Por Marcelino Bisbal
A estas alturas del tiempo ya
no nos cabe ninguna duda que estamos en presencia de un régimen
militar-militarista. El término responde a la preocupación que ha venido
sentando el historiador Germán Carrera Damas cuando en el año 2012 nos
advertía, con tono grave y por lo que él avizoraba para el país, que la
República tal como la veníamos conociendo estaba en serio peligro y que se
avecinaban signos que se dirigían hacia su demolición. Nos decía Carrera Damas:
“Hace ya algún tiempo que
vengo dando, por esta vía, la voz de alarma ante la que he denominado la
demolición de la República, concebida como la manera de abolir el ejercicio de
la Soberanía Popular como fuente necesaria de la legalidad y la legitimidad del
Poder Público (…) Hemos desembocado, de esta manera, en una situación en la
cual toda comparecencia ante la Soberanía Popular se ha vuelto temible para el
régimen. Hasta el punto de que sus usufructuarios sienten la necesidad no ya de
falsear los términos de esa comparecencia, sino de hacerla innecesaria”.
Estupendo retrato de la
situación que estamos viviendo hoy. Pero no solo está peligrando la República
Liberal Democrática que se había instaurado en 1945-1948, sino que el contenido
y sentido de la democracia hace ya un buen rato que se dejó de lado. Un
Gobierno que niega la consulta popular, primero con el proceso del referéndum
revocatorio y luego con las elecciones regionales, no puede considerarse
democrático, sino todo lo contrario. Es decir, su tinte autoritario se
transparentó de manera descarnada. El país todo sentía los signos del
autoritarismo en muchas políticas públicas que se formulaban y luego se
aplicaban. Pero después de esos hechos y de los últimos acontecimientos
expresados en las sentencias últimas del TSJ y de la feroz represión emprendida
ante las protestas ya no nos cabe ninguna duda sobre su definición como sistema
político y forma de gobierno: esto es un autoritarismo que desde hace tiempo
traspasó la línea, es decir estamos ante una dictadura. Qué bien nos lo
expresaba la pensadora Hannah Arendt en su ensayo Comprensión y
política cuando nos dice que “La decadencia de las naciones empieza con el
cuestionamiento de la legalidad, cuando el gobierno viola las leyes o cuando se
cuestiona la autoridad de su origen y se duda de ella”.
Qué duda cabe, pues allí están
sus acciones políticas, que hace ya un rato que el Gobierno se desvió del
camino de las leyes que él mismo se dio y se desvió de la letra constitucional
porque sabe que hoy, aquí y ahora, está en evidente minoría. Frente a la
situación política actual de crisis, en todos los órdenes de la vida pública,
el Gobierno ha asumido, de manera consciente, una política pública que lo lleva
a cometer los desafueros que hemos venido viendo en estos años, pero mucho más
grave lo que ha venido ocurriendo después del 6 de diciembre del 2015 cuando
perdió la mayoría en la Asamblea Nacional.
De lo dicho hasta ahora
concluimos, visto todo lo que ha acontecido, que la manera como el Gobierno ha
venido actuando es despótica (del griego despótes, dueño, señor). Esto
significa que abusa de su autoridad y que trata de imponerse por la fuerza y
con dureza y que gobierna sin más normas que su voluntad de mantenerse y
perpetuarse en el poder.
II
Lo que está en peligro hoy es
la República, a pesar de todos sus defectos, unos congénitos y otros
adquiridos. En efecto, está en grave riesgo de perderse la idea de República en
Venezuela, al menos como la concibió el abogado, periodista y político Juan
Germán Roscio quien fuera el fundador de esa idea para Venezuela y además
quien apoyara a Simón
Bolívar en la reconstitución de la República de Venezuela. En
la idea de república subyace el concepto de democracia que solo es posible de
concretarse en una verdadera república que haga posible lo que nos decía Luis
Castro Leiva:
“Queremos ser libres y ser
ciudadanos, por tanto, queremos ser los ciudadanos libres de una república
popular que hoy significa una aspiración más compleja, a saber, la de ser
ciudadanos libres e iguales de una democracia, de la democracia que hoy la
encarna”.
Lo que se nos está planteando
en el presente inmediato, con la convocatoria a una Asamblea Nacional
Constituyente es lo contrario a la idea que concibieron pensadores como Roscio
y de lo que nos expresa en la actualidad Castro Leiva.
Cuando vemos por estos días
los avisos publicitarios que promocionan la necesidad de una
convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, cuando leemos las ideas de
quienes defienden esa necesidad de reformular los principios de la actual
Constitución diciéndonos que “la Asamblea Nacional Constituyente es la apuesta
al futuro (…) y que el 30 de julio se abrirá la puerta al futuro”, o cuando
escuchamos los discursos-proclamas de Nicolás Maduro y las propuestas de los candidatos
a la Asamblea Nacional Constituyente diciéndonos que el fin último es “refundar
la Patria…” no me cabe la menor duda que en el fondo se trata de desviar la
idea de democracia y de república hacia el cauce autoritario y peor aún hacia
la dictadura-tiranía totalitaria. La mejor comprensión de esas formulaciones
del por qué de una Asamblea Nacional Constituyente, está expresado en las
siguientes palabras de Carrera Damas en el cierre de su imprescindible libro en
la hora actual: En defensa de la República. Allí se nos dice:
“… sacudidas las frases
hechas, y desmontadas las carambolas seudo conceptuales queda muy claro:
deshuesar la República para rellenarla de despotismo, mediante la instauración
de una Monarquía absoluta, de hecho, que vuelva prescindible a la Soberanía
Popular”.
III
La república es una forma de
gobierno, mejor una forma de vida que nos hace conscientes de que somos
ciudadanos que aspiramos a vivir en libertad. Lo que nos propone la cúpula
militar-militarista que nos gobierna es ni más ni menos que la desviación
despótica como forma de conducir la República. Los venezolanos de este tiempo,
y los que nos precedieron también, hemos escogido la soberanía popular “como
fuente necesaria de la legalidad y legitimidad del Poder Público”; hemos
escogido la democracia como una manera de vivir en libertad y como sistema de
gobierno; hemos privilegiado la democracia porque ella es, ante todo, una
manera de existir y vivir cotidianamente; hemos escogido el ser ciudadanos y no
súbditos de ningún poder…
Sentimos, no son meros deseos,
que el des-orden está llegando a su fin. Con razón el comunicado de la Mesa de la Unidad Democrática nos
dice enfáticamente que “si la dictadura llega a concretar su propósito de
consolidarse con este fraude, ello significaría sencillamente la disolución de
Venezuela como república. En la Constitución cabemos todos. En el invento
constituyente de Maduro, cabe sólo él y su proyecto de perpetuarse en el
poder”. Para que eso no ocurra, el 16 de julio con la Consulta Popular tendremos la mesa
servida para iniciar la reconstrucción de la República de Venezuela y la
posibilidad de vivir en democracia. Solo participando TODOS podemos hacer
realidad esa afirmación.
***
P.S Este artículo sigue las
ideas de dos textos fundamentales para el tema como son En defensa de la
República (Los Libros de El Nacional) de Germán Carrera Damas y el de
Luis Castro Leiva: Sed buenos ciudadanos (Alfa Ediciones). Lo que usted
ha leído, en lo esencial, son de esos autores y quien escribe solo le ha
añadido alguna frase de unión para darle coherencia al texto.
12-07-17
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