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lunes, 18 de abril de 2016

"El CNE tiene la pelota en su campo" para que el cambio sea por votos y no con violencia


Por Vanessa Davies


Una transición dependerá de que la oposición tenga el músculo político para forzar al Gobierno a negociar, subraya el director del Centro de Estudios Políticos de la UCAB. No descarta una enmienda para acortar el periodo presidencial

Cuando se le pregunta por qué la mayoría de la población venezolana desconfía del Consejo Nacional Electoral (CNE) pero cree en el voto como herramienta de cambio y quiere ejercerlo para dejar atrás esta situación, el profesor Benigno Alarcón respira hondo y concluye, sin dudarlo, que el dilema es claro: o nos contamos y decidimos, o nos matamos. Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), refiere que en los focus group se expresa, sin tapujos, el rechazo de buena parte de la ciudadanía hacia la directiva del CNE.
Pero también se confirma la visión del voto como el instrumento para marcar un antes y un después en la vida política del país. Son votos, y no balas, los que quieren empuñar las venezolanas y los venezolanos: unos, para que Nicolás Maduro salga de la Presidencia; otros, para que se mantenga en ella.

El Centro de Estudios Políticos de la UCAB presentó este jueves el estudio Percepciones ciudadanas sobre el sistema electoral venezolano y situación del país. Durante la actividad, Alarcón detalló que más de 80% de la gente percibe que el país está mal. En la distribución de las culpas la "guerra económica" es la que sale peor parada, porque es solo una minoría (poco más de 3%) la que piensa que este factor es el que ha marcado el presente de Venezuela.



Se acabó el piso político

Dos palabras relumbran en las reflexiones de Alarcón: negociación y transición. En entrevista con Contrapunto, el abogado, investigador y docente puntualiza que, para que ambas bajen a la vida real, la oposición necesita músculo político y el chavismo debe estar convencido de que necesita negociar ahora que tiene poder; no después, que puede no tenerlo.

-¿En qué situación política nos encontramos?

-¿En qué situación política nos encontramos? Desde hace muchísimo tiempo he dicho que Venezuela no está en democracia y que este es un régimen híbrido, que es lo que llaman un autoritarismo competitivo. A los autoritarismos competitivos, como pasa con cualquier proceso, se les acaba el piso político. Llega un momento en que la gente quiere otra cosa. La gente no está dispuesta a seguirles dando el voto, bien porque el líder desapareció, bien porque ya no me dan lo que esperaba, porque me defraudaron. La gente quiere cambiar. Y a partir de ese momento, todo gobierno de esta naturaleza llega a la disyuntiva vital, que es: ¿Permitimos que cambie? ¿O nos cerramos y que no cambie nada?

-¿Estamos en ese momento?

-Estamos en ese momento. Y todo parece apuntar hacia que la dirección del Gobierno es cerrarse. ¿De qué va a depender que te cierres o te abras? No va a depender de lo que el Gobierno quiera, sino de lo que suceda en la calle, de lo que la gente esté dispuesta a pelear por el camino del voto o por cualquier otro camino. Depende mucho de cómo se socialice ese proceso. Es fundamental. ¿Qué está pasando en este momento? Estás en esta coyuntura. El mensaje claro del Gobierno es "no vamos a abrir, no vamos a permitir un cambio y, como tenemos el control de otras instituciones, vamos a cerrar toda posibilidad de cambio". El reclamo de la gente, ya lo vimos en la elección parlamentaria, es que quiere cambio. ¿Cuál está siendo la estrategia del Gobierno? Aislar institucionalmente a la Asamblea Nacional para impedir que ese cambio ocurra. Ese es el momento en el que estamos: estamos en la disyuntiva entre cambio o cierre.

-¿Cuáles son las consecuencias?

-Si se cierra, esto va hacia una transición autocrática. Y si el Gobierno logra autocratizarse, gana estabilidad. ¿Por qué? Porque empieza a controlar mucho más férreamente todo e, inclusive, a echar más mano de la represión. Si el Gobierno no lo logra, entonces tiene que negociar las condiciones de una transición democrática, que implica ver: "¿Cómo quedamos nosotros después de eso? ¿Seguimos teniendo vida política? ¿Nos van a perseguir, nos van a meter presos, vamos a poder tener un partido legal y vamos a poder seguir aspirando?", como sucedió en Nicaragua con Daniel Ortega. Esa negociación tiene que darse. ¿De qué va a depender eso? De que la oposición tenga el músculo suficiente como para obligar al Gobierno a sentarse en la mesa de negociación. ¿De qué depende eso? Depende básicamente del músculo político, y el músculo político se expresa en la calle.

-¿Cómo se expresa?

-Es movilización, es voto, es recolección de firmas, es todo lo que permita que la gente se exprese. Y la gente se puede expresar de muchas maneras. El sufragio es una forma de expresión, pero no es la única. Es la que todos queremos. Pero hay procesos que se han iniciado con una recolección de firmas, hay procesos que se han iniciado con manifestaciones y protestas, hay procesos que se han dado de diferentes maneras. El músculo político aquí es lo esencial. Uno no puede ver la negociación y el diálogo de una manera ingenua. La gente solamente negocia cuando necesita de la cooperación para obtener lo que necesita.

-¿La necesitan el Gobierno y la oposición?

-Creo que la oposición la necesita y que el Gobierno cree que la necesita menos. El Gobierno siente que necesita menos la cooperación con la oposición y por eso no negocia. En el momento en que sienta que es irremediable, entonces se sentará a negociar. La gente solamente está dispuesta a negociar cuando no puede conseguir por sí sola lo que quiere.


Verse en otros espejos

-¿En qué espejos, de otros procesos políticos, debería verse el Gobierno?

-Si yo fuera el Gobierno -ante la coyuntura que está planteada y que es muy complicada para ellos, porque salir de este rollo económico va a ser complicado- me vería un espejo como el de México, como el de Ghana, como el de Nicaragua en 1990. Desde una posición de poder es mucho lo que puedo negociar y puedo seguir siendo viable políticamente. Si me mantengo por la fuerza, todo va a depender de que realmente tenga la fuerza para mantenerme, porque si no la tengo y fallo, después no hay negociación posible. Después se vuelve mucho más complicado.

-¿Está siendo la oposición hábil en cuanto a recalcarle al chavismo que el mundo no se acaba porque salga del gobierno?

-Creo que hacer eso es la respuesta correcta. Además, creo que el chavismo tiene que seguir teniendo un espacio político. Si va a ser más grande o más pequeño va a depender de lo bien o lo mal que lo haga. Si el día de mañana la oposición es exitosa, no debe asumir las prácticas de quienes hoy gobiernan. Tiene que ser exactamente lo contrario. Lo que no puede hacer una oposición que mañana llegue al gobierno es decir "ahora es turno y voy a hacer lo mismo que me hicieron". Tiene que ser un espacio distinto, un espacio plural en el que todos quepan.

-Si la gente apuesta por el voto, ¿la vía ahora sería un revocatorio?

-La vía establecida en la Constitución es un revocatorio, pero eso no anula otras vías. Supongamos que el revocatorio no se da porque se le colocan todos los obstáculos habidos y por haber, pero la realidad es que la Constitución también admite la posibilidad de una enmienda, y una enmienda tiene que ser votada, tiene que ser llevada a un referéndum aprobatorio. Y la gente decidirá si quiere aprobar esa enmienda para recortar un periodo presidencial o no. El revocatorio no se trata de sacar al Presidente; se trata de que la gente decida si quiere que siga o si quiere que no siga. La enmienda es lo mismo: la gente decide si quiere mantener el periodo como está o lo quiere recortar.

-¿Cerrar los caminos electorales hacia dónde nos va a llevar?

-Nos puede llevar a que la gente busque cambiar las cosas por otros caminos, y eso no lo quiere nadie.

-¿Cuáles son los otros caminos?

-Los otros caminos pueden ser los de la violencia. Esperemos que eso no sea lo que tengamos. Pero, ¿qué va a suceder? Si le cierras a la gente la posibilidad de un cambio pacífico, la gente empezará a plantearse otras posibilidades.

-En este momento, ¿quién tiene la pelota en su campo?

-Creo que la tiene el Gobierno.

-¿O el CNE?

-De acuerdo. El CNE tiene la pelota en su campo. ¿El CNE por qué? Porque el CNE debería comportarse, y no lo está haciendo, como una institución independiente. Si el CNE se comporta como una institución independiente puede hacerle un favor enorme al país, admitiendo la posibilidad de que la gente se cuente y tome la decisión. Lo que pasa es que a mí me resulta muy difícil, por el comportamiento que ha tenido, decir que el CNE y el Gobierno son dos cosas distintas. Por eso cuando me preguntas de qué lado está la pelota, te digo "del lado del Gobierno, y el Gobierno incluye al CNE", pero no debería incluirlo. La realidad es que la posición más sabia que puede asumir el CNE ahora es de una neutralidad institucional y decir "ahora me comporto como árbitro electoral y hago lo que tengo que hacer".

-¿Qué implica eso?

-Eso implica que, si se reúnen las condiciones para convocar un referéndum, se convoque. Que si hay una elección de gobernadores a final de año, se convoque con suficiente anticipación. Implica que a todo proceso que sea legalmente convocado se le fije fecha y se lleve a cabo.

-¿Se deben invertir recursos en estos procesos electorales a pesar de lo ahogado que está el país?

-Sin lugar a dudas. El costo de no invertir recursos en la democracia puede ser mucho más alto que hacerlo. ¿Cuál es el problema? Si la gente cree que el cambio político se puede lograr a través del voto y la gente quiere expresarse a través de esa vía, mejor que le demos la oportunidad de que se exprese y compruebe si se podía o no se podía. Cerrar los caminos nos puede llevar a cosas mucho peores. Siempre es mucho más costoso no invertir en la democracia que hacerlo. Definitivamente.

16-04-16




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