CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ 06 de agosto de 2018
@CarlosRaulHer
El
Presidente sacudió al Congreso del PSUV al arrojar que las setenta empresas
bandera del Estado están en rojo, pero seguro que son todas; si Pdvsa, la
gallina pone-oro lo está, respira gracias al cash norteamericano y a que los
precios están relativamente altos. Por supuesto que la reacción primaria es
(mal) decir porque es ahora cuando el gobierno asume algo tan novedoso como que
mataron a Kennedy. Pero por el contrario es muy importante, y sobremanera que
lo haga en el caucus de “la vanguardia de la revolución”. Dicen que nadie
aprende en cabeza ajena (y tampoco en la propia), pero todas las revoluciones
socialistas terminaron en estercoleros.
Con la
Glásnost, libertad de expresión, y la Perestroika, privatización, se masificó
de un extremo a otro del universo la aplastante realidad que después de setenta
años, la economía soviética, en manos del Estado, era una bazofia improductiva,
salvo la industria petrolera. Aquí en apenas 20 años se pasaron por el bigote
también a esta última, un récord inalcanzable. Alguien dijo que si hubiera
socialismo en el Sahara, rápido tendría escasez de arena. Contranatura: 99% de
la mano de obra era empleada del gobierno.
En El
maestro y Margarita, parodia de Mihaíl Bulgakov al Fausto de Goethe, un
sarcástico demonio recorría el infierno burocrático en los últimos espasmos de
la ilusión comunista. Montañas de papeles amarillentos, olvidados en recámaras
olvidadas en pasadizos a su vez olvidados, que hacían al gobierno solicitudes
urgentes, de vida o muerte, de las que nunca se supo ni se sabría. Viviendas
para casaderas de dieciocho años de edad que ya para el momento habían muerto
ancianas. Un burócrata ocioso le responde al diablito que “…el Estado finge que
nos paga y nosotros fingimos que trabajamos”.
El Comité Central llora
En
cambio los “gerentes rojos” vivían como reyes, con “camionetotas” de las que
habla Nicolás, no conocían el racionamiento, la escasez, ni había privaciones
para ellos en plena era del terror. Las fiestas en casa de Stalin duraban hasta
el amanecer, cuenta Kruschev en sus Memorias, y el “padrecito” se complacía en
hacer bailar hombre con hombre a los aterrados superpoderosos Malenkov,
Molotov, Beria y el propio Kruschev. Cuando Gorbachov toma el poder en 1985, ya
la URSS era un cadáver insepulto y la rectificación llegaba tarde: el régimen
bolchevique estaba perdido. El Partido Comunista de China siguió un camino
mucho más sabio.
Una
vez murió el sicópata Mao Zedong, Deng Xiaoping implanta el “socialismo de
mercado” y cuarenta años después China es el segundo poder mundial. Mao había
hecho de los chinos los seres más pobres y desgraciados del planeta con sus
comunas, misiones, salto hacia adelante, revolución cultural y se había
consagrado como el mayor genocida de la historia. Deng hizo proyectar en las
reuniones del comité central documentales de las hambrunas, que según cuenta
Yang Jisheng en su estremecedora obra Tomstone, hicieron llorar a los
dirigentes. Rompió con el horror y puso pie, no rodilla, en tierra.
La
prédica de Jesús Faría no fue vox clamantis in deserto, sino parte de una
operación en la que engrana el círculo de poder madurista con Cabello, y la
eventual entrada de Bernal, hasta ahora por fuera. Es posible que el gobierno
tenga intención de reforma económica gracias a supositorios de mentol chino.
Pero hasta ahora no hay nada parecido a un programa sino pancadas, algunas que
profundizan el caos, como crear un problema burocrático para comprar gasolina,
con medidas tan estúpidas e inútiles, -el censo-, como si todo vehículo no
tuviera una matrícula.
Empeñados en crear molestias
Cada
vez que, en la tradición soviética, inventan un nuevo control, el diablito de
Bulgakov se bate a carcajadas. En vez de seguir buscando a Dios por los
rincones, el gobierno debe establecer un diálogo con el país y con la comunidad
internacional, hacer con expertos un programa de reformas decente, estilo
chino, y no habría tantos mermados mentales que quisieran repetir la historia
que nos trajo aquí y denunciar “paquetazo”. Tiene a su favor que si no es
confiable ante el mundo, la oposición tampoco lo es, ni luce apta para resolver
el problema. Los otros países tendrían sosiego si el gobierno dejara de jugar
con dinamita y detuviera la emigración masiva.
Es
demasiado aspirar que normalicen su relación con la sociedad, destierren el
estilo padrote, busquen un pacto de gobernabilidad estilo Punto Fijo, hablen
como personas normales y no como negreros, y que nos quiten de enfrente la
sombra de Haití. Solo entramos en el siglo XX hasta al desaparecer Juan Vicente
Gómez y hay que recuperar los veinte años perdidos que impiden ingresar al XXI.
Debe emprenderse de nuevo la descentralización y hacer lo necesario para atraer
inversiones masivas de capital en generación y distribución de electricidad.
Ese es
un paso inicial. Si se establece un marco creíble de respeto a la ley, entre el
Estado y la sociedad, se normaliza la situación institucional, los demás países
dejarán de ver al gobierno como un perro rabioso que les endosa problemas. Pero
hay que hacer un programa económico. Cuando lo elaboren sepan que el Corán dice
que todo hombre anda con su ángel de la guarda a la derecha y un demonio que lo
incita a pecar, a la izquierda. Por eso Mahoma recomienda que en caso de
escupir hacerlo hacia el lado izquierdo.
Carlos
Raúl Hernandez
@CarlosRaulHer
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico