MAOLIS CASTRO 19 de junio de 2016
Sofía,
una niña de siete años, se ha dibujado junto a su familia con un mensaje para
su madre: “Vas a vivir”. Las pinturas de la hija de Mildred Valero, desplegadas
en una habitación oscura de su casa en Caracas, son el recordatorio a una
promesa por consumar: vencer el cáncer de mama en medio de un país sin
medicinas.
Los
caminos para abrir un canal humanitario se han cerrado en Venezuela. El
Tribunal Supremo –controlado por el oficialismo– ha anulado recientemente la
ley especial para atender la crisis de salud aprobada el 3 de mayo por la
mayoría opositora en el Parlamento por considerar que la norma “usurpa”
competencias del Ejecutivo en asuntos de relaciones exteriores.
La
postura del Gobierno de Nicolás Maduro es férrea. Luisana Melo, ministra para
la Salud, ha asegurado que en el país se produce un 75% de las medicinas que
consumen los venezolanos. “¿Es un tema de acceso o de cómo los estamos
consumiendo?”, se preguntaba recientemente en una entrevista en Globovisión.
Melo cuestionaba las denuncias de una crisis de salud en Venezuela de diversas
ONG ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. El Servicio de
Elaboraciones Farmacéuticas (Sefar), uno de los más importantes productores de
medicinas estatales de este país, fabricó apenas 714.000 unidades de
medicamentos cuando la meta era 20 millones de unidades el año pasado por falta
de materia prima, según cifras de la Memoria y Cuenta del Ministerio para la
Salud.
Las
estanterías vacías de las farmacias evidencian una escasez de medicamentos que
supera el 85%, según cálculos de la Federación Farmacéutica de Venezuela. Esta
es una crisis anunciada desde hace cuatro años. En 2012, el país destacó en
América Latina por hacer la menor inversión de su Producto Interno Bruto,
apenas un 4,7%, en materia de salud, según informes del Programa Venezolano de
Educación-Acción en Derechos Humanos.
Entretanto,
muchos de los que no encuentran medicamentos se han organizado o creado
fundaciones y asociaciones para conseguirlos por su propia cuenta e inyectar
una dosis de presión a las autoridades sanitarias de este país. Aún no existe
un registro que contabilice con exactitud el número de este tipo de
organizaciones, pero muchas dan testimonio de haberse conformado recientemente
con este fin.
Para
cumplir con la promesa hecha a su hija, Mildred y otras tres mujeres con cáncer
de mama han fundado este año la Asociación Civil Conquistando la Vida. “Somos
pocos, pero nuestra voz es la de miles”, reza el lema del grupo.
La
asociación, que reúne a más de 60 mujeres y tres niños con cáncer, se organiza
para solicitar a las autoridades medicinas, apelan a la solidaridad en las
redes sociales y de momentos salen a las calles a manifestar con pancartas. En
Caracas solo existen tres clínicas con equipos óptimos para hacer
radioterapias, aseguran en esta asociación. Pero el panorama puede ser peor en
el resto del país.
En
abril, Irene Bautista, de nueve años, ya acumulaba una docena de viajes
acompañada de sus padres por varias ciudades de Venezuela para buscar fármacos
y médicos expertos que detuvieran el avance de un tumor cancerígeno en el tallo
de su cerebro. “Somos de San Cristóbal y allí la crisis es peor. Cuando
viajamos hacia Caracas por carretera nos detenemos en el camino para preguntar
en las farmacias por medicamentos, a veces hallamos algunos y otras no”, decía
Derly Durán, madre de la niña, en una entrevista con este diario hace un mes.
En San
Cristóbal, la capital del Estado de Táchira (al occidente de este país), ningún
hospital pudo atender el mal de esta niña por la inexistencia de especialistas
en neurooncología. El trajinar hacia Caracas se acentuó a finales del año
pasado porque Irene sufrió una parálisis casi absoluta de su cuerpo. “No solo
es la ausencia de medicinas, sino de equipos, alimentos y hasta de médicos”,
lamentaba la madre. La niña murió el 30 de mayo.
Fernando
Bautista, el padre de Irene, asegura que de los extenuantes recorridos por el
país han quedado algunos medicamentos, guardados en un improvisado almacén de
su casa, que donarán a otras personas que lo necesiten en Venezuela: “Nosotros
ahora lucharemos por el ingreso de tratamientos experimentales al país y de
medicinas”
Donaciones
foráneas
El
fútbol no apasionaba a María Goncalves, una orfebre de 41 años de edad, hasta
que supo que el jugador Dani Alves donó tratamientos a enfermos con hepatitis C
en Bolivia, Brasil y España. Desde ese momento sigue al futbolista en las redes
sociales para hacerle una petición: enviar medicamentos para este virus a
Venezuela.
Goncalves,
presidenta de la asociación Hepatitis C de Venezuela, asegura que asistentes de
Alves han contestado a la solicitud: “Nos hemos escrito por el DM de Twitter,
pero se necesita que el Gobierno (de Nicolás Maduro) acepte la ayuda para el
ingreso de medicinas al país”. Sin este requisito, la donación puede ser
impedida.
Para
el ingreso de medicinas a Venezuela se necesita la autorización del Ejecutivo.
Henrique Capriles, gobernador del Estado de Miranda y excandidato presidencial,
denunció que el Gobierno negó unas donaciones de fármacos procedentes del
exterior en mayo.
Mientras
continúa esta aguijonada tensión, Goncalves asegura que en el país se agotan
los tratamientos antirretrovirales obligatorios para una cura del virus. “Por
eso, hace unos meses creamos la asociación que quiere ser un canal imparcial
para ayudar a los enfermos con hepatitis C. No es un asunto de ideologías”,
dice.
El
abastecimiento de medicamentos escapa de las fundaciones. En la Organización
Nacional de Trasplante de Venezuela no saben cómo ayudar a Luis Gerardo Block.
Él necesita un trasplante de riñón, pero esta operación parece una quimera en
este país por no tener un donante ni suficientes medicamentos para no rechazar
el órgano. “Sé que si logro conseguir un riñón, igual me voy a morir”, dice
Block. Su insuficiencia renal ha hecho que visite varios hospitales, pero
asegura que este año “se ha paralizado” las trasplantaciones en Venezuela
producto de la crisis de salud. María Yanez, médico nefróloga, ratifica que
existe una reducción “importante” del número de trasplantes en este país. En
mayo, la comunidad médica envió una carta al presidente Maduro advirtiendo esta
situación de deterioro de los programas de trasplante.
La
muerte ya ha empezado a golpear a las fundaciones. Jesús Leonett, uno de los
miembros de Hepatitis C Venezuela, ha fallecido hace unos días por no tener
acceso a los medicamentos. A Goncalves, que sufre del virus y de diabetes
insípida, solo ha podido dedicarle unas palabras: “Vuela alto, querido amigo, y
cuéntale a Dios lo que vivimos en Venezuela”.
Tomado
de: http://internacional.elpais.com/internacional/2016/06/18/argentina/1466264088_138585.html
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