Por Susana Morffe, 16/06/2016
En el camino se detiene un margariteño, reflexiona y
expresa: ¡Cómo me rasparon a mi isla! Literalmente ha quedado así, raspada como
si un huracán penetrara hasta en los más desconocidos rincones de la geografía
insular. Sin exagerar.
Basura, calles ahuecadas con pocitos de agua por la
lluvia, no por el vital líquido que frecuentemente escasea en las comunidades, esa
la potable que deja a los pobladores tan secos como los árboles en la
majestuosa naturaleza que Dios colocó en Margarita, Coche y Cubagua.
Caras tristes y malhumoradas conforman el escenario por las calles, en los buses, en
cada esquina. Mientras los jóvenes, los llaman ahora “soldados de franelas”,
porque dejaron a un lado las marcas reconocidas de ropas, las mismas que se
compraban a granel en la isla cuando se
contaba con un pujante Puerto Libre y a dólar irrisorio. Pues ahora los jóvenes
han tenido que apertrecharse de su “Calvin Klein” para repeler las bombas
lacrimógenas y los otros adminículos peligrosos utilizados por los agentes de
seguridad para reprimir a los indefensos estudiantes desarmados.
No pensaran que estos jóvenes salen a la calle porque
reclaman su ropa fina. Pues no, han salido a buscar libertad, ante tanta
opresión. Salen a encontrar el futuro que les troncharon con barricadas de
guerra sucia, ideada por cerebros destructores. Salen a las calles a pelear por
una buena y segura educación, esa que permite la convivencia humana, esa que no
está divorciada del talento para crear productividad y no marginalidad.
A ellos se les suman los profesionales que contaron en
el pasado con la oportunidad de estudiar y ejercer un oficio. Era aquella
Venezuela que permitía labrar el desarrollo del país con gente calificada, la
misma que hoy ha tenido que emigrar porque el país ha quedado fracturado en
manos equivocadas y peligrosas.
Madres y padres tampoco encuentran sosiego por la
calamidad de no poder sostener a sus familias con alimentos, atención médica y
necesidades básicas. Los niños se mueren en el único hospital que hoy deshonra
su nombre “Dr. Luis Ortega”. En este nosocomio
mueren los niños por mala praxis, los adultos, mujeres y hombres, son sometidos
a varias operaciones para reacomodar los órganos vitales, con lo que hay. Otros
pacientes mueren y la atención más sencilla, como atacar la sarna en niños
inundados de gusanos, es parte de la falta de asepsia. Los niños quedan internos
por semanas con un cuadro de desnutrición y suplicando por un simple
antibiótico.
Lo penoso de esta tragedia es que como isla al fin, en
Margarita entraron los bucaneros sedientos de tesoros, arrasaron con talento de
oro en polvo. Ahora la pelea es a cuchillo para salvar lo que queda, en justa
labor por la defensa del terruño que los vio nacer.
Los margariteños y cochenses están muy claros, no
quieren nueva constituyente, rechazan elecciones amañadas con triquiñuelas propias
de los piratas. Claman por justicia, se revientan de la ira al reconocer que
los dirigentes, funcionarios que tienen en sus manos la justicia, se estrujan
sus articulaciones con el nuevo golpe que darán para seguir en el poder.
¡Música Maestro! Margarita es una lágrima, que un
querubín derramó y al caer en hondo piélago…en charco se convirtió.
Susana Morffe
@susanamorffe
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