Benigno Alarcón Deza 08 de diciembre de 2020
@benalarcon
Los
números resultantes, aún cuando es predecible que no son los definitivos y
sufrirán ajustes en las próximas horas, son un fiel reflejo de la posición
política de los venezolanos
Los resultados electorales del 6D
Aún cuando el tema no está cerrado, y queda pendiente
la elección de los diputados indígenas para el próximo 9 de diciembre, los
resultados de ayer no fueron una sorpresa, al menos no para los analistas más
realistas. Las predicciones que habíamos hecho en nuestro evento Prospectiva
2020, para el segundo semestre, realizado hace algo más de seis meses, se han
cumplido con exactitud, y el gobierno, tras producir una elección
parlamentaria, multipartidista, aunque no competitiva, echa mano a la Asamblea
Nacional, en unos comicios, cuya gran ganadora es la abstención, con un 69%,
según las cifras oficiales. El Polo Patriótico registró un apoyo de 68%, lo que
se traduce en un 17% de los veinte millones de electores con derecho a votar,
mientras que algo menos de un 8% salió a respaldar a todos los demás partidos
que ayer vieron frustrado su intento de representar el rol de una oposición
mayoritaria, que el régimen trató de desplazar y sustituir a través de esta
elección.
Visto así, este es un round para
quienes llamaron a la abstención, o sea, para Guaidó y el G4, que ganaron la
Asamblea de 2015 con el apoyo de una mayoría equivalente a la que ayer se
abstuvo de participar. La magnitud de la abstención -algunas encuestadores
afirman que es todavía mayor- es un duro golpe a la ya cuestionada legitimidad
de esta elección parlamentaria que, como ya sabíamos, no contaría con el
reconocimiento de una buena parte de la comunidad internacional democrática y
hace evidente su falta de legitimidad interna, da a los países que han
desconocido a Maduro una razón de peso para ahora desconocer este proceso y, en
consecuencia, a la nueva Asamblea Nacional.
Los números resultantes, aún cuando es predecible que
no son definitivos, y sufrirán ajustes en las próximas horas, son un fiel
reflejo de la posición política de los venezolanos. Un 70% rechazó y se negó a
participar en la farsa electoral de este 6 de diciembre. El oficialismo, pese a
hacer su mejor esfuerzo, no pudo movilizar a una parte significativa del
electorado en medio de una jornada que lució desolada a lo largo de todo el día
y que significó la movilización de dos millones de electores menos de los que
votaron cuando perdió la elección parlamentaria de 2015. Mientras, los partidos
de oposición que negociaron su participación con el régimen, y que pretendían
ser la nueva oposición, perdieron más de seis millones de votos, si se les
compara con la elección previa, lo cual los liquida como alternativa opositora.
Y ahora le toca a la consulta
Ahora toca el turno a Guaidó, el G4 y a los partidos
minoritarios que le han acompañado y convocado a la consulta que se inicia hoy
por medios virtuales y que se extiende hasta el próximo sábado 12 de diciembre,
con su cierre presencial. Y aunque los números de la elección colocan la vara a
una altura que debería ser fácilmente superable para la oposición, la consulta
será la que nos dirá cuánto de ese 70% continúa acompañando a Guaidó y al G4, y
cuántos no están ni con el gobierno ni con la oposición.
La meta para la oposición estaría en superar el 31% de
participación electoral, es decir, obtener más de seis millones de votos a
favor de sus propuestas; alcanzar los siete millones setecientos mil votos
demostraría que la base de apoyo que la llevó a la Asamblea Nacional en 2015 se
mantiene intacta, aunque no se debe ignorar que una parte importante de esos
electores, hoy están fuera del país y manifestarían su voluntad desde el
exterior.
A estas alturas, la oposición tiene obstáculos
importantes que vencer en cuestión de horas. La consulta, a diferencia de la
elección, no cuenta con los medios de comunicación masivos para informar a los
electores sobre cómo funcionará y cómo participar. Al día de hoy resulta
evidente que una mayoría del país aún no sabe cómo hacerlo. Asimismo, la
consulta debe superar los riesgos que implica el uso de un internet controlado
por el Estado. Pero el reto más importante está en convencer a una gran
mayoría, que se opone a la continuidad del régimen, de que participar tiene
alguna utilidad real. Todos los líderes y organizadores comprometidos con el
éxito de la consulta, deben dedicar sus esfuerzos a construir una narrativa
verosímil sobre la utilidad de este proceso.
En este sentido, sin subestimar la importancia de los
venezolanos que viven en el exterior y están pendientes y dispuestos a
continuar luchando por su país, el voto de una base de apoyo local es
prioritario, porque esa es la base que se moviliza internamente. Es por
ello que el evento del 12 de diciembre, aún con los retos y el amedrentamiento
que enfrentará, es vital para el éxito de la consulta, porque es en el acto
presencial en donde se mueve la calle y se muestra el músculo con el que se
cuenta, más allá de los fríos números que arroja una página en internet, por
muy confiable y auditable que pueda ser el sistema.
Es así como la elección y la consulta, dos actos de
naturaleza totalmente distinta, terminan sirviendo para un mismo fin: contarnos
y saber cuántos continúan apoyando al gobierno liderado por Maduro, y cuántos,
a la oposición liderada por Guaidó y el G4.
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