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domingo, 12 de enero de 2014

El desafío del perdón, @felixpalazzi

FÉLIX PALAZZI* |  EL UNIVERSAL sábado 11 de enero de 2014  
Doctor en Teología Dogmática
fpalazzi@ucab.edu.ve



En la película Silencio roto, de Montxo Armendáriz, se muestra el discurrir de un pueblo tras la guerra civil española. En uno de los diálogos, un hombre pregunta: ¿para qué tocar las heridas? A lo que alguien responde: para qué va a ser, para curarlas. Una mujer interviene y sostiene: pero, ¿quién se atreve?

¿Quiénes se atreven a tocar las heridas que llevamos como sociedad? ¿Quiénes están dispuestos a buscar la verdad sin perder cuotas de poder? ¿Existe una verdadera y real intención como sociedad y gobierno de sanar, de reconciliar y dialogar? Más allá de exaltar las heridas para un beneficio mutuo o proclamar a los caídos como "santos-mártires" de las causas partidistas, ¿nos dejaremos llevar por el desafío de lo que el perdón significa? ¿Quién se atreve realmente a perdonar?

El perdón es uno de esos conceptos cotidianamente maltratados, quizá por la poca claridad sobre el contenido de su significado. Muchas veces estancados en la superficialidad de un perdón medianero se tiende a desvalorizar su aporte como acto humano y humanizante. Vale recordar que el perdón no es propiedad de las tres religiones monoteístas que lo tienen como punto cardinal en su configuración, el perdón concierne a todos, creyentes y no creyentes, todos nos vemos en la necesidad de asumir el perdón como acto personal e incluso como acto colectivo.

La expresión cotidiana "borrón y cuenta nueva" ha permitido frecuentes equívocos sobre la realidad del perdón. El perdón no es jamás olvidar, no significa restar importancia al pasado o a lo acontecido y, mucho menos, anestesiar la memoria. Si queremos realmente honrar la memoria no podemos hacer otra cosa que superar las situaciones y las dinámicas que arrojaron ese número de víctimas por medio de un perdón sincero con el objetivo de que no vuelvan nunca más a repetirse. Desde el perdón se honran la memoria y el pasado, no solo como recuerdos sino también como promesas que se abren y permiten un futuro. El perdón, como lo enseñan los países donde se han llevado a cabo verdaderos procesos de reconciliación, es el único camino que permite reconstruir y sanar nuestra memoria histórica.

Hannah Arendt, una filósofa de origen judío, sostenía que el perdón es el único camino "posible de redención del predicamento de la irreversibilidad". Ante "el predicamento" de confrontación nacional que cada día parece ser más irreversible, la única salida es construir, con signos y gestos claros de perdón, reconciliación y diálogo, una salida viable a la convivencia pacífica, democrática. El perdón se nos ha convertido no solamente en una exigencia justa en casos concretos, sino también en la única posibilidad para convivir como país.

El obispo anglicano Desmond Tutu nos recuerda: "Sin verdad, no hay sanación, sin perdón no hay futuro". ¿Seremos capaces de asumir el desafío del perdón y abrir las puertas a nuestro porvenir?

Tomado de:
http://www.eluniversal.com/opinion/140111/el-desafio-del-perdon

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