Por Ronald Balza Guanipa
La velocidad a la que suben
los precios de bienes y servicios en Venezuela nos ha puesto a pensar en la
hiperinflación. Muchos aseguran que la sufrimos, cuando ven diluirse su poder
de compra y temen caer (o ya cayeron) por debajo de la línea de pobreza.
Otros consideran anacrónica
la definición convencional propuesta por Cagan en 1956, según la cual la hiper
comienza cuando los precios crecen más de 50% mensual y termina el último mes
que lo hacen si esto sucede, por lo menos, durante un año.
Sin embargo, hay razones
para conservar la vieja denominación. Carmen M. Reinhart y Miguel A. Savastano
publicaron en Finanzas & Desarrollo (junio 2003) “Realidades de
las hiperinflaciones modernas”, un breve artículo que distingue “inflaciones altas
y crónicas” de hiperinflaciones y advierte que unas no necesariamente conducen
a otras.
Esto sí ocurrió a mediados
de los 80 y principios de los 90 (s. XX) en Argentina, Brasil y Perú, donde “la
inflación anual se mantuvo por encima del 40% durante 12–15 años antes de
llegar a la hiperinflación… debido principalmente a una expansión descontrolada
de la oferta monetaria, alimentada por desequilibrios fiscales endémicos”.
La inflación venezolana se
mantuvo por debajo de 40% anual hasta 2012. De diciembre a diciembre, el BCV ha
publicado incrementos de precios (en promedio) de 52,7% en 2013, 64,7% en 2014
y 159,7% en 2015. La aceleración de la inflación era un fenómeno evidente
incluso durante los meses que el BCV no publicó la información oficial. Sin
embargo, y a pesar del impacto destructivo que la inflación ha tenido sobre
consumidores y empresas, incluso sobre presupuestos públicos, el grado de
devastación que acompaña a las hiperinflaciones sugiere reservar el término
para desastres que no hemos vivido.
Reinhart y Savastano
comentan uno: “el estado calamitoso del sistema bancario” que sigue al final de
una hiperinflación y que impide un repunte económico rápido y sostenido. Según
explican, “la hiperinflación contrae el tamaño del sector financiero y reduce
la eficiencia del sistema de precios y la utilidad de la moneda nacional como
reserva de valor, unidad de cuenta y medio de pago”, ocurriendo “cuantiosos
retiros de depósitos y el aumento de los préstamos en mora”. La
contracción de la intermediación financiera es una de las razones por las
cuales “todas las hiperinflaciones modernas han coincidido con crisis
bancarias”.
En Venezuela sufrimos de
varios males presentes al comenzar las hiperinflaciones modernas de América
Latina: “controles de capital, formas diversas de represión financiera,
mercados cambiarios segmentados y corrupción”, así como el riesgo de incumplir
“ciertos pagos de su deuda externa”. Sin embargo, aun no hemos entrado en el
proceso de destrucción acelerada que otros países han sufrido.
Experimentar una
hiperinflación sería mucho peor que lo que hemos vivido hasta ahora. Tenerlo
claro podría ayudarnos a evitarlo.
10-05-16
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico