Por Mark Weisbrot
Tanto en el debate público
en Washington como en los medios de prensa se escucha cada vez con más
frecuencia que el ciclo populista de izquierdas en América Latina se está
terminando. La respuesta es no.
Este es más o menos el
relato: un boom de exportaciones de commodities, alimentado por la gran
demanda China de materias primas de América Latina, estimuló el crecimiento
económico regional en la década del 2000. Esto ocurrió casualmente al mismo
tiempo que la elección de gobiernos de izquierda, que fueron reelegidos varias
veces tras haber gastado enormes sumas de dinero en rescates directos para los
pobres. Estos gobiernos desmotivaron a los inversores extranjeros y sus
políticas económicas no fueron sostenibles.
Ahora el crecimiento de
China se ha ralentizado, los precios de las materias primas bajaron, y con
ellos se desplomaron las fortunas de la izquierda populista y nacionalista de
América Latina. La elección en noviembre pasado del candidato de la derecha
Mauricio Macri como presidente de Argentina, la victoria arrolladora de la
oposición en el Congreso venezolano en diciembre, y la crisis política y
económica en Brasil (incluida la iniciativa en curso para destituir a la
Presidenta Dilma Rousseff) anuncian el comienzo del fin de una era. Según este
punto de vista, la región seguirá eligiendo gobiernos más cercanos a la derecha
o 'más moderados' (y proclives a Estados Unidos), en la jerga de la prensa de
negocios, que retomarán algunas de las políticas económicas 'más sensatas' de
sus ancestros políticos.
¿Es esto verdad? La
respuesta corta es no. Es cierto que los altibajos de la economía global han
afectado a América Latina: en 2015 la economía regional básicamente entró en
una fase de estancamiento, y las proyecciones indican que este año se contraerá
un 0,5%. Pero este no es el relato más significativo. Para entender lo que ha
sucedido en el siglo XXI, debemos en primer lugar comprender por qué la
izquierda ganó tantas elecciones y pasó de no gobernar a nadie a gobernar a la
mayor parte de la región en menos de una década.
El detonante principal de
esta 'marea rosa' fue el fracaso sostenido de las políticas económicas de las
dos últimas décadas del siglo XX, un fracaso tan profundo y prolongado como no
se había visto en la región en más de cien años, por lo menos. Los ingresos
reales por persona crecieron tan sólo el 5,7% en la región desde 1980 hata el
año 2000, en contraste agudo con el aumento de más del 90% registrado en las
dos décadas anteriores a ese período.
Esa fase prolongada de
crecimiento fracasado de la región fue al mismo tiempo un período en el cual
Estados Unidos ejerció mucha influencia en las políticas económicas. Ya entrado
el 2002, cuando Luiz Inácio Lula da Silva todavía competía en las elecciones
como candidato del Partido de los Trabajadores a la presidencia del Brasil, el
Fondo Monetario Internacional se reunió con él y los demás candidatos para
decidir cuál sería la política macroeconómica de los años siguientes, más allá
de quién resultase ganador.
Aún así, Brasil pudo
triplicar su crecimiento de renta per cápita en comparación con el gobierno
anterior, y reducir la pobreza un 55% y la pobreza extrema un 65% hasta el año
2014. El salario mínimo real se duplicó, el desempleo descendió a un mínimo
histórico de 4,8% en el 2014, y los salarios reales crecieron sustancialmente
por primera vez en años.
Bolivia estuvo sometido
durante casi 20 años consecutivos a los programas de ajuste estructural del
FMI, hasta que Evo Morales, su primer presidente indígena (en un país
mayoritariamente indígena) resultó electo y asumió como tal en el año 2006. Por
aquel entonces, el ingreso per cápita del país había caído por debajo del nivel
que había registrado ese índice 27 años más atrás.
Una de las primeras medidas
del gobierno fue renacionalizar la industria de los hidrocarburos, lo cual
contribuyó, incluso más que el aumento de precios, a septuplicar los ingresos
del gobierno, de 731 millones de dólares a 5 mil millones de dólares en los
ocho años siguientes. Esta medida, que habría sido imposible cuando el gobierno
boliviano carecía de soberanía económica, fue el pilar de avances económicos y
sociales extraordinarios en la década pasada.
A nivel político, el
gobierno tuvo que superar un violento movimiento secesionista de derechas. Tras
acusarlo de haber auxiliado a la oposición violenta, el presidente Morales
expulsó del país al Embajador de Estados Unidos en 2008. En esos tiempos el
Departamento de Estado del gobierno de Estados Unidos volcaba grandes sumas de
dinero en Bolivia y se negaba a divulgar su destino (Estados Unidos y Bolivia
carecen aún hoy de embajadores en sus respectivas capitales). Pero una vez
lograda la estabilidad política en el 2009, la economía boliviana tuvo muy buen
desempeño, incluso durante la recesión mundial, impulsada por un gran
incremento de la inversión pública.
Los cambios en la política
económica también fueron clave del éxito de Argentina, después que entró en
cesación de pagos y devaluó su moneda a fines de 2001. El crecimiento económico
y la reducción de la pobreza excepcionales que registró ese país en la década
siguiente, el PIB real creció alrededor del 78% y la pobreza se redujo más del
70% (cifras éstas fundadas en cálculos independientes, ya que
las estadísticas oficiales de la inflación están cuestionadas; véase) tuvieron
relativamente poco que ver con lascommodities. Ni siquiera fue crecimiento
basado en las exportaciones.
Una condición necesaria de
la sólida recuperación de Argentina (el PIB real creció más del 60% desde 2002
a 2008) fue la decisión del gobierno de cesar el pago de su deuda externa y la
posición firme que mantuvo en la renegociación de la misma. Eso significó de
inmediato que la carga de la deuda se hiciera sostenible, en lugar que
Argentina quedara atrapada en una serie de crisis recurrentes debido a un
endeudamiento demasiado grande, como ocurrió recientemente en Grecia, por
ejemplo.
Y nuevamente a diferencia de
Grecia, Argentina se liberó así de las exigencias de austeridad continuada
formuladas por los acreedores. El gobierno también pudo gravar a los
exportadores para hacerse así de una fracción de sus ganancias extraordinarias
derivadas de la devaluación, usar el banco central para administrar la tasa de
cambio, aplicar un impuesto a las transacciones financieras, y ejecutar otras
políticas que posibilitaron que el país saliera a flote tras la depresión. De
2002 a 2013, la tasa de pobreza en la región cayó del 44 al 28%, luego de haber
aumentado sin cesar en las dos décadas previas.
La importancia de las
materias primas
A lo que sí contribuyeron
los ingresos de las commodities, tanto en Argentina como en el resto de la
región, no fue tanto a impulsar el crecimiento como tal, sino a evitarles a
estos países problemas en la balanza de pagos mientras sus economías crecían
cada vez más rápidamente. Cuando una economía acelera su ritmo, la demanda de
importaciones tiende a crecer más rápidamente que las exportaciones, y se corre
el riesgo, por lo tanto, de quedarse corto de reservas internacionales de
divisas.
Por eso en los países
vulnerables a estos problemas, Argentina, porque no conseguía crédito a nivel
internacional; y Venezuela, debido a su régimen cambiario disfuncional y su
dependencia de los ingresos del petróleo, la caída de los precios de las
materias primas fue perjudicial.
Pero durante el repunte en
el conjunto de la región, los avances económicos y sociales de América Latina
en el siglo XXI fueron impulsados por cambios en la política económico-social:
medidas contracíclicas en materia fiscal y monetaria, mayor inversión pública,
aumento de los salarios mínimos y las pensiones públicas, mayor gasto en salud
y programas condicionales de transferencias directas de dinero en efectivo para
los más pobres. De 2002 a 2013, la tasa de pobreza en la región cayó del 44 al
28%, luego de haber aumentado sin cesar en las dos décadas previas.
Así como fueron los cambios
positivos en la política económica (muchos de los cuales fueron posibles
gracias a la 'segunda independencia' de América Latina) lo que explica en buena
medida el extraordinario repunte de la región en el siglo XXI, gran parte del
bajón actual es consecuencia directa de errores cometidos en materia de
políticas económicas.
Brasil se equivoca
Desde fines de 2010, con
algunas interrupciones, y luego arriesgándolo todo después de la reelección de
Dilma Rousseff a fines de 2014, el gobierno del PT en Brasil comenzó a aplicar
una serie de políticas que sumieron en una gran recesión a la mayor economía de
América Latina. Entre otras medidas desacertadas, realizaron grandes reducciones
de la inversión pública, ajustaron el presupuesto en los momentos equivocados,
aumentaron las tasas de interés en dos oportunidades, y restringieron el
crédito.
Lo más triste de la
austeridad aplicada en Brasil es que es innecesaria: el país aún cuenta con más
de 350 mil millones de dólares en reservas, y podría por lo tanto estimular su
economía sin preocuparse en absoluto de incurrir en crisis de la balanza de
pagos.
Los opositores políticos de
Dilma han aprovechado la recesión y la guerra sin cuartel de los medios contra
el gobierno, para iniciar lo que ella considera un "golpe" en su
contra. Y sus argumentos son sólidos para calificarlo así: a diferencia de la
mayoría de los miembros del Congreso que encabezan la iniciativa de juicio político,
a ella no se la acusa de corrupción, sino de un abuso contable al que también
recurrieron otros presidentes anteriores y que difícilmente constituya una
infracción pasible de llevarla a su destitución.
Cada país recorre una
trayectoria distinta en momentos de desaceleración económica: la recesión
actual de Ecuador se debe en gran medida a la caída del precio del petróleo,
que es la fuente de la mayoría de los ingresos del gobierno. Venezuela, también
fue golpeada duramente por la caída del precio del petróleo, por supuesto, pero
su recesión comenzó cuando el petróleo aún cotizaba a 98 dólares el barril. En
su caso, la economía fue presa de una espiral de 'inflación-depreciación' que
disparó una inflación del 180% en el último año, mientras que la tasa de cambio
del dólar en el mercado negro trepó por encima de 100 veces más que el cambio
oficial. Al igual que en Brasil, eso fue más que nada consecuencia de
desaciertos en materia de políticas, entre ellos y particularmente importante
en Venezuela, el esfuerzo insostenible de mantener una tasa de cambio fija
sobrevalorada.
Pero no cuenten con que la
desaceleración actual en la región sea una reedición de las décadas perdidas de
fines del siglo XX. Ese tipo de catástrofe prolongada generalmente se da cuando
los países no tienen control soberano sobre sus políticas económicas más
importantes (como les ocurre a los países de la eurozona actualmente en
problemas). Desde hace 15 años, Estados Unidos ha procurado deshacerse de los
gobiernos de izquierda de América Latina; pero sus esfuerzos realmente sólo han
sido exitosos, hasta ahora, en los países más pobres y débiles: Haití (2004 y
2011), Honduras (2009), y Paraguay (2012).
La izquierda latinoamericana
lideró la 'segunda independencia' de la región en el siglo XXI, modificando las
relaciones económicas y políticas del continente y encabezando cambios
económicos y sociales históricos que beneficiaron a cientos de millones de
personas, especialmente aquellas en situación de pobreza, incluso a pesar de
las pérdidas económicas de la desaceleración reciente. No obstante el revés
electoral en Argentina y la amenaza actual contra la democracia en Brasil, la
izquierda seguirá siendo probablemente la fuerza dominante en la región durante
mucho más tiempo.
Mark Weisbrot es codirector
del Centro
para la Investigación Económica y Política (Center for Economic and
Policy Research, CEPR) en Washington, D.C., y presidente de la organización
Just Foreign Policy. Además es autor del libro Fracaso. Lo que los
expertos no entendieron de la economía global
10-06-16
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