Por Gregorio Salazar
Seríamos muy afortunados los
venezolanos si surgiera un dato objetivo y estremecedor de la realidad, algo
así como el rayo que derribó a San Pablo de su corcel y cambió el curso de su
vida de persecutor, que viniera a sacar al pequeño grupo gobernante de las
tinieblas en las que se refugia empecinado en permanecer a rompe y raja en el
poder.
Y no es que tal señal no la
haya. El entorno nacional desborda de muestras elocuentísimas del agotamiento
del “proyecto” y de los efectos devastadores de las casi dos décadas de su
ejecución, pero todo indica que no bastan para producir de parte de los jefes
de la revolución el giro que permitiría ponerle punto final de forma pacífica y
democrática a esta debacle.
Vamos posiblemente hacia el
cuatrimestre más terrorífico de nuestra historia, pero si alguien venido de
fuera pone el oído en el borde del foso con piso de arena movediza donde
chapotea agónicamente nuestro pueblo, podrá escuchar la vibrante voz de los
atolondrados líderes oficialistas: ¡Venezuela potencia! ¡Venezuela heroica!
¡Chávez vive!
No terminan de aceptar que el
poder obtenido perversidad y malas artes no da ni credibilidad ni legitimidad y
menos reconocimiento internacional. Así, la “originaria y plenipotenciaria”,
mal concebida y mal parida constituyente es sólo un cuerpo que reconfirma la
muerte del Estado de Derecho en Venezuela. Únicamente expresa su grosero
“júbilo” por ella el gobierno cubano, cuya injerencista presencia en cada guiso
no existe para sus tristes marionetas.
En contraste, la Asamblea Nacional
declarada en desacato, despojada de sus atribuciones y recursos económicos e
incluso parcialmente de su propia sede prevalece como el único poder con
legitimidad de origen y de funcionamiento. Lo reconoce el país y el concierto
mundial, tal como lo están confirmando esta semana Francia, España, Alemania e
Inglaterra.
Pero no cae el rayo
deslumbrador que arrastre a la rectificación ni esta gente se muestra dispuesta
a bajarse del caballo por las buenas. Los tajos del poder que primero y con
toda seguridad perderían hay que disputarlos en unas elecciones regionales que
mastican pero no tragan. Aquellas rectoras parlanchinas de cuando la elección
de la nefasta constituyente ahora son momias de boca vendada y silencio
sepulcral. Vulgares y repugnantes piedras de tranca para el cambio democrático
por el que clama el país.
Este fin de semana la
oposición escogerá en primarias 19 candidatos a gobernadores, que se unirán a
los ya consensuados en Anzoátegui, Nueva Esparta, Carabobo y Vargas. Surgirá
entonces la paradoja de contar con los aspirantes sin saber a ciencia cierta
cuándo serán las elecciones.
Esos 23 nuevos líderes tendrán
todavía que superar la zafra descabezadora de la constituyente espuria. Veremos
cómo la llamada comisión contra el odio se desdoblará en una especie de comando
de campaña de los candidatos del régimen.
Pero a todo evento los 23
postulados deberán asumir dos misiones fundamentales: exigir con la
contundencia del caso la fecha de las elecciones y reunificar y potenciar toda
la fuerza de cambio de la Venezuela opositora, más del 80 % del país. Esa no
será la batalla definitiva, pero sí la que pueda marcar el rumbo sin reverso
para la salida de este trágico laberinto.
Y cuando decimos reunificar,
hablamos de convencer a quienes aún no se sienten dispuestos a votar de que esa
es una contienda que no se puede rehuir. La dictadura retrocede lanzando
zarpazos y no hay que detener un avance que es sinónimo de victoria.
10-09-17
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