Por Hugo Prieto
Lo que sigue más abajo es la
visión que tiene Jorge Roig del país. Su participación en la comisión técnica que
asesora a los representantes de la oposición que negocian con el gobierno en
República Dominicana fue metida y consultada con personas, cuyas opiniones
ratificaron lo que le decía su instinto. “Hay que arriesgar y apostar por las
cosas en las que uno cree”.
Pero también hay otros
elementos que jugaron a favor. “No quisiera pensar en lo que le puede pasar al
país si las negociaciones fracasan”. La crisis económica nos ha colocado al
borde del precipicio y las sanciones aplicadas por Estados Unidos le restan
operatividad —léase una caída continua de la producción petrolera—, que pone en
riesgo a PDVSA y por tanto al motor de la economía venezolana. Pendemos de un
hilo que seguramente se romperá en 2018, si no hay cambios significativos en la
conducción del país. Se ha dicho hasta la saciedad, pero a veces lo obvio es
necesario. “No soy fatalista nunca, pero esta es quizás la última oportunidad
que tiene el país de reencontrarse y de discutir en una mesa de negociación,
con acompañantes internacionales, la mejor manera de resolver esta crisis que a
todos nos agobia. Si hay voluntad política de las partes podemos explorar un
camino interesante”. Que quede claro lo que dice Roig: “con acompañantes
internacionales”. Y ese es el punto que los negociadores —los actores políticos
del gobierno y la oposición— no pueden subestimar ni ignorar, a riesgo de sumir
al país en lo desconocido.
No he encontrado a nadie,
entre intelectuales y politólogos, que apueste por estas negociaciones. Los
primeros dicen que el chavismo ha entrado en una fase dictatorial y no tiene
ningún interés en negociar y los segundos advierten que el pliego de la
oposición es muy ambicioso, que estos procesos avanzan en el más estricto
secreto. ¿Usted qué piensa?
Si no habías encontrado a
nadie, acabas de encontrar a la primera persona que le apuesta a este proceso.
Tienes, además, a los demás integrantes de la comisión asesora y seguramente a
muchos venezolanos. Cuando digo apostar es en el entendido de que deseamos que
tenga éxito y de que no tenemos otras opciones. Yo respeto a quienes son
escépticos, con razón o sin ella. Muchos, simplemente, porque ya no creen en
nada o están desesperanzados. Lo que critico es que ellos no me dan una
alternativa mejor. Hay quien sueña con que los marines van a desembarcar en
Puerto Cabello y esto se va a liberar, o a que al señor Padrino López le va a
venir una epifanía democrática de la noche a la mañana y va a poner orden. Como
esas cosas no las sé y no puedo influir, lo único que me queda es apostar, lo
hago por convicción. Tengo que decir que en el camino me he encontrado con más
aliados que detractores.
¿Podría decir qué motivaciones
tienen esos aliados?
Este proceso reviste
características diferentes a los anteriores. Y la primera es quitarle la
palabra diálogo. Dialogo sería un poco esta conversación que tenemos tú y yo.
No. Esto es una negociación. Tú tienes algo que yo quiero y yo tengo algo
que tú quieres. Vamos a ver si la podemos intercambiar. Tenemos algo que
queremos uno del otro. En segundo término, tenemos unos testigos para que los
términos sean los más adecuados y la metodología bien puesta. Para que, además,
lo que acordemos entre tú y yo no es para que mañana uno de nosotros
diga yo no dije eso. En tercer término, creo que el gobierno tiene mucho interés
en negociar por el tema de las sanciones económicas.
La oposición sufrió una
derrota espectacular el 15 de octubre.
Absolutamente.
¿Qué cosas podría poner la
oposición sobre la mesa que le interesen al gobierno?
Es una pregunta muy lógica,
pero hay dos cosas que le pueden interesar al gobierno. En primer lugar
gobernabilidad. El gobierno no está gobernando. Toma decisiones, promulga
decretos leyes que no se aplican. Inventa cosas todas las semanas, algunas
desesperadas como la criptomoneda. Pero la verdad es que no tiene una
gobernabilidad en el país y toma decisiones que no son reconocidas por la
comunidad internacional. Pero lo que ellos piensan, y donde la oposición puede
ayudar, es en el tema de las sanciones. No es poca cosa. Aparentemente el gobierno
aprendió a vivir con default, pero no con las sanciones. Las sanciones son muy
complejas y han provocado, por ejemplo, que se pierda operatividad en la
industria petrolera. Solamente este mes, mientras estamos hablando, se
perdieron 20.000 barriles. El mes pasado se perdieron 100.000 barriles. Maduro
ha perdido 700.000 barriles. Cuando no puedes operar, cuando no puedes comprar
porque no tienes tarjeta de crédito en el exterior, cuando no puedes vender y
tu dinero es de Monopolio, el gobierno piensa que normalizar la situación del
país, mediante un acuerdo promocionado por la Asamblea Nacional ante los ojos
del mundo, ayudaría a flexibilizar esas sanciones. Son cosas que tienen
probabilidades.
