Por Simón García
La cúpula dirigente perdió
legitimidad por su incapacidad para resolver los graves problemas creados por
sus erradas políticas públicas. Ahora todos enfrentamos la amenaza de un mayor
castigo del hambre, un acelerado empobrecimiento y pérdida de la libertad.
Es una amenaza en ejecución
mediante la militarización de la situación y un despliegue represivo propio de
las dictaduras. El gobierno está destruyendo sus vestigios de apariencia
democrática y agotando las posibilidades de tratar políticamente el descontento
general.
El fundamento constitucional
de la lucha de la mayoría de la sociedad contra la cúpula que ha confiscado
ilegalmente al Estado, proporciona un horizonte democrático y electoral que es
irrenunciable. Pero la degradación del poder, al abandonar su condición de
proyecto político, impide asegurar con certeza un desenlace pacífico.
Maduro está aumentando la
violencia del Estado y pasando de la represión de la calle a la de las
instituciones democráticas. El aferramiento dictatorial al poder se asocia a la
presencia de intereses ligados al narcotráfico y los denunciados supuestos
vínculos con el terrorismo internacional.
Pero la MUD debe analizar
aquellas decisiones suyas que han reforzado los obstáculos al restablecimiento
de la vigencia de la Constitución según el mandato de su artículo 333. Se
requería de una negociación con ese poder existente, alzado contra la CN,
procedimiento que el pensamiento extremista rechaza bajo el falso argumento de
que legitima la dictadura.
En vez de eso, sectores de la
MUD elevaron el volumen a un cariz de insurrección y a una fantasiosa prédica
sobre la hora cero, la huelga general, la formación de un gobierno paralelo y
ofrecieron que sostener la calle algo más impediría la realización de la
Constituyente y produciría una fractura militar.
Esa prédica fracasó porque era
irreal. También fracasó porque la MUD en su conjunto, en vez de difundir la
victoria del 16j como éxito colectivo, convertirla en mejor conciencia cívica y
mayor legado organizativo se enganchó en una pequeña pugna de liderazgos. En
consecuencia, una parte de quienes calentaron la calle pacíficamente, víctimas
de estos espejismos, se sintieron, con sobrados motivos, decepcionados.
Los tercos hechos nos han
devuelto a la realidad. Ahora la MUD tiene que cuidar su Unidad de sí misma y
revisar su misión para potenciar las ventajas que conserva. Está obligada a
hacer política de país y promover el encuentro con el chavismo constitucional
que está fuera del gobierno y que tiene expresiones, aún frenadas, dentro del
oficialismo.
El día final no producirá sin
demostrarle al país que existe una alternativa de gobernabilidad capaz de
adoptar las políticas para derrotar al hambre y salir de la crisis con
estabilidad, integrando a la sociedad y asegurando la coexistencia entre
proyectos que han sido rivales durante estos años.
Esto exige abordar las
diferencias estratégicas y combatir argumentalmente al pensamiento extremista
con voluntad de fortalecer y ampliar la unidad entre la MUD y el país
descontento que ya no aguanta más.
17-08-17
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