidente desacato pues se ha negado a cumplir con su deber?
Más de sesenta muertos, más de
tres mil detenidos, más de 15 mil heridos por balas, perdigones, metras,
arrollamientos, gases, golpes…Ancianos, niños, mujeres… y sobre todo jóvenes
que están poniendo un muro desarmado de amor y de coraje frente a la
superguarimba de las tanquetas, ballenas, motorizados y
guardias que parecen robocops.
Lamentablemente, son
datos que nos hablan de una guerra real, que debemos detener. Una guerra,
completamente asimétrica, pues un bando tiene las armas y el otro sólo el
coraje y el ansia de libertad. Y si hablamos de guerra, tenemos que
pensar ya no en opositores, sino en enemigos. Y aquí me nace la pregunta
de qué nos quiso decir Jesús cuando nos pidió que amáramos a los enemigos.
Entiendo que no se trata de que nos caigan bien los que nos golpean y
maltratan, ni que debemos permitirles seguir con su conductas. Se trata de
impedir, sin violencia y sin utilizar sus mismos métodos, que sigan ocasionando
tanto sufrimiento. Se trata de buscar la justicia sin alimentar el
odio y la venganza e incluso estar dispuestos al perdón, lo que no significa
impunidad, sino que paguen las consecuencias de sus actos de un modo que les
resulte curativo y humanizador.
11-06-17
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