Por Luisa Pernalete
“Instamos a todos los
sudafricanos, sin distinción de raza o credo, a que se unieran a la lucha en
pro de una Sudáfrica democrática y unida sin distinción de raza ni sexo”. Así
hablaba Nelson Mandela cuando relataba cómo fue la campaña para las elecciones,
después de sus 27 años en la cárcel. Hablaba a todos -todos- los sudafricanos,
no sólo a la mayoría negra oprimida, cruelmente tratada, por la política del
apartheid. Ese fue el tono de Mandela: hablarles a todos y prometer una nueva
Sudáfrica para todos.
Mandela ha sido
para mí un maestro. Aquí tengo su extraordinario libro Conversaciones
conmigo mismo (2010) el cual leo, y releo, y uno nuevo, que he comenzado a
leer lentamente: El color de la libertad. Los años presidenciales, escrito
en base a muchos apuntes del propio Mandela y por Mandla Langa ( 2018), sobre
esos años de transición y sus años como primer presidente negro del país.
Recuérdese que esa elección fue presidida por años de negociaciones, incluso
estando él en la cárcel todavía. Fue liberado en 1990, y en 1994 fue electo
presidente.
La verdad es que
el libro no tiene desperdicio. Va narrando con mucho detalle, cómo fue el CNA
(Congreso Nacional Africano), partido de Mandela, construyendo esa transición,
el gobierno de unidad nacional, con sus aciertos, desaciertos y sus inmensas y
numerosas dificultades.
Me parece una
lectura pertinente para los venezolanos hoy. Claro que nadie trata de copiar
salidas, pues cada país es cada país, pero hay elementos comunes y ayuda ver
qué han hecho los otros para aprender de sus errores y logros también. Y no
podrán negar ustedes que la situación de Sudáfrica, para el tiempo de la
campaña electoral y de esa presidencia, era tremendamente difícil. Con una gran
acumulación de víctimas, resentimientos, por tantos años de apartheid, política
impuesta por el National Party, el partido de De Klerk, y al cual Mandela
incluyó en su gabinete cuando asumió la presidencia.
Como comentaba, voy
leyendo este último libro con calma y recogiendo elementos interesantes, que
van desde rasgos personales de Mandela, su manera de tomar las decisiones en
esa coyuntura difícil, hasta elementos de la situación que pudieran parecerse a
la nuestra.
Sobre sus rasgos, por
ejemplo, su capacidad de ser empático con amigos y no tan amigos. Entender al
otro, por muy diferente que fuera, le ayudó mucho a desbloquear opositores. Son
conmovedoras anécdotas de su tiempo en la cárcel, cómo podía entender a sus
carceleros. En “Conversaciones conmigo mismo” hay algunas sorprendentes. Habla
de su gran humanidad. Para cualquier líder puede hacer que tome mejores
decisiones. La deshumanización, en cambio, no ayuda.
También está su
sabiduría, reflejada en su humildad para reconocer errores. “No hemos sido
infalibles -hablando del CNA. Tuvimos dificultades como toda organización”, se
lee en las primeras páginas del libro citado… Me encantaría escuchar palabras
similares en los políticos venezolanos.
Algo que llama la
atención era la claridad en cuanto a la prioridad: construir una Sudáfrica para
todos los sudafricanos. Nada de “quítate tú para ponerme yo”, nada de invocar a
la venganza. En Conversaciones… recuerdo una frase, dicha cuando salió de la
cárcel: “La venganza es mala consejera”. Y hay que decir que Mandela, de joven
tenía un verbo encendido. Décadas después decidió que un líder, en situaciones
difíciles, con el peligro de una guerra civil como tenían ellos en su país,
debía tener otro tono.
Recurrir a negociación
-con oposición de sus propios partidarios-, vías pacíficas, discurso positivo
en la campaña electoral y no que descalificara al opositor, que fue la política
del National Party. Insistir en que gobernaría para todos y no sólo para los
negros… Como lo expresó el día que fue liberado de la cárcel: saludó a la
multitud que lo ovacionaba, y se dirigió a ellos en nombre de la paz, la
democracia y la libertad para todos. (p.16)
Tenía claridad de que
lo que importaba era buscar soluciones a la tragedia sudafricana y confiaba en
que el sentido común se impusiera antes de que fuera demasiado tarde. En este
mismo orden de ideas, veneraba la causa por la reconciliación. ¿Sería mucho
desear una Venezuela para todos, sin exclusión? ¿Es mucho esperar que el
sentido común se imponga y se pueda reconstruir la economía, la educación, se
detenga el ecocidio? Todo eso sería bueno para todos.
Sobre el gobierno de
unidad nacional podemos comentar en otra oportunidad, pero quisiera terminar
estas líneas retomando la cita que el propio Mandela hizo de Martin Luther
King, cuando a este le fue otorgado el Premio Nobel de la paz (1964), en la
cual rechaza la violencia: “La violencia como instrumento para alcanzar la
justicia racial es tan poco práctica como inmoral. No soy ajeno al hecho de que
la violencia a menudo propicia resultados momentáneos. Las naciones con
frecuencia han logrado su independencia por medio de batallas. No obstante
frente a las victorias puntuales, la violencia jamás propicia la paz duradera.
No resuelve ningún problema social, sino que únicamente genera otros nuevos y
más complejos. La violencia es poco práctica porque es una espiral descendente
abocada a la destrucción generalizada” (King, citado por Mandela, p.30)
No sé ustedes,
pero a mí me preocupa que haya venezolanos opinando que les gustaría salidas
violentas para salir de nuestros dramas generalizados.
21-08-20
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