FRANCESCO MANETTO 17 de abril de 2018
El
desastre económico de Venezuela ha provocado que la vida cotidiana de los
ciudadanos dependa de unos cálculos vertiginosos. El Fondo Monetario
Internacional (FMI) los pone negro sobre blanco en las previsiones publicadas
este martes. El organismo que dirige Christine Lagarde calcula que el país
caribeño cerrará 2018 con una inflación del 13.864%. En 2019, el valor de
decenas de productos básicos seguirá creciendo hasta el 12.874%. Eso quiere
decir que, en dos años, se prevé que los precios suban la astronómica cifra del
1.811.751%. Es decir, los precios se multiplicarán por más de 18.000 en el
mismo período.
La
cesta de la compra de los venezolanos ya se viene disparando desde hace años y
la tendencia hiperinflacionista, en medio de una gravísima crisis política e
institucional, no tiene, al menos por el momento, vuelta atrás. "Venezuela
ha sufrido una intensificación de su crisis económica y humanitaria desde 2014",
recuerda el informe del Fondo.
Si las
previsiones del FMI se cumplen, el episodio de hiperinflación por el que
atraviesa Venezuela será el más grave de las últimas décadas en Latinoamérica.
Ni siquiera la hiperinflación argentina de finales de los ochenta del pasado
siglo (con subidas de precios que llegaron a superar el 3.000% anual) se puede
comparar a lo que puede sufrir Venezuela. La escalada de precios, de cumplirse
estos negros augurios, también sería superior a la de los episodios de
hiperinflación en Perú (el 3.398% en 1999 y el 7.482% en 1990) y solo se le
acercaría a la de Nicaragua, donde la subida de precios llegó a ser del 13.110%
en 1987. El nivel de inflación venezolano solo se situaría en este siglo por
detrás del de Zimbabue, donde la subida de precios llegó a ser del 500.000.000.000%
en 2008.
A la
hiperinflación se suma un cuadro macroeconómico desalentador. La economía se
contraerá un 15% este año tras caer un 14% en 2017. El próximo ejercicio el
descalabro del Producto Interior Bruto (PIB) será del 6%. Los datos del FMI dibujan
un panorama que constituye una gran excepción en toda la región. Colombia, que
comparte unos 2.200 kilómetros de fronteras con Venezuela, crecerá un 2,7%;
Brasil, un 2,3%; Argentina, un 2%; Chile, un 3,4%; Bolivia, un 4%; Perú, un
3,7%; y Ecuador, un 2,5%.
Colapso petrolero
Las
predicciones, más pesimistas que las proyectadas el pasado octubre, tienen que
ver con el colapso de la producción petrolera y las exportaciones. En
diciembre, cayó a 1,62 millones de barriles diarios, un descenso de más de
700.000 en un año, desplomándose hasta niveles de los años ochenta. Las
expectativas para el sector son aciagas: el fondo recuerda que puede cerrar
2018 en alrededor de un millón diario.
La
economía del país lleva años en caída libre y, cuando parece que las
perspectivas no pueden empeorar, las decisiones políticas del régimen de
Nicolás Maduro y la mala gestión franquean una nueva barrera. En noviembre, las
agencias de calificación crediticia Standard & Poor’s (S&P) y
Fitch declararon a Venezuela en default
parcial por los graves problemas de liquidez después de un impago de 200
millones de dólares correspondientes a los intereses de los bonos que vencen en
2019 y 2024. A esto se suma el saqueo continuado de la petrolera estatal,
PDVSA. Para tratar de hacer frente a esta situación, el Gobierno chavista lanzó
una moneda virtual, el petro, utilizando como garantía las reservas de crudo,
que no ha conseguido paliar la penuria.
La batalla diaria con los precios
Todas
estas cifras se traducen, en el día a día, en una batalla contra los precios y
la escasez imperante. El salario mínimo de un venezolano apenas supera los 1,3
millones de bolívares. Esto es, un puñado de dólares que según el cambio
paralelo fluctúan entre 2,5 y menos de seis. Hasta hace unas semanas, con esa
cantidad se podían comprar dos kilos de carne, pero su precio sigue aumentando.
Al igual que el de los huevos, la harina, el arroz o verduras como la cebolla.
Mientras tanto, unas élites minoritarias recurren a la divisa estadounidense
para pagar algunos servicios como consultas médicas, vehículos de segunda mano
o trayectos en taxi.
El
Gobierno ha anunciado la creación de una nueva moneda, el bolívar soberano, que
sustituya al bolívar fuerte, eliminando tres ceros, de modo que un bolívar
soberano equivalga a 1.000 bolívares fuertes. El bolívar fuerte ya sustituyó al
bolívar tradicional por la misma razón de uno a mil, de modo que un bolívar
soberano equivaldrá a un millón de los antiguos bolívares. Esa sustitución
monetaria es reflejo de que el bolívar ha perdido el 99,9% de su valor desde
que el Gobierno de Hugo Chávez instauró los controles de cambios en 2003. El Gobierno
también intentó usar los controles de precios para frenar la inflación,
llegando a movilizar tropas para controlar los precios en los supermercados,
pero su política económica ha acabado provocando la mayor inflación de toda
Latinoamérica en décadas.
El
colapso económico, además, está provocando que se dispare el desempleo. El FMI
prevé que el paro alcance a un tercio de la población activa, la mayor tasa de
paro de todo el mundo, por encima de países con un alto desempleo crónico como
Suráfrica, Sudán, Bosnia o Grecia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico