Por Willy McKey
1
Hacer despertar a un país
entero ya era una alegoría poderosa.
El resto es un asunto de
perspectiva.
En nuestra biografía de
espectadores, oímos sonar por primera vez el himno nacional de Venezuela en una
final mundial de fútbol.
No dejemos que se nos olvide
ninguno de esos minutos.
El tiro libre cobrado por
Lucena durante el primer tiempo, después de dos paradadones de Wuílker Faríñez,
pudo haber sido la jugada capaz de espabilar a quienes creían que seguían
dormidos. Incluso a sus compañeros, sorprendidos por la audacia de ese tiro al
arco que rozó la gloria. De ahí en adelante Herrera se mantuvo recuperando
balones que transformaba en una nueva oportunidad para que Peñaranda demostrara
la madurez alcanzada con esta nueva personalidad. La ubicuidad de Peña no
consiguió el tiro al arco que merecía su visión de juego del primer tiempo y el
peso parecía caer en los hombros del portero venezolano.
Y entonces llegó el gol de
Inglaterra.
En el minuto 35, Calvert-Lewin
supo del talento de Faríñez, quien no puede evitar que el rebote del balón lo
llevara a los mismos pies que en un segundo chance si atinaron al gol.
Y a los venezolanos descontrol
sabe tomarnos por asalto cuando el juego pierde balance: conocemos lo esquiva
que puede ser la justicia.
Hernández y Velásquez
recibieron un reclamo del incuestionable Faríñez, haciendo que la frustración
no los sacara del único quicio urgente: la capacidad para entenderse, la vuelta
al cauce y a las ganas de divertirse.
Es así como desde una
recuperación de Herrera llega hasta Peñaranda una pelota que, en un tres contra
tres, apresura un balonazo más cargado de esperanza que de tino. En el minuto
40, Faríñez volvió a demostrarnos que nunca habíamos tenido a una portero tan
asertivo y ese nuevo paradón terminó en una jugada a balón parado en el minuto
41.
A Peñaranda le correspondió la
soledad del tiro libre: buscando el palo del arquero, el peso de la jugada lo
devuelve al campo y nos devuelve el aire.
Estuvo cerca.
El marcador los manda a los
vestidores con el espíritu movido de lugar.
Los ingleses se van al
descanso con la insatisfacción propia de la mínima diferencia.
Los venezolanos vuelven a los
vestuarios preguntándose si el flinchy había sido un espejismo.
2
Cuando los seres humanos no
sabemos nombrar algo que irrumpe en nuestra realidad, toca inventarse palabras
que sirvan para poder sentirnos dueños de las cosas que tenemos en las manos.
El fútbol nunca nos había
regalado algo así. El fútbol, ese deporte cuyos dioses nos han dado la espalda
conviertiéndonos en los bichos raros de la región. El fútbol, esa madriguera
llena de directivos que avergüenzan pero contrastan con esto que vivimos
durante semanas.
El fútbol. El fútbol nunca nos
había regalado algo así, pero ahora tenemos un relato hermoso que no necesita
terminar en una victoria para tener sentido.
El fútbol.
Nuestro fútbol.
Este fútbol: el que flinchy.
3
Al campo salieron sin cambios.
Ninguno de los equipos creyó necesario sacar del campo a alguno de los
protagonistas.
Y un marcador de 0 a 1 no es
ninguna verdad en el fútbol.
Quizás la variante más
destacada era ver a Peña más por la izquierda y a Peñaranda convertido en una
punta clásica. Después de una tarjeta amarilla a Velásquez, Soteldo empezó a
calentar, poniendo en tensión la presencia de Córdoba durante el resto del partido.
Después de una recuperación de Ferraresi, el inglés Tomori infligió una falta a
Peñaranda que emparejó las amarillas y pusi en evidencia que el muchacho los
preocupaba. La Pantera intentaba solo y sin éxito por la derecha, hasta que
Lucena metió un balón al área y un cabezazo equivocado de Tomori devolvió el
alma al juego criollo.
Tres intentos ofensivos que
terminaron en un remate desviado de Chacón. Fue su última jugada. Venezuela
necesitaba más balones para Peñaranda y Solange, el 10 inglés, se empezaba a
convertir en algo más preocupante que una amenaza. Y entonces Dudamel decide
recordarle al mundo quién es el 10 vinotinto y Soteldo entra a cambio de
Chacón. Córdoba se queda, aunque a los segundos falla después de un pase corto
de Peñaranda en lo que fue la oportunidad más clara para Venezuela en lo que
iba de juego.
La Vinotinto empieza a
llegar. Soteldo genera situaciones. Son los mismos que jugaron contra los
alemanes.
Un córner que llega hasta
Herrera es detenido por Woodman, quien tiene que empezar a trabajar de más.
