Por Edward Rodríguez
Antes de proceder con mi
análisis y opinión sobre el final trágico, mediático e inhumano del ex piloto
del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas
(Cicpc), Oscar Pérez, doy mis condolencias a sus familiares y amigos
así como a los deudos de quienes cayeron junto a él.
El 15 de enero de 2018 será
recordado en Venezuela y el mundo, como el día de la demostración de
la violación de Derechos Humanos más flagrante que ha ejecutado el
régimen de Nicolás Maduro. Tras un intenso combate, que incluyó todo
tipo de armas, artefactos y vehículos de guerra, que logró la neutralización y
rendición de Pérez y sus compañeros según lo que pudimos ver en los videos;
Desde el primer día, aquel
27 de junio de 2017 Día del Periodista, que vimos las imágenes del helicóptero,
los videos de la pancarta pidiendo la activación del artículo 350 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y las supuestas
detonaciones en el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ); en un país donde el
Gobierno controla todo, aeropuertos, inteligencia, contrainteligencia,
infiltrados, sapos, culebras y afines, dudamos de la acción de Oscar Pérez, se
llegó a pensar que se trataba de un montaje, y cómo no dudarlo si algo que
también sabe el modelo cubano venezolano es de montar show y vivir de show en
show.
Ante aquella película, y
guiado por mi incredulidad, usé un comodín para saber de qué se trataba toda
esa acción con un toque hollywoodense: llamé a un colega periodista que goza de
mi respeto profesional y personal, quien me dio su impresión y hoja de vida de
Óscar Pérez, por lo que de inmediato y descarté la hipótesis de “montaje
mediático”, o “trapo rojo”.
Pero en la opinión
pública no fue así, faltó quizás un mejor manejo por parte del llamado
movimiento nacional “Soldados de franela” para la venta de su proyecto.
Esa hazaña sin opinión pública favorable tendía a morir en corto tiempo, la segunda razón es que los proyectos individuales también se estancan, pues no forman parte de un colectivo.
Hugo Chávez en 1998 usó
las armas del Estado, se rebeló contra el sistema, manejó todo desde
el Museo Militar, dispararon, hubo bajas, pero se le permitió
entregarse y hablar a los medios de comunicación para dirigirse al país y al
mundo para decir el famoso “por ahora” que le permitió llegar al poder seis
años más tarde. Sin duda alguna hizo un buen manejo público de su intento
fallido de Golpe de Estado, logró ese determinante apoyo colectivo que
necesita cualquier movimiento para hacerse del Poder.
Óscar Pérez pudo hablarle a
una reducida opinión pública por tener saldo en el teléfono, usar las
redes sociales para suplicar que detuvieran el ataque porque estaban dispuestos
a entregarse no le valió de nada, no corrió con la misma suerte que Hugo en su
momento pues el régimen de Nicolás decidió no concederle un “por ahora” al
ex piloto del Cicpc y sus compañeros; sino que prefirió darles un “hasta
nunca”.
Estas líneas las escribo
para que queden sentadas y para la historia, seguro ya mañana es periódico de
ayer lo de Óscar, pero no para sus tres hijos, su madre y su familia.
En 18 años de asesoría cubana el gobierno ha aprendido a jugar con los tiempos, a esperar hasta el último minuto, contar hasta 100, ejecutar y esperar reacciones para contraatacar.
La clandestinidad dura
muy poco, Óscar y su grupo lograron mantenerse seis meses en ella,
comunicándose con el exterior a través de las RRSS que fácilmente son
detectables, un error que pareciera no calcularon muy bien.
Ahora bien, todas
las formas de lucha tienen consecuencias. La de Chávez tuvo la suya:
un golpe fallido, prisión, indulto, elección y triunfo electoral. La de las
FARC, más de 50 años en la confrontación, violando derechos humanos,
asesinando, secuestrando y dedicadas al narcotráfico terminaron en
una negociación y hoy aspirando a cargos políticos.
Mandela, también tuvo su
propia historia: lucha, prisión y negociación con sus opresores. Cada quien
decide cuál es su forma de lucha.
16-01-18
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