Por Arnaldo Esté
Lo que voy a escribir no es
necesariamente lo que va a suceder, es lo que yo quiero que suceda.
Un deseo abonado por el número
creciente de personas e instituciones que manifiestan sus deseos de que se
busque y logre un entendimiento que conduzca a negociaciones y acuerdos que
eviten mayor violencia y destrucción y que se enrumbe al país en un camino de
construcción.
No tengo “datos” ni informaciones
confidenciales.
Léanlo como una manera de
lidiar con la incertidumbre.
Mañana domingo 16 de julio
millones de personas, con un sabor extraño, de alegría, temor y esperanza, se
encontrarán voluntariamente en los puntos de participación para cumplir con la
consulta popular que reclama su decisión de rechazar la constituyente pirata,
la actitud confusa de la Fuerza Armada, exigir elecciones libres y la
conformación de un gobierno de Unión Nacional para restituir el orden
constitucional.
El otro domingo 30 de julio,
algo así como 2 millones de personas asistirán, unos voluntariamente otros
fuertemente coaccionados, por empleos, carnets, promesas, listas de asistencia,
transportes colectivos pagados con dineros públicos y toda suerte de
ventajismos dolosos, a centros de “votación”, encerrados en círculos de
seguridad de 500 metros, a marcar los números correspondientes a una lista de
candidatos a “constituyentistas” previamente escogidos por el gobierno en
virtud de su fidelidad y sumisión a las pretensiones de establecer, a
perennidad, un sistema de gobierno que realice el “Plan de la Patria” en clave
dictatorial.
Ambos eventos serán, entre
otras cosas, un conteo de la fuerza y poder tanto del gobierno como de la gente
opositora. Una cuenta que sombreará cualquier entendimiento o negociación. Esos
millones de evidentes opositores serán, más que un argumento, una retadora
realidad de peso irreversible imposible de ignorar.
El grupo de gobierno y sus
beneficiarios sentirá lo terrible de estar en una casa que se derrumba, de la
que es mejor salirse con algo de poder, beneficios, decencia y parapeto que
trabarse en una guerra que ya se sabe perdida y con terribles costos, por lo
que tendrán que pensar en la negociación.
Así que este deseo mío no es
tan peregrino. Veo ese espectáculo de los personajes del gobierno que gastan
más tiempo tratando de enderezar entuertos que en resolver problemas. Se
exponen a diario, cada hora, mostrando sus abundantes falencias comunicativas,
la pobreza de su lenguaje y su gastada imaginación para mentir. Que no alcanza
a esconder el hambre, la mengua y el futuro extraviado.
Por el otro lado, siento a una
gente, a un país crecido y comprometido en una disposición para aprender en el
proceso callejero de profundizar la democracia y manifestar su voluntad con
recursos creativos. Algo que hace tiempo que debería haber hecho para zafarse
de cogollos, caudillos y petrofilia.
15-07-17
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