Por Gregorio Salazar
En estos días de hecatombe
mediática, en la que no falta la cada vez mayor postración del sector
televisivo, no hay quien haya establecido siquiera por elemental contingencia
noticiosa un paralelo entre el nuevo presidente de Pdvsa, escenario de otro gran
cataclismo nacional, y el general Rafael Alfonzo Ravard (1919-2006), a quien le
correspondió encabezar la gestión de la estatal petrolera durante los primeros
diez años de su nacionalización.
El contraste entre esas dos
figuras da cabal medida del sino de estos tiempos, de esa vertiginosa espiral
descendente por la que va rumbo al colapso la industria del sector energético
en el que fuimos potencia mundial y con ella la propia Venezuela, y un país que
hace apenas medio siglo destacaba en el continente y podía ver el futuro de
manera muy auspiciosa.
No sabemos qué más se puede
decir del mayo general que ha asumido la presidencia de la “nueva” Pdvsa, más
allá de sus deleznables proezas represivas, su designación como “padrino” (?)
de Trujillo y su vociferante pasantía por la Misión Vivienda.
Suponemos que todavía quedan
por allí quienes recuerden a Rafael Alfonzo Ravard, pero si no fuera así
bastaría como una simple hojeada a Wikipedia para enterarse quien fue ese
venezolano de excepción, egresado con los mayores méritos de la Academia
Militar, Ingeniero UCV, ingeniero civil del Instituto Tecnológico de
Massachusetts, presidente no sólo de Pdvsa, sino también de la Corporación
Venezolana de Fomento (CVF) y de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG). En
1954, bajo el régimen perezjimenista, presidió el Consejo Mundial de Energía.
Su capacidad y exitosa trayectoria fueron reconocidas en el arranque del
período democrático al designarlo para dirigir el desarrollo y planificación de
Ciudad Guayana, lo que algunos consideran su mayor legado, y años después al
frente de la industria petrolera nacionalizada, en la cual trabajaba desde que
era un proyecto, hasta llevarla a ser una de las cinco corporaciones de ese
tipo más importante del mundo.
En la siembra de los 26 millones
de pino del bosque de Uverito también estuvo la conducción del general Ravard,
hombre de curiosidad insaciable que se interesó también por la botánica,
zoología, geología, economía, literatura y diplomacia. Se sabe también que
hablaba con fluidez varios idiomas. Y luego de haber desempeñado esos cargos de
tan alta responsabilidad nunca surgieron dudas sobre su pulcritud
administrativa.
Ahora Venezuela es otra y
aquello que “el gigante” anunció como “la nueva Pdvsa” también. Lo que fue el
complejo refinador más grande del mundo, Cardón-Amuay, está virtualmente
reducido a escombros y quienes vengan en su rescate, chinos, rusos, iraníes o
marcianos deberán desembolsar una ingente suma durante varios años para
reconstruirlas. La flota de tanqueros pasó a mejor vida. La producción cayó en
un millón de barriles. Con una enorme e inútil carga burocrática,
descapitalizada desde el 2002 de lo mejor de su recurso humano, el nepotismo
florece en su estructura mientras los trabajadores, que laboran con riesgo de
sus vidas pues los protocolos de seguridad fueron abandonados hace años, ganan
salarios de 4 dólares al mes.
La guinda de esta torta de
colosales dimensiones es la revelación, por sus propios responsables, de la
corrupción a niveles inimaginables. El presidente junto con el Ministro de
Energía y unos sesenta gerentes han sido removidos y llevados a juicio, lo que
hace suponer que la cuchilla de esta vendetta roja también le van desbrozando
el camino al personal técnico de las potencias extranjeras que serán los nuevos
dueños de nuestro petróleo. Cruel paradoja resultante de la obra de los
ultranacionalistas que no se sacan “la patria” de la boca.
Si algo no se le puede
desconocer a la revolución chavista es haber concebido, parido y desarrollado
con cada una de sus deformaciones ese engendro que es la Pdvsa del presente.
Para la historia quedó el documento audiovisual donde su presidente de
entonces, Rafael Ramírez, hoy prófugo de los camaradas que lo tuvieron como
pieza clave en el manejo arbitrario de la industria para la instauración del
“proyecto bolivariano”, aseguraba que haría entender a “carajazos” que PDVSA
era roja-rojita. A carajazos le quieren hacer entender no está suficientemente
claro qué cosas, pero deben ser muy graves cuando le gritan a los cuatro
vientos ¡traidor”.
10-12-17
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