Por Simón García
Ser optimistas requiere un
corazón de Narnia. O aferrarse a una voluntad de hierro para encender una luz,
en el espeluznante túnel en el que el Gobierno busca mantenernos por todos los
medios.
El ambiente general es
desalentador. No por inexistencia de motivaciones al cambio, sino porque la
mayoría no percibe que quienes se proclaman como sus agentes, lo sean. La
inexplicable seguidilla de errores y omisiones, licuó la credibilidad en
partidos y dirigentes que habían encarnado esperanzas. El liderazgo democrático
debe hoy superar una crisis de confianza.
Una limitación es que no hay
fuerzas que sustituyan el papel de los partidos, aunque por su debilidad
organizativa, su precario enraizamiento social o selección de otras
prioridades, no estén cumpliendo a cabalidad sus misiones. En especial las de
fortalecer el voto, formar ciudadanía y dar orientación política.
Por supuesto que, lo indican
así muchas experiencias, la idea de una renuncia colectiva de líderes tendría
sobre la política un efecto similar al del despido de los más experimentados
técnicos y gerentes de Pdvsa sobre nuestra ex industria petrolera. Una
ocurrencia tan destructiva de nuestros activos sólo es posible por el estado de
angustia, desesperación y ausencia de opciones viables. ¿Por qué no ayudarla
exigiéndole y dándole aportes?
Hay que parar las fugas de la
realidad y dejar de fantasear con locuras como una insurrección popular, el
golpe militar o invasiones de ejércitos extranjeros. Hay que desarrollar, con
tenacidad e inteligencia, una estrategia inmune a los atajos, a las demandas
maximalistas o a salidas instantáneas. Esas recetas no existen sino en los
discursos extremistas para ganar puntos en el descontento o en las inhibiciones
para no arriesgar popularidad.
Hay factores de la realidad
que están cocinando la aparición de soluciones. Entre ellos cuatro que son
determinantes: 1. Maduro, rodeado de corrupción y de ineficacia, agrava la
disolución del país. 2. La crisis está amenazando la subsistencia misma de la
población, su derecho a comer, acceder a medicinas y servicios médicos o
satisfacer necesidades vitales de niños y ancianos, 3. Crece una furia
colectiva que traspasa la discriminación cedulados/carnetizados y toma cuerpo
en las bases populares fieles al régimen., 4. La determinación de la comunidad
internacional de no permitir un Estado al margen de la Constitución y contra
los derechos humanos.
Partidos y dirigentes están
obligados a un efectivo viraje que muestre desempeños óptimos en: 1. Estar
junto a la gente con una solidaridad concreta para el manejo de sus
calamidades, 2. Lograr que gobierno y sociedad civil reciban ayuda
internacional para atender sectores vulnerables, 3. Acordar un CNE imparcial
para organizar elecciones presidenciales justas y transparentes, 4. Mantener la
exigencia de libertad de todos los presos políticos, 5. Ampliar relaciones con
organismos de la sociedad, incluidos los Consejos Comunales y exigir, desde la
gente, ampliar y democratizar programas como el CLAP.
Los partidos deben trabajar
con los ciudadanos para asegurar una votación masiva y defenderla de cualquier
interferencia o intención de alterarla. El cambio es el norte de los
entendimientos.
07-01-18
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