Por Juan Francisco Morales Alfonzo, 20/10/2014
Algunos líderes de la oposición e incluso legisladores, se han venido planteando la necesidad de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente para transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva constitución. Si bien es cierto que cada quien tienen su derecho de promover las iniciativas que mejor le parezca dentro del ámbito constitucional, también es cierto que sería un error hacerlo aisladamente, sin suficiente apoyo y a destiempo.
La idea de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente ha sido difundida en foros, manifestaciones, asambleas, comunicados, cortometrajes a través de redes sociales, y en estos días hasta se recogen firmas en la calle. Pudiera ser una iniciativa plausible, sustentada en el pueblo como depositario del poder constituyente originario, pero no podemos olvidar que los mecanismos para activar dicha convocatoria, implican apoyo institucional. Recordemos igualmente que el registro civil y el registro electoral, están en manos de instituciones gubernamentales. Cuando estamos en democracia, estas convocatorias se llevan a cabo con la mayor naturalidad y transparencia, pero bajo la presencia de regímenes autoritarios, no es posible siquiera avanzar.
Ninguna de las tres constituyentes por las cuales hemos transitado en los últimos 68 años, ni en la de 1946, ni en la de 1953, ni mucho menos en la de 1999, han sido convocadas sin enredo o sin fuerza militar. La Asamblea Nacional Constituyente de 1946, que dio origen a la Constitución de 1947, tuvo sus antecedentes en el Golpe de Estado del 18 de Octubre de 1945 por un pacto entre la joven logia militar del momento y la dirigencia del naciente partido Acción Democrática; siendo la motivación principal que llevó a esa nueva Junta Revolucionaria de Gobierno el convocar a elecciones universales, directas y secretas. Es evidente que en aquel momento era imposible hablar de consulta popular como lo hacemos hoy, pero si los líderes políticos del momento se hubiesen planteado la posibilidad de solicitar elecciones universales, directas y secretas por la vía de la protesta pacífica, el estirpe de Isaías Medina Angarita y de Eleazar López Contreras, su adversario más cercano en las últimas de cambio, lo hubiesen impedido como genuinos representantes de la hegemonía militar tachirense.
La Asamblea Nacional Constituyente que se instaló el 9 de Enero de 1953, que ratificó la provisionalidad de la Presidencia del Coronel Marcos Pérez Jiménez, y que lo designó Presidente Constitucional para el quinquenio 1953-1958; validando igualmente el fraude electoral de los comicios del 30 de Noviembre de 1952, tienen sus antecedentes en el Golpe Militar que derrocó a Rómulo Gallegos el 24 de Noviembre de 1948. Nuevamente, para la convocatoria de esta Asamblea Nacional Constituyente, así como para la promulgación de la carta magna que se suscribió en el mismo año de 1953, se hizo presente la fuerza militar a beneplácito del dictador.
Los antecedentes de la Constitución de 1961 no se derivan de una Asamblea Nacional Constituyente, proceden de un Pacto de Gobernabilidad luego de la caída de Marcos Pérez Jiménez. Las organizaciones políticas de mayor fuerza para el momento (Acción Democrática, Copei y URD) firmaron el Pacto de Punto Fijo, bajo la necesidad de diseñar una democracia representativa, con un sistema de partidos políticos estables y profesionalización de las Fuerzas Armadas en la sociedad, por lo que una vez que asume la Presidencia de la República Rómulo Betancourt, quien gana las elecciones en Diciembre de 1958, el Congreso Nacional designa una Comisión Especial para redactar el Proyecto de la nueva Constitución Nacional. Un aspecto importante que vale la pena destacar, es que la Constitución de 1961, sustentada bajo el respaldo de un amplio piso político, ha sido la que más años de vigencia ha tenido en toda nuestra historia (38 años), suplantada hace 15 años por la Constitución de 1999.
La última Asamblea Nacional Constituyente de nuestra vida republicana es la de 1999, en cuyo Referéndum Consultivo Nacional, participó tan sólo el 37,65% de los electores y se abstuvo el 62,35% de los mismos. Como que el fin del bipartidismo y la anti-política, desmotivaron a los electores, y para desgracia de muchos, el sistema nominal abolía el sistema proporcional de las minorías, produciendo un extraño cuadro, en el que cerca del 40% de la población votó a favor de candidatos de oposición y, sin embargo, obtuvo tan sólo el 5% de los escaños (6 diputados en total); mientras que el 60% que votó a favor del gobierno, obtuvo cerca del 95% de los diputados (125 en total). A todas luces, la representación no reflejó la voluntad nacional en su justa dimensión; pero quienes hoy promueven la constituyente, como que olvidan o desconocen esos detalles.
Pareciera que el tema de la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente es parte de nuestras tradiciones, como las hallacas, donde cada quien le añade los ingredientes que mejor le agraden a su paladar; y una vez culminadas las festividades decembrinas, quedan en el olvido las aceitunas y las alcaparras.
Las preguntas que todos deberíamos hacernos serian las siguientes: en los últimos 68 años, ¿para qué ha servido la Asamblea Nacional Constituyente? ¿Quiénes han sido legitimados a través de ella? ¿Hemos resuelto los verdaderos temas de fondo? Lo que si podemos afirmar es que cuando hay consenso, cuando hay unidad y cuando hay transparencia entre los actores y líderes de las verdaderas fuerzas democráticas de oposición, las estrategias, acciones y resultados esperados, son mucho más alentadores. Tengamos siempre presentes aquellos antecedentes que nos condujeron a la Constitución de 1961.
http://guayoyoenletras.net/index.php/2012-08-06-05-07-46/en-lo-politico/1800-asamblea-nacional-constituyente-no-seria-mejor-que-se-ocupen-de-consolidar-y-garantizar-la-unidad
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