Onomac chutó desde lejos y sin defensa que lo achicara, pero el palo bendijo
todo el esfuerzo de Faríñez. Y le toca a Soteldo espantar el mal de su mitad
del campo. La tarjeta amarilla para Dowell evidencia que a Inglaterra le cuesta
parar a Venezuela y Tomori vuelve a tener problemas con el ímpetu inusual de
Peñaranda, quien en dos ascensos por la izquierda lo reta. Ferraresi recupera
un balón que llega hasta Soteldo. El 10 corre tanto que deja atrás a Peña y se
encuentra solo ante la defensa inglesa. Apenas Peñaranda le sirve de apoyo,
quien vuelve a apresurarse y falla hacia la pared de malla que devuelve el
balón a Inglaterra en un saque de arco.
Se mantiene el marcador y uno
podría jurar que está viendo crecer a estos muchachos ahí, encima de esa grama
que sirve de escenario a sus angustias mientras el tiempo pasa.
Lucena y Soteldo recuperan
balones que parecían imposibles.
Dos pérdidas de balón de
Soteldo generan igual cantidad de peligros. El 10 vinotinto parece ausentarse y
Dudamel empieza a experimentar en la banca, después de que Ferraresi y Solange
tienen un choque que asoma algo de sangre en la cabeza del inglés que lo obliga
al salir. Y entonces el DT venezolano decide quedarse sin la altura de Córdoba
y hace que Sosa entre como segundo cambio.
Sosa, el héroe contra Uruguay,
parece ser un escapulario: a los segundos de su entrada se pita un
controversial penal a favor de Venezuela, en una falta contra Peñaranda. Pero
el peso de los penales desarma hasta a los más experimentados: no hubo gol y
Peñaranda no consigue empatar. Quiso hacer lo que funcionó contra Uruguay, pero
Woodman lo detiene con un brazo apenas descolgado y el venezolano no puede
recuperar el bote.
Nada rompe el marcador.
Es el fútbol.
Mientras tanto, los ingleses
son diez. Solange no ha vuelto al campo e Inglaterra se cierra.
Venezuela es más, pero sin
goles eso sabe a poco.
Se asoman los últimos minutos.
Soteldo se extravía, aunque mantiene el toque. Peñaranda luce extraviado
después del penal. Peña y Herrera pelean balones importantes. Todos los méritos
son de los venezolanos, pero el gol los evita.
Cuando llega el balón parado
para Lucena toman un segundo aire. Inglaterra insiste en cerrarse. Aún así le
siguen llegando balones a Calvert-Lewin. Una falta sobre Sosa vuelve a poner el
balón en tres cuartos de campo. No sólo llega Lucena: hasta Ferraresi está en
la jugada.
Todos quieren un gol que la
suerte no termina de sacarse el bolsillo.
Velásquez detiene avances
ingleses en el área como si estuviera en su primer minuto. Peñaranda parece
lesionado, pero sabe que le toca entenderse con Sosa. No lo logra. Y tras esa
falla, Lucena detiene un avance que se vuelve un contragolpe que compromete a
Woodman.
En ese tiro de esquina, hasta
Faríñez sube al área. El cobro de Soteldo termina en los pies de un Faríñez que
se equivoca, pero a quien nadie puede hacerle algún reproche. Vuelve al arco e
intentan sorprenderlo un par de veces. El muchacho de Catia no se deja. Así que
Woodman decide comer tiempo por su lado.
En los últimos segundos del
tiempo reglamentario, Peñaranda sale con el peso de aquel penal encima y entra
Hurtado. La frustración de Soteldo es evidente. Woodman sigue robando al reloj
y el árbitro sólo suma dos minutos. Y Sosa vuelve a meter un balón hasta el córner.
Aquí no se rinde nadie.
Inglaterra está extenuada. Los
venezolanos han dejado todo lo que tenían en el campo. Han hecho
historia. Se termina el juego con la mínima diferencia.
Ganó Inglaterra.
No perdimos.
4
Que no se nos olvide ninguno
de estos minutos.
Mientras en el país las calles
se vuelven un lugar de sucesos y duelos, estos carajitos demuestran que podemos
ser mucho más que el ruido.
Mientras los directivos y la
historia de la Federación Venezolana de Fútbol sigue llena de manchas, estos
carajitos demuestran que seguirán haciendo fútbol incluso a pesar de las
vergüenzas.
Ver a una selección con una
tradición como la inglesa haciéndole pasillo a la Vinotinto demuestra la
dimensión de esto que vivimos: mientras Inglaterra gana una copa mundial y lo
celebra, Venezuela gana algo que sólo sucede una vez en la historia del
deporte: esto de hoy, esto sin nombre pero con alma, esto que flinchy.
Si usted sabe de fútbol,
entonces estará de acuerdo en que sólo el título le queda a Inglaterra.
Todo el resto del fútbol es de
Venezuela.
Son valientes y merecen la
gloria de los héroes.
Hacer despertar a un país
entero ya era una alegoría poderosa: el flinchy.
Gloria al bravo once.
11-06-17
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