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miércoles, 13 de julio de 2016

Más sobre populismo por @FernandoMiresOl


Por Fernando Mires


Si hay una palabra que sirve tanto para un barrido como para un fregado, es la palabra populismo. En la jerga política periodística populismo ha devenido en sinónimo de demagogia. Pocos han reparado ­y ese mérito seguiré concediéndoselo al fallecido teórico del populismo, Ernesto Laclau- populismo es un concepto indisolublemente unido a la apelación política al pueblo.

Laclau, cuando comenzó a escribir sobre populismo no lo hizo para reivindicar el peronismo ­como han escrito algunos de sus adversarios- sino para demostrar las razones por las cuales el populismo había atraído más pueblo que aquellas corrientes -sobre todo las marxistas- que oponían al concepto de pueblo el concepto de "clase". 


Para Laclau renunciar a la práctica populista era lo mismo que renunciar a al ejercicio de la política. Incluso, y llevado por su énfasis, afirmaba que la política ha de ser populista o no ser. Disminuyendo un tanto el énfasis, podríamos afirmar que si bien una política sin momentos populistas es una imposibilidad, no todos los momentos de la política son o deben ser populistas.

Durante los periodos electorales la mayoría de los candidatos recurren a prácticas populistas.

Y es lógico que así sea: cada elección supone trazar una línea destinada a convertirse en mayoría (mayoría, concepto que descuidó Laclau). Esa, línea, dada la multiplicidad de intereses que supone una construcción hegemónica, no puede ser recta. Pero pasada las elecciones, llega el momento de la gobernabilidad. Ese momento no puede ser siempre populista pues no pocas veces los gobernantes deben optar por alternativas no populares e incluso, antipopulares.

Si bien populismo supone apelar al pueblo, el pueblo es a su vez construido por su apelación. Por lo mismo el pueblo político no es ni puede ser un pueblo religioso o étnico. De acuerdo a esa razón ­a ese punto llegó Laclau en sus últimos artículosno existe un populismo en sí, sino uno que "se va haciendo" en el marco de una lucha hegemónica.

Es por eso que tampoco hay populismo sin apellido. Más todavía ­es mi afirmación­ el apellido determina el tipo de populismo.

Hay populismos xenófobos, hay populismos militaristas, anti-democráticos, nacionalistas, etc. Pero también hay populismos democráticos.

Solidarnosc, por ejemplo, durante la época de Lev Walesa, fue un clásico ejemplo de populismo democrático. Walesa fue líder simbólico de múltiples demandas (obreras, ciudadanas, religiosas) Todas ellas confluyeron como afluentes a ese océano político llamado Solidarnosc.

En el espacio latinoamericano, el populismo peronista logró vincular las demandas de los sindicatos obreros con las de otros sectores populares en torno a los nombres de Eva y Perón. En la Venezuela de Chávez, a su vez, el pueblo, en sus formas más heterogéneas, fue convocado alrededor de las fantasías de un autócrata militar devenido en mesías redentor.

La tragedia del sucesor, Maduro, reside en que, habiendo perdido la base popular del chavismo originario, ya no puede ser un gobernante populista. El de Maduro es un simple gobierno autocrático y militar. El pueblo en cambio, comienza a articularse, en torno a otros símbolos. Ese símbolo puede ser una sola palabra. En Polonia esa palabra fue Solidarnosc. En Venezuela esa palabra es hoy, Revocatorio.

¿Estamos frente a un nuevo caso de populismo democrático como fue el de