Por Luis Salamanca
Todos estamos preocupados
por salir lo más rápidamente posible de la terrible situación socioeconómica
que vivimos, ahora intensificada por el colapso de los servicios públicos
básicos. La desesperación de millones de personas lleva a éstas a analizar el
entorno y a proponer una salida. Sabemos que la solución es política porque
quienes retienen el poder en Venezuela no tienen capacidad para resolver los
problemas creados por su propia gestión en estos 20 años. Pero su actitud es la
de quien ni lava, ni presta la batea.
Por ello, todo venezolano es
hoy en día un analista y, además, un estratega. En todas partes, en toda
reunión, en todos los chats, fuera o dentro del país, cada compatriota tiene su
visión y su solución para el asunto. Sin embargo, dada la cantidad de vías
abiertas para buscar un cambio político hacia una transición democrática, la
discusión amenaza con terminar en un diálogo de sordos, y/o en una babel
estratégica.
Por ello debemos tener claro
cuál es el problema político concreto que enfrentamos en esta etapa. Este no es
otro que el cambio de régimen, no sólo la salida de Maduro sino de toda la
camarilla del poder. Este cambio es previo a cualquier otro desarrollo político
y es el más complejo de todos, por la resistencia de Maduro y lo que le queda
de régimen. Es fundamental, entonces, reflexionar sobre cómo pensamos las
propuestas de salida. No voy a hablar de las salidas como tal, sino de cómo las
planteamos y qué debemos tener en cuenta a la hora de proponerlas.
Mi preocupación en esta nota
es poner en evidencia algunos rasgos de los escenarios que afectan nuestras
reflexiones y, a veces, no nos damos cuenta. Para que los análisis y los
propósitos sean lo más lógicos posible, debemos tener en cuenta sus
características más significativas. Es decir, debemos pensar ya no en el
escenario que creo se puede dar, el que más valoro, o el que la realidad
permite, sino en la naturaleza misma de los escenarios.
Definición de escenario
político
El escenario es una
construcción hipotética que elaboramos acerca de cómo creemos se dará alguna
situación política en el futuro. Es la posibilidad de ocurrencia de un hecho en
un tiempo porvenir. Ejemplos: “esto se resuelve mediante una negociación”, o
“mediante una intervención internacional”. De acuerdo con el tiempo que tomen,
pueden ser escenarios coyunturales (mañana, la semana que viene, el mes
próximo), de corto, mediano y largo plazo, dependiendo de cuál sea la unidad de
tiempo usada para nuestras estimaciones, o por el tiempo que efectivamente tome
la realización del escenario. Por ejemplo, en una crisis tan voluble, incierta
e impredecible como la nuestra, el largo plazo puede ser el año en curso.
La coyuntura es el tiempo
presente, el corto plazo es el par de meses que vienen, el mediano plazo es un
semestre y el largo plazo es el año. La delicada y precaria situación
venezolana no permite pensar más allá. Incluso se puede decir que un año es
socialmente demasiado tiempo, pero los tiempos políticos tienen su propio
curso. Como dice el dicho: “Las cosas de palacio, van despacio”.
En este sentido, la variable
temporal es crítica para los escenarios como lo es para la vida humana y para
la política real. Han pasado dos o tres meses de la crisis de la usurpación y
parece una eternidad para quien quiere cambio democrático. Unos se desesperan y
se desesperanzan; otros quieren que el cambio ocurra según sus propios valores;
otros apelan a la realpolitik. Es todo un bazar de opciones.
Características de los
escenarios políticos
El rasgo clave de los
escenarios es que ellos pueden ser normativos y/o empíricos.
Proponemos una vía
determinada porque la valoramos normativamente, es decir, como un deber ser; o
la proponemos porque la estimamos como la única que la realidad permite. Eso
permite llamarlos: los escenarios normativos y los escenarios empíricos.
Los escenarios normativos
son aquellos que valoramos como los más deseables para el país porque son
pacíficos, constitucionales, institucionales, democráticos. Los escenarios
empíricos son aquellos que la realidad permite, al margen de lo que uno
quisiera que ocurra. Es lo que es posible aunque no nos guste.
Así uno puede querer que la
solución sea negociada o electoral, pero puede no haber condiciones para ello.
Por lo tanto, debemos trabajar con los pies sobre la tierra, porque la realidad
apunta en otra dirección, porque serían los más efectivos en producir un
resultado, o porque lograrían resolver el problema de raíz.
Por ejemplo, en nombre del
deber ser se rechaza el golpe de Estado, la intervención militar extranjera
legal o ilegal, la guerra civil. En ese sentido, se prefieren, por ejemplo, las
elecciones democráticas (no cualquier simulacro electoral). Otros prefieren la
negociación. Pero la realidad puede estar apuntando hacia la fuerza como la
propulsora de los cambios. El analista y el estratega deben tener claros estos
dos planos de las vías para el cambio. Aquí debemos preguntarnos: ¿qué permite
la realidad política, ¿qué podemos lograr?
La política puede modificar
esta diferencia entre lo normativo y lo empírico. En tal sentido, la política
es la ciencia de resolver los conflictos sin matarnos unos con otros. Uno puede
plantearse buscar el triunfo del escenario normativo. Por ejemplo, que la
salida sea electoral o negociada, en lugar de violenta. Pero la realidad
también habla. Y es tozuda, a veces. Y lo hace con su propia lógica implacable
puede imponer algo distinto, y nuestra conducta no puede hacer abstracción de
la dura crudeza de los hechos. No podemos confundir ambos planos de los
escenarios porque estaremos confundiendo la realidad con los deseos. Y en
política, como sabemos, ello puede conducir a los peores resultados.
Muchas de las discusiones
sobre escenarios en el país adolecen de esta confusión. Defiendo lo que valoro
sin mirar lo que la realidad podría permitir. O sólo miro a la pura realidad
olvidando los valores. O peor, mezclo ambos planos sin darme cuenta. Una vez
hablo del escenario preferido; otra vez hablo del escenario posible y/o
probable. Las discusiones son interminables e insatisfactorias pues no logramos
ponernos de acuerdo, debido a que no tenemos consciencia de en cual plano
hablamos; o queremos lograr un fin político.
Por ello, es fundamental
tener claro cuál es mi escenario valorado y cuál es el escenario que la
realidad permite. Lo ideal es que ambos coincidan, pero en la Venezuela de hoy,
lo que valoramos no es necesariamente lo que puede darse. Lo que exige un
esfuerzo muy grande para escudriñar la realidad política y poner negro sobre
blanco; y otro esfuerzo para sincerarnos a nosotros mismos con nuestras
valoraciones. Si tenemos que actuar con sentido de realidad tenemos que conocer
a fondo la realidad política, la coyuntura y, a poder ser, su trasfondo
histórico, pues la realidad presente se formó a partir de hechos pasados.
El principal escenario
normativo es el de un cambio y una transición democrática, constitucional,
pacífica y nacional: Elecciones competitivas. Junto a ella están la
negociación, el diálogo, los pactos y los acuerdos, los procesos judiciales
nacionales e internacionales. Ese escenario normativo puede llegar a ser real,
según la dinámica política concreta. Pero, en este momento, no lo es.
A partir de lo ocurrido tras
la victoria opositora en 2015, estos escenarios normativos perdieron su sitial
principal. Las elecciones fueron alternativa de salida del régimen autoritario
hasta 2015, año de las últimas elecciones medianamente democráticas. El régimen
cerró esta vía y la misma ha perdido el lugar número 1 y ha pasado a estar en
el último lugar. Para que tengamos elecciones democráticas de nuevo, deberá
ocurrir algo previo: un cambio político y una transición hacia la democracia.
Lo mismo ocurrió con la
negociación. Para negociar se necesitan dos partes, al menos, dispuestas a
llegar a acuerdos; es decir, a ceder y a recibir algo, a cambio de un resultado
que uno de los negociadores considera positiva para la nación. El régimen no ha
negociado y no quiere negociar porque no tiene previsto salir del poder. Maduro
siente que tiene margen de maniobra para luchar y piensa que puede vencer. Si
se dan negociaciones no puntuales, serán forzadas por la realidad.
En tal sentido, las
elecciones y las negociaciones perdieron sus puestos en el ranking de las
opciones. Sin embargo, los actores que creen que estas dos vías pueden
imponerse, siguen defendiéndolas, a veces a contrapelo de lo que la realidad
indica. Y es comprensible. Están fuertemente imbuidos de sus preferencias
normativas.
Los escenarios se mueven.
Todo esto significa que los escenarios se mueven en el ranking. En un momento
dado, el que está de primero en nuestra lista pasa a estar de último. Y
viceversa. Uno que estaba de último sube de puesto. Y así. Los escenarios
cambian de posición de acuerdo con la dinámica política. Esto puede gustarnos o
no, pero debemos estar atentos a esta oscilación. En una situación política y
social tan cambiante como la venezolana, el desplazamiento de los escenarios es
una constante. Es lo que ha pasado con las elecciones y las negociaciones. El
asunto de la intervención internacional en sus distintas vertientes, dejó el
último lugar que tenía el año pasado (al menos en mi ranking) y ha subido en la
escala. No es un escenario valorado normativamente, pero se posiciona
empíricamente en virtud de la realpolitik.
Los escenarios pueden
alcanzarse por cualquier camino
El tercer rasgo que se puede
destacar es que la mayoría de los escenarios que discuten los venezolanos y los
extranjeros preocupados por el país, están visualizados por actores y analistas
como futuribles, es decir, como una hipotética realidad política futura,
independientemente de cómo se llegue a ellos. El escenario puede ser alcanzado
por vía pacífica o por vía de la fuerza, violenta o no. Puedo llegar a la
negociación por cualquier vía, voluntaria o forzada, rápida o lenta. Así como
puedo llegar a las elecciones por un camino fácil o escabroso. Lo más probable
es que el camino sea tortuoso, aunque no se puede descartar lo inesperado.
Todas las vías se están
recorriendo
Hoy por hoy, en Venezuela se
están transitando todos los caminos para lograr una salida. Y en ese caminar
hemos llegado a un cierto punto en la ruta. Unos caminos están más recorridos
que otros. Unos parecen más rápidos que otros. Unos se han desandado y otros se
han comenzado andar, pero todos están en nuestro mapa de opciones. Por lo
tanto, no se descarta cualquier escenario, aunque unos tienen más probabilidad
que otros.
Los escenarios están
relacionados entre si
Los escenarios convergen
entre sí. Tienen vasos comunicantes entre ellos. No son estancos, no están
separados rígidamente unos de otros, sino que se comunican, van juntos, se
refuerzan. Por ejemplo, la negociación puede ser para que el régimen salga bajo
garantías de no ser afectados después; o para hacer unas elecciones. También se
puede llegar a unas elecciones por vía de la fuerza. A veces, los actores están
dándose con todo en una lucha existencia, pero negocian tras bastidores, lo que
supone dialogar para buscar acuerdos. En nuestro caso, ha habido negociaciones
para que ingrese la ayuda humanitaria, para que algunos militares abandonen a
Maduro y al régimen y pasen a apoyar el cambio político. Pero lo que se
requiere es una negociación sistémica, para salir del sistema político
autoritario.
Vencer la resistencia
En este punto quiero llamar
la atención sobre una vía que puede estar ocurriendo sin que nos demos cuenta
completamente de ello, porque opera como una fuerza socavadora de las bases de
sustentación del régimen y, en tanto tal, actúa por dentro. Es el camino mediante
el cual se está venciendo la resistencia del régimen autoritario, se le
debilita, se le agota, se le demuestra que no tiene manera de llegar muy lejos;
que mejor es negociar su salida. Esta vía se nutre de la convergencia de todo
aquello que venza la resistencia de Maduro y del régimen, sea por la coerción,
sea por sanciones, sea por incentivos para salvar el pellejo de los jerarcas de
la camarilla, sea por negociaciones. Esta vía puede llevar a varios escenarios:
el de la huida, el de la salida acordada, el del desplazamiento de Maduro por
sus socios, pero quedándose uno de ellos, el de unas elecciones democráticas.
También hay escenarios
inesperados.
Dado lo impredecible y lo
voluble de nuestra dinámica política, es posible que se den escenarios
inesperados. Son aquellos que nadie ve en un momento dado, pero que la dinámica
real puede estar formando. Por inesperados, nadie espera que ocurran ni puede
saber cuáles serán. Lo más que podemos hacer es estar precavidos de que lo
inesperado puede ocurrir. El ejemplo más emblemático es Guaidó y su irrupción
en la vida política de la manera como lo ha hecho. ¿Quién se asomó a este
escenario antes de que se configurara? Nadie. Ni el mismo Guaidó. Una serie de
factores azarosos y una capacidad para interpretar el momento, lo colocaron en
el tope de la política estando, previamente, en un plano político menor. La
fortuna (el destino personal) y la virtud (la capacidad política) de la que
habló Maquiavelo, que marcan la vida del político. Hay otros posibles
escenarios inesperados. Haga usted su propia lista de los mismos. ¿Qué se
imagina usted que puede ser un resultado inesperado en este nuevo ciclo de
confrontación por el cambio político?
CONCLUSIÓN
Como he tratado de demostrar, el tema de los escenarios es muy complejo. Aquí he querido llamar la atención sobre las diversas características, sobre las diversas caras, que tienen los mismos. Unos son valorados como los que deberían darse y otros son los que la realidad permitiría. Se pueden recorrer simultáneamente buscando el objetivo final: el cambio de régimen. Los escenarios se desplazan en el ranking de las valoraciones públicas.
A mi juicio, la vía que
estamos recorriendo es la del socavamiento de las bases del régimen, que a
veces no vemos, que lleva su propio ritmo, pero que va venciendo la resistencia
del régimen. Este ha perdido la cohesión del pasado, está más debilitado, y lo
pronosticable es que se debilite aún más. Todas las medidas de presión y de
incentivos para los miembros de la camarilla del poder, están produciendo sus
efectos. A ello apuestan Juan Guaidó y la comunidad internacional. Esta vía no
busca el round de la victoria, sino que prepara la victoria, round tras round,
combatiendo inteligentemente, golpeando para sacarle el aire al otro. Si se
puede ganar por knock-out, pues, magnífico; sino, se busca el triunfo por
puntos, por decisión. En este momento, la lucha por la democracia ha pasado a
otra etapa: no inmediatista, menos emocional, más organizada socialmente; pero
no se descarta el KO.
Fuente: El Estímulo
09-04-19
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