Por Luisa Pernalete
Un solo país también
implica normas para el discurso político: no insultar, no descalificar, no
incitar al odio, no monopolizar los canales para la comunicación masiva. Ello
sólo profundiza la división de la población; crea dos países.
Eso dijo Osmar, de 11 años,
estudiante de quinto grado en una escuela de Petare, un camisa blancapues.
En otro momento de la conversación, sabia de verdad, agregó: “No como ahora… Mi
papá es chavista y mi mamá opositora, ¡Imagínese!”. Su rostro era un poema.
Imaginamos rápidamente las discusiones, los desacuerdos…
Un solo país, como el que con
justicia y sabiduría quiere Osmar supone muchas cosas y la suma de muchos esfuerzos
y voluntades.
Un solo país pasa por que
todos los venezolanos seamos iguales ante la ley, como reza la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, recogido por el artículo
21 de nuestra CRBV y el cual agrega cuáles son las
consecuencias: No se permitirán discriminaciones que menoscaben el
reconocimiento goce o ejercicio en condiciones de igualdad de los derechos y
libertades de las personas. O sea: nada de franelas o carnet de ningún tipo
para gozar de los derechos. Y en esto mismo orden de ideas, y siguiendo con el
21: “Sólo se dará el trato oficial de ciudadano o ciudadana”. ¿De dónde sale
entonces el solicitar otro carnet que no sea la cédula para un trámite o para
comprar alimentos?
Un solo país como ese que
quiere Osmar sugiere que todos los venezolanos debemos poder elevar peticiones
ante cualquier poder público -son públicos, no privados- como el CNE o el TSJ o
la Defensoría del Pueblo, tal como lo establece el artículo 51 de la que sigue
siendo nuestra Constitución. No se entiende entonces por qué llevar un escrito
a algunos de estos poderes se haya convertido en una carrera de obstáculo y
hasta implique el riego de perder la vida intentarlo.
Un solo país lo tendremos
cuando el Estado garantice una justicia “gratuita, accesible, imparcial,
idónea, transparente, autónoma, independiente, responsable, equitativa y
expedita, sin dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles”,
según lo dice nuestra sabia CRVB en su artículo 26…
Me detengo y pienso en
tantos casos de injusticia, discriminaciones que establece en la práctica que
una gorra de un color otorga poderes especiales a unos ciudadanos y priva de
libertad a otros.
Un solo país también
implica normas para el discurso político: no insultar, no descalificar, no
incitar al odio, no monopolizar los canales para la comunicación masiva. Ello
sólo profundiza la división de la población; crea dos países.
Un solo país va a requerir
que pasemos la calle, nos acerquemos al vecino que piensa distinto; escuchemos
al que no baila mi misma danza, al que no reza igual que yo… hacer un esfuerzo
por encontrar puntos de contacto, problemas comunes que requieren soluciones
colectivas…
Tenemos un compromiso con esa
aspiración de Osmar, la cual nos recuerda el sueño de Martín Luther King:
“Sueño con que en el futuro mis hijos no serán juzgados por su color de piel”.
Soñaba con negros y blancos juntos, disfrutando de igualdad de derechos.
Yo también quiero un solo
país. Gracias, Osmar, por mencionarlo.
10-06-17
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