Por Piero Trepiccione
Los impactos de la COVID-19
alrededor del mundo son devastadores en materia de salud pública. La cantidad
de personas fallecidas, contagiadas y el desbordamiento de los sistemas de
salud es algo aterrador. Incluso más, tomando en cuenta que estamos bien
adentrados ya en el siglo veintiuno. Al ser testigos excepcionales de todos los
avances científicos y tecnológicos que han permitido transformar nuestras vidas
en diversos ámbitos, se supondría entonces que una pandemia de esta naturaleza
no podría afectar tanto la marcha de nuestra cotidianidad. Pero lo está
haciendo y hay que preguntarse el porqué.
El título de este artículo
es un parafraseo a una obra del insigne escritor alemán Hermann Hesse, ¿Y
si la guerra continúa? Allí mostró su abierta posición anti-guerrerista en
un mundo atormentado por los conflictos bélicos. Esta posición literaria y
política le ocasionó no pocas condenas y persecuciones por razones
nacionalistas e ideológicas de los factores del poder en su momento histórico.
Sin embargo, el escritor, ídolo de generaciones, se refería profundamente al
tema de la conciencia necesaria para fomentar un mundo mejor.
Y cuando hablamos de
pandemia, también es importante referirse a la conciencia. Más allá de la
extraordinaria labor de todo el personal de los sistemas sanitarios nacionales
e internacionales para atender los desmanes del coronavirus, es clave entender
que tenemos que aprender a vivir con situaciones de este tipo que pueden presentarse,
incluso más a menudo en el futuro inmediato, según la apreciación de respetados
científicos de los principales centros de investigación alrededor del mundo.
Obviamente, y según todas
las proyecciones del Fondo Monetario Internacional y
demás organismos. No podremos vivir eternamente, o por un largo periodo en
cuarentena social, sencillamente, porque las consecuencias están siendo
devastadoras. La desaceleración de la economía en todos los bloques comerciales
podría incluso, según los especialistas, traer terribles consecuencias para la
población mundial, incluso superiores a los de la pandemia. Entonces es claro
que en la ecuación de la solución aparezca la palabra conciencia al mejor
estilo “hesseniano”.
Apelar a la conciencia
Como seres humanos
gregarios, si no empezamos a adaptar nuestras costumbres a las circunstancias
actuales para protegernos, antes de permitir la viralización masiva de
pandemias, será imposible que los sistemas sanitarios contengan los efectos
nefastos producidos por la irresponsabilidad ciudadana y en no pocos casos, de
gobiernos, que antes que perder el poder, prefieren ocultar realidades. Ser
conscientes es fundamental para un lento retorno a una nueva normalidad. La
convivencia ciudadana ejemplar, democrática. La puesta en escena de
los valores fundamentales para preservar la vida. El interés
generalizado por los asuntos públicos y por la solidaridad social serán los
factores que impulsen cuanto antes los estadios societales del futuro
inmediato.
Nuestro sentido de humanidad
está a prueba. Si no apelamos a la conciencia al modo “hesseniano”,
difícilmente la civilización actual podrá continuar su marcha. Las pandemias,
pero también el deterioro medioambiental que estamos sufriendo se encargarán
—por las malas— de sacudirnos y sacarnos de nuestra zona de confort. Ya es
tiempo de aprender y asumir aquella célebre máxima del gran novelista y premio
Nobel alemán Hermann Hesse: “La conciencia es nuestra imaginación siendo
realidad “.
26-04-20
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico