Por Eduardo Porcarelli
Semáforos en rojo que se interpretan como verdes.
Prohibiciones que incitan automáticamente a la permisividad. Normas engavetadas
que se abren y se cierran a conveniencia. Gente que dice mandarse a sí misma
según su real gana. Arrogantes que se pavonean protegidos por la impunidad.
Criminales con múltiples entradas y salidas de la cárcel. Corruptos que se
fuman su tabaco riéndose de los ingenuos.
Fue a través de un seminario que tomé hace varios años en
la UCV con la profesora argentina Julia Barragán, que conocí de una historia
muy didáctica para entender el costo social que generan las autoexcepciones de
las leyes.
La historia se llama “La Aldea era una Fiesta” y se
resume más o menos en lo siguiente: Había un festival anual en el cual todas
los aldeanos llevaban sus mejores vinos. Un día un aldeano se le ocurre que si
mezclaba el vino con un poco de agua, nadie lo iba a notar, ahorrando
así, un poco de su mejor vino.
Cuando se realiza el festival algunos de
los aldeanos notan que uno de los vinos era menos noble que otros años.
Perciben en él, un dejo acuoso.
Al año siguiente algunos aldeanos que recordaban el sabor
acuoso de uno de los vinos del festival del año anterior, deciden no llevar sus
mejores vinos porque estiman que la calidad del festival estaba bajando.
Pasados los años el festival se venía cada vez a menos y
más aldeanos preferían llevar sus vinos menos nobles. ¿Para qué llevar al
festival los mejores vinos si los otros aldeanos los dejan en casa? Otros años
más y la mayoría de los aldeanos estaba llevando agua en vez de vino.
¿Qué conducta incidió en la pérdida de calidad del
festival? La autoexcepción de un aldeano bajo la errónea creencia que si
se autoexceptuaba del incumplimiento de la norma, nadie lo iba a notar y peor
aún, que su comportamiento le iba a reportar una ganancia sin vulnerar al
sistema.
En Venezuela las autoexcepciones se han convertido en la
regla y no justamente en la excepción. Muchos actúan para el presente, para el
rédito rápido, interpretando las normas a conveniencia, acogiéndolas o
alejándose de ellas según las circunstancias y sobre todo quienes las
aplican, se basan en muchas ocasiones en interpretaciones rocambolescas alejadas
de cualquier razonamiento lógico-jurídico.
¿A qué lleva este comportamiento sostenido en el tiempo?
A un incremento sustancial de las autoexcepciones que derivan en un escenario
caótico, anárquico, de quiebre institucional, pero sobre todo moral. Por eso es
que en los países que progresan, la ley es la ley y su respeto y
cumplimiento es estricto porque permitir una autoexcepción es sembrar una
semilla de destrucción del sistema demasiado peligrosa para el orden y la
paz social.
Existe un estudio del World Justice Project que se
llama The Rule of Law (El Imperio de la Ley). El estudio mide
variables tales como la corrupción, el orden y la justicia, respeto a los
derechos humanos, la aplicabilidad de la ley, el funcionamiento de la justicia
civil, criminal, informal entre otras. De 102 países que participaron en la
medición de 2015, Venezuela ocupa la posición 102.
¿Cómo mejorar? No es sencillo. No basta solo que se
apliquen las sanciones cuando se violan las normas, sino también que
los integrantes de la sociedad desarrollen conductas de cooperación que generan
confianza dentro del sistema y disminuyan los incentivos para
destruirlo. Fácil decirlo. Difícil hacerlo. Mientras tanto, nuestra aldea
sigue de fiesta, con menos recursos y retos mucho más complejos.
08-06-16
http://elestimulo.com/blog/venezuela-es-una-fiesta-el-poder-destructivo-de-nuestras-autoexcepciones/
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