Si hay un acuerdo de
gobernabilidad, seguramente la oposición va a tener que apoyar algunas medidas
económicas muy duras e impopulares. ¿Va a haber “una quita” —para
decirlo en términos de la deuda externa— de la responsabilidad del gobierno con
relación al desastre que estamos viviendo, a la crisis, al sufrimiento de la
gente? ¿La oposición va a hacer borrón y cuenta nueva?
No voy a hablar por la
oposición, yo estoy ahí en una característica de asistencia técnica y a la cual
me quiero limitar. Pero lo que es evidente es que la responsabilidad absoluta
de todo lo que ha ocurrido es del gobierno. Cuando te hablo de ayudas en
algunas materias es simplemente aprobar algunas operaciones que necesitan pasar
antes por la Asamblea Nacional, que sean beneficiosas para el país. No veo a
ninguna oposición ni a la AN negando una ayuda humanitaria para Venezuela
cuando sabe que hay gente que se está enfermando y muriendo en los hospitales.
No veo a la AN negando una ayuda para traer alimentos al país. No veo a ninguna
oposición que se vaya a negar a que se suelten a presos políticos. Cuando dices
que la oposición pide cosas ambiciosas, lo primero que te quiero decir es que
es bastante ingenua porque está pidiendo cosas que están en la Constitución. No
hay nada extraordinario y eso le da mucha fortaleza a la hora de negociar. La
colaboración y cohabitación se limitaría a lo que tiene que tener una
democracia: Yo te hago oposición a ti en tanto y cuando me parece que las
medidas no son acertadas para la población venezolana y te apoyo si las medidas
que tomas son buenas para la población venezolana.
Cosas que están contempladas
en la Constitución. Cosas que en este momento o no existen o están… vamos a
utilizar la palabra congeladas. Si esa es la realidad es porque el gobierno
tiene un talante, un carácter autoritario, incluso, dictatorial. Diría entonces
que la discusión no pasa por las sanciones o no, por las garantías
constitucionales o no, sino por algo más primario, ¿En Venezuela hay o no una
democracia? Ese es el punto. ¿Ustedes se han planteado eso?
Totalmente. Creo que no hay
ingenuidad en la mesa negociadora. También creo que se ha subestimado al
adversario que tienes al frente, lo digo por la oposición y en líneas
generales. Hoy día, nadie duda del talante antidemocrático de este gobierno. En
lo que no puedo estar de acuerdo contigo es que las sanciones ocurren porque el
mundo que sí salvaguarda la democracia cree que esto se puede convertir en un
problema geopolítico importante, no solo por la ubicación de Venezuela, sino
por el dominio de sus reservas, y por esas razones está muy interesado, muy
pendiente, de que aquí haya una democracia. No. Las sanciones ocurren porque tú
te apartaste del camino democrático y si la oposición mañana se aparta de ese
camino las sanciones vendrían igual. Hay una Constitución que establece la
separación de poderes. Tiene que haber respeto por la Asamblea Nacional y
cuando el gobierno dio ese paso sabía muy bien lo que estaba haciendo. Cuando
el gobierno convoca a la ANC lo hace como una medida desesperada, porque estaba
prácticamente sin ninguna capacidad de maniobra. Corría un riesgo y lo asumió.
Ahí fue cuando el mundo dijo: te saliste de la ruta democrática y te voy a
obligar a que retomes la ruta democrática. No es con una invasión de los
marines, ni es con una guerra, sino con sanciones económicas, que es lo que yo
puedo hacer en este momento.
El gobierno, a través de Jorge
Rodríguez, dice que no va a haber negociación a menos que la oposición le pida
al gobierno estadounidense que levante las sanciones. ¿Puede la oposición
venezolana pedirle a un gobierno soberano, como el de Estados Unidos o a
Bruselas, por hablar de la Comunidad Europea, si es el caso, que levante las
sanciones? No veo factible que la oposición o la Asamblea Nacional puedan
influir en decisiones soberanas que han tomado otros gobiernos.
Eso es absolutamente cierto.
La oposición ni pidió las sanciones, ni puede decir que las quiten. Lo que la
oposición sí puede hacer, en caso de que eso se vuelva a una normalidad, es
pasar un acuerdo por la AN y comunicarle al mundo que aquí hay un pacto de
gobernabilidad. En ese momento, cada país tomará sus decisiones. Repito, las
sanciones se aplican porque tú te saliste de la ruta democrática. En el momento
en que regreses a ella, dejan de tener sentido. Sería ingenuo pensar que las
van a quitar de la noche a la mañana. Zimbabue vivió mucho tiempo
con waivers —espacios donde puedes hacer cierto tipo de operaciones—
pero las sanciones se mantenían para recordarte que “si te vuelves a
desviar, te vuelvo a penalizar”. Lo que sí puede ocurrir es que aquí se den una
serie de permisos especiales, por ejemplo, en temas de reestructuración de
deuda que resulten beneficiosos para el país, operaciones particulares que se
puedan presentar en conjunto, donde, si todos estamos de acuerdo que se
celebren, las sanciones no lo puedan impedir. Recordemos que las sanciones no
son para alimentos o medicinas. El dilema de qué fue primero, ¿el huevo o la
gallina?, aquí no funciona. Quien tiene que demostrar, y esto es muy claro, que
volvió al camino democrático es el gobierno. No es verdad —como lo planteó
Jorge Rodríguez a comienzos de semana— que aquí se llama a elecciones si hay
acuerdo. Es al revés. Si no hay elecciones jamás se van a levantar los
acuerdos. Uno no puede caer en esa retórica previa a las negociaciones.
Algo que llama la atención es
que luego del fracaso de las elecciones regionales, alguien, no sé si Julio
Borges, haya propuesto una comisión asesora, de la cual forma parte usted y
otras personalidades. Uno podría decir que se trata de una jugada estratégica,
una jugada inteligente, de alguna manera se está legitimando el diálogo.
¿También pensó usted estratégicamente en función del planteamiento que le estoy
haciendo?
Sí, no tengo la menor duda de
que la razón fundamental de que un sector político que ha sido inclusivo y ha
dado señales clarísimas de que se tiene que abrir este proceso de negociación,
más allá de las cuatro personas que venían defendiéndolo, le está dando un peso
a la discusión técnica que hubo en Santo Domingo. Nadie puede dudar de la
experticia de Asdrúbal Oliveros o de Feliciano Reyna. La verdad es que se llevó
a un equipo muy bien sustentado. Han podido escoger a un equipo para lavarse la
cara, como tú lo señalas. O que no fuera eficiente técnicamente. Yo creo que son
personas especialistas en sus respectivas áreas de trabajo.
A lo mejor no me supe explicar
bien. A Feliciano Reyna y a Colette Capriles los conozco por mi trabajo y estoy
al tanto de sus competencias. El punto es el siguiente. ¿La comisión asesora
ayuda a legitimar los diálogos? Incluso, voy más allá: ¿desactiva a sectores de
la oposición opuestos a los diálogos?
La respuesta es sí. Yo creo
que fue una buena jugada, tanto política como técnica. Creo que la
representación opositora va mucho mejor asesorada con nosotros que sin
nosotros. La sociedad civil es un concepto muy amplio, muy difícil de medir. No
puede estar toda Venezuela yendo al proceso de negociación. Algunas personas,
entre las que me cuento, las escogieron con pinzas. No me siento representativo
de la sociedad civil. Pero sí del área de experticia en la que he trabajado,
que es el conocimiento del mundo empresarial —producto de mi paso por
Fedecámaras—, y del mundo gremial. Es por ese conocimiento que me escogieron
con pinzas. Te repito, y lo digo con absoluta modestia, no me siento
representativo de Fedecámaras y mucho menos de la sociedad civil. Así que tomo
esta responsabilidad a título personal. Pero la respuesta concreta a tu
pregunta es sí, esto contribuye a darle legitimidad al diálogo. Cuando
incorporas a otros sectores distintos a los meramente políticos tienes la
posibilidad de que esto permee más a la sociedad.
Puede interpretarse como una
jugada estratégica, pero también como un signo de debilidad. Una oposición
debilitada necesita el refuerzo de otros actores de la vida nacional.
Yo lo veo más bien como una
demostración de sabiduría. Ha podido ser antes o hace mucho tiempo, pero es una
demostración de que han aprendido de los errores.
En su caso personal, ¿no está
corriendo un riesgo elevado?
Sí, lo pensé muchísimo y te
agradezco la pregunta. Cuando vino el ofrecimiento me tomé un tiempo largo de
reflexión. Consulté con muchas personas, cuyo criterio me podía servir y al
final privó la idea de que si he dedicado parte de mi vida a hacer cosas en las
que creo que vale la pena apostar, ¿por qué no hacerlo? Mal podría decir, en
este momento en que se me pide una colaboración, no voy a asistir. ¿Arriesgo la
reputación que uno pudiera tener? ¿La credibilidad como vocero? Sí, pero si
algo vale la pena es arriesgar por este proceso. Al final de cuentas, los
responsables de que allí ocurra algo, o no, son el gobierno y la oposición.
Nosotros no somos los que vamos a decidir esto ha tenido que hacerse así o
asao. Nosotros somos asesores técnicos y el riesgo reputacional es menor. Yo no
estoy ahí para que la oposición gane o para que el gobierno gane, sino para que
el país salga con un acuerdo que sea beneficioso para todos. Si los dos salen
tristes, ese no es mi problema. A mí lo que me encantaría es que Venezuela
saliera contenta.
Más allá del control social y
de los mecanismos clientelares, el gobierno acaba de ganar una elección. Si un
representante de la comunidad internacional mira el mapa político de Venezuela,
encontrará que, a diferencia del 2015, hay más rojo que otra cosa. ¿El gobierno
va al diálogo por una decisión del presidente Maduro o por un consejo que le
dio uno de sus asesores? ¿O porque está obligado?
Debe haber una mezcla de todo.
Estas victorias electorales nadie las puede discutir, más allá de que yo las
considere fraudulentas de principio a fin, la demostración más evidente es lo
que ocurrió en el estado Bolívar, donde hubo un fraude comprobado y repetitivo.
Andrés Velásquez es el caso más emblemático. El control social que ellos
ejercen ha sido muy efectivo y es un chantaje que les permite ganar elecciones.
Pero ganar elecciones no es el único requisito para demostrar que tú tienes una
democracia. Si tú, además, fueses lo suficientemente inteligente para abrir
espacios políticos, para hacer planteamientos económicos que tuviesen sentido,
yo creo que este gobierno estuviese mejor valorado por la comunidad
internacional. Pero ganar elecciones, en este momento, es una parte muy pequeña
del compromiso democrático que tiene que tener un país. Eso de que tú tengas
secuestrado al CNE, al TSJ, que desconozcas a la AN, son temas muy gruesos. Han
sabido ganar elecciones, pero han sido muy chapuceros en los otros temas y el
mundo ha descubierto esa trampa. Si no abres espacios políticos, si la gente no
se puede expresar, la gente empieza a preguntarse. ¿Qué pasaría si hubiese una
democracia fortalecida en ese país? ¿Serían los mismos resultados? Eso es lo
que queremos probar. Yo no discuto que el año que viene vayamos a unas condiciones
electorales legítimas, competitivas, con garantías para todos y el gobierno
pueda ganar las elecciones. Si decides ir con reglas claras del juego, con un
CNE equilibrado y en igualdad de condiciones, ahí sí sería una legitimación
ante el mundo. Mientras tanto le va a resultar muy complicado.
El tema del control
institucional ha sido una constante desde 1998, lo hizo Chávez en vida y Maduro
ha sido un alumno aventajado en esa materia. No se cede ni un milímetro. Y si
hay que hacer lo que hay que hacer, al gobierno no se le enfría el guarapo. La
pregunta es ¿por qué ahora sí? ¿Por qué el gobierno va a ceder control
institucional?
Porque no le ha dado resultado
el control institucional. Tienes al país empobrecido. A lo mejor soy un poco
ingenuo en lo que voy a decir, pero el desiderátum de una clase gobernante es
que el país alcance la máxima suma de felicidad posible de verdad, no como
eslogan. Este país está causando la máxima suma de infelicidad posible. La
gente ni es feliz ni vive bien. Entonces, tú estás gobernando en un país sobre
los escombros, manteniéndote en el poder, destrozando una institucionalidad,
con promesas a largo plazo que nunca llegan y el país está, en estos momentos,
pasando unas penurias indescriptibles. Entonces, tienes que tomar correctivos y
eso empieza por devolver la institucionalidad democrática y después por hacer
cambios en materia económica que son absolutamente necesarios. En conclusión,
no lo va a hacer porque esté convencido, lo va a hacer porque la economía y la
democracia son más testarudas que cualquier revolución.
Durante su gestión en
Fedecámaras, usted denunció que el Sebin le hacía un continuo seguimiento,
“un marcaje hombre a hombre”, como dirían en el futbol. ¿Esa práctica
continúa?
No, tengo que reconocer que eso
fue así mientras yo era, aparentemente, un actor peligroso, autor de la “guerra
económica”, un concepto que se cae con la prisión de estos petroleros. Quienes
manejaron el 96% de las divisas de este país actualmente están presos. Pero
mientras decían que yo era el autor de esa guerra estaba vigilado y en el radar
del gobierno. Pero en este momento no tengo la presión que sentía cuando era
presidente de Fedecámaras.
10-12-17
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