Ismael Pérez Vigil 06 de agosto de 2018
He
sido un defensor y propulsor acérrimo de la “unidad”, de la cual he sostenido
en más de una ocasión, en artículos, intervenciones públicas y redes sociales,
que es una condición indispensable sin la cual es imposible librarnos del
oprobioso régimen que nos agobia desde hace casi 20 años, hoy devenido en
dictadura.
Casi
considero digno de anatema a quien piense lo contrario y yo mismo me espanto si
tan solo la duda aflora en mi mente. Y sin embargo… debo reconocer que, durante
los últimos días, semanas, esa duda realmente me desvela.
La
duda se intensifica tras leer y reflexionar sobre un artículo del historiador
Elías Pino Iturrieta, aparecido en El Nacional Web el 29 de julio, bajo el
nombre “La cacareada unidad”; incluso, más que el artículo y su título, la duda
profunda, ontológica me la taladra una pregunta sabiamente formulada por el
autor: “¿caben todos los opositores con comodidad y con justicia en la misma
sala situacional, como si fueran semejantes sus merecimientos, sus
realizaciones, sus ejemplos y sus intenciones frente a los negocios públicos?”
Ciertamente,
no caben todos en el mismo cuarto como si sus merecimientos, realizaciones,
ejemplos e intenciones fueran iguales o semejantes. Pero no solamente por eso.
Uno se pregunta a estas alturas del juego, dado el nivel de autodestrucción a
que nos hemos sumido en la oposición, si no será mejor aislarlos y esperar a
que el morbo destructor termine su tarea, como Atila y su caballo, y después
empezar de nuevo, desde cero.
Probablemente es mejor.
Ese
sentimiento de duda, con respecto al valor intrínseco de la “unidad”, se
destapa mucho más al leer las críticas inclementes a partidos y líderes
opositores, tras la muerte ya declarada de la MUD. A algunos no les basta ver
el cadáver de la malograda unidad electoral –que en definitiva es lo que era la
MUD–, quieren ver su cadáver bien bajo tierra, o mejor bajo excrementos.
Cuando
veo los niveles de critica –muy bajos–, el lenguaje que se emplea –muy soez–, y
los argumentos que se esgrimen para referirnos los unos a los otros –débiles o
inexistentes–, dudo sobre si valga la pena seguir predicando sobre la “unidad”,
pues ya es un verdadero predicamento, y concluyo, como ya dije, si no será
preferible esperar a que desaparezca esta generación de políticos opositores,
pero con sus respectivos críticos; a lo mejor a la larga saldremos ganando.
Muchos se preguntan, y se responden afirmativamente, si los políticos
opositores, ciertamente por los errores cometidos, la falta de decisión para
encarar las tareas y los niveles de conducción del pueblo –y sus críticos, por
exactamente lo mismo–, ¿no se merecerán una piadosa muerte? Quizás. ¿Sera que
estaremos a las puertas, no de una Anemia Democrática, como dice Mibelis
Acevedo en El Universal del 26 de julio, sino de algo mucho más grave: de una “eutanasia
opositora”? Estamos acabando, asesinando, disculpen la crudeza, a dos, y quizás
más, generaciones de políticos del país, solo porque han cometido errores, que
ni por asomo son las atrocidades que ha cometido el régimen, la dictadura, o
solo porque tal parece que algunos de ellos no entienden cuando llega el
momento de decir: “me voy”.
No
cabe duda que muchas de las críticas políticas que se formulan a la oposición y
a la MUD son ciertas y merecidas, pero, ese es solo un tema. El otro, que es el
que me preocupa más, por los precedentes que está creando, es el tono en que se
formulan las críticas, porque no hay garantía –ya lo hemos visto en el país
después del 2013– de que desaparecido el perro vaya a desaparecer la rabia.
Desaparecerá
la MUD, ya ha desaparecido hace tiempo; desaparecerán muchos de los políticos
que hoy nos “conducen”, como desaparecieron otros que nos condujeron y nos
trajeron a estos predios; incluso desaparecerán los “críticos”, pero si no
desaparece el “estilo, el tono, el morbo, que acompaña a la mayoría de las
críticas que se formulan, no habremos ganado nada y corremos el riesgo de que
la historia se reproduzca como tragedia, que es como suele ocurrir.
La mayor virulencia contra la “unidad”,
ciertamente no es contra ella.
Es una
virulencia anti opositora, anti partidos, sí, pero es más contra las personas
–razón más que suficiente para deslegitimarla– y se nota sobre todo en las
“redes sociales”, donde las críticas y críticos destilan su veneno a placer,
usualmente bajo seudónimos y anónimos; pero no solo esos “críticos” son los que
están allí, también están allí los que levantan “sospechas”, “dudas”, se hacen
“preguntas”, piden “aclaratorias”, “desmentidos” o simplemente calumnian. Desde
una supuesta superioridad moral –y usualmente desde la distancia y bajo un
seudónimo– se dice cualquier cosa, se levanta cualquier infundio o ignominia,
que cuando se responde o se aclara, jamás se acepta y nunca hay una
rectificación o disculpa. No. La misión ya está cumplida, la duda o calumnia,
sembrada, la reputación buena, mediocre o mala, más deteriorada.
No
pareciera que esta tendencia o conducta tenga remedio en las redes sociales;
así que por mi parte decidí marginarme de ese escenario y no contribuir a ese
morbo, omitiendo discutir en redes sociales, especialmente en Twitter, donde no
he visto que se logre nada positivo y con contadas excepciones, son pocos a los
que vale la pena seguir o responder; desde luego a quienes insulta desde
anónimos y seudónimos, menos que menos, a ninguno se debe responder.
Afortunadamente
en los últimos días hemos visto a algunos de los denodados o denodadas –aquí si
cabe el femenino– críticos, tratando de recoger algo del agua derramada,
pidiendo algo de sindéresis o cordura, antes de que sea demasiado tarde y se
arrase con todo lo que queda de oposición. Ojalá sea imitado el ejemplo.
Por lo
pronto ese “nivel” de critica ya ha perforado, horadado, la “unidad” y nos hace
plantearnos que quizás la unidad de toda la oposición bajo una sola bandera no
es posible, que lo mejor es profundizar el deslinde que ya existe, que cada
quien haga su camino y monte tienda aparte, con sus diferentes opciones y
propuestas y esperemos a ver por quien se pronuncia el pueblo. Eso
probablemente retrasará la salida de esta oprobiosa dictadura, pero parece que
por los momentos otra alternativa no es posible.
Ismael
Pérez Vigil
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