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domingo, 8 de octubre de 2017

¿Quién dijo que todo está perdido? Por @CECODAP @FernanPereiraV


Por Fernando Pereira


El cantautor argentino Fito Páez inspira a los educadores venezolanos en un inicio de año escolar en educación media signado por la polémica sobre el nuevo plan de estudios y las condiciones del contexto.

Ha originado un debate sobre la función social de las instituciones educativas.
Es innegable que los planes de estudio están desfasados y deben revisarse. Los planes de bachillerato tienen más de 20 años de rezago. La escuela debe revisarse, debe poner de su parte para responder a la realidad de los adolescentes del siglo XXI. No se puede seguir educando como nos educaron a nosotros o a nuestros padres.

Una escuela que forme para la ciudadanía, para la paz, el respeto, la convivencia, la prevención de la violencia, el manejo de los conflictos, ejercer una salud sexual responsable, a muchos educadores les sigue pareciendo que ese no es el rol de educación. “Yo estudié para enseñar matemáticas. No soy niñera”; “Yo no soy policía para estar hablando de violencia”. Son comentarios que con frecuencia nos hacen en los talleres.

¿Tienen que ver todas las materias como nosotros lo hicimos?

Francesco Tonucci, un pedagogo italiano, señala: “La misión de la escuela ya no es enseñar cosas. Eso lo hace mejor la TV o Internet”. Pero si la escuela ya no tiene que enseñar, ¿cuál es su misión?. “Debe ser el lugar donde los chicos aprendan a manejar y usar bien las nuevas tecnologías, donde se transmita un método de trabajo e investigación científica, se fomente el conocimiento crítico y se aprenda a cooperar y trabajar en equipo.


Los conocimientos ya están en medio de nosotros: en los documentales, en Internet, en los libros. El colegio debe enseñar utilizando un método científico.

No creo en la postura dogmática de la maestra que tiene el saber y que lo transmite desde una tarima o un pizarrón mientras los alumnos (los que no saben nada), anotan y escuchan mudos y aburridos. El niño aprende a callarse y se calla toda la vida. Pierde curiosidad y actitud crítica”.

La improvisación no es innovación. En que debemos cambiar y avanzar no hay duda; pero tiene que ser fruto de un esfuerzo sistemático. Debe programarse, preverse con tiempo y formar adecuadamente a todos los actores que están involucrados en hacer realidad el cambio. Lo contrario es improvisar para seguir haciendo más de lo mismo.

Se puede cambiar algún término, actualizar alguna expresión pero en la práctica seguirá prevaleciendo el enfoque que cada quien maneja y domina.

El mundo avanza en una educación que dé respuestas a los muchachos de hoy. Integrar disciplinas, responder a problemas de la vida, fomentar el trabajo práctico y cooperativo; pero eso requiere preparación, años de trabajo para generar las condiciones. Docentes que cuenten con las condiciones laborales y con las competencias experienciales y metodológicas que lo hagan posible.

Innovar para mejorar la calidad educativa es algo pertinente, vital y a lo que el país debe apostar; pero sin olvidar dar respuesta, en el aquí y ahora.

La pedagogía de la sobrevivencia es la que se impone en centros donde la lucha es para que los estudiantes no abandonen el liceo porque no tienen para comer, por irse a buscar trabajo o sobrevivir en las calles, por no tener para pagar el costo diario del transporte público para ir al plantel, infraestructuras que no están en las condiciones idóneas, docentes en condiciones de sobrevivencia…

Justamente en momentos de crisis y dificultades excepcionales es cuando más sentido tiene insistir en la educación. Se constituye en un factor de resiliencia en miles de educadores, familias y estudiantes que están haciendo su mejor esfuerzo para seguir adelante.

“¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a traer mi corazón”. Miles de corazones. Allí está nuestra esperanza.

Foto: archivo

05-10-17

http://efectococuyo.com/opinion/quien-dijo-que-todo-esta-perdido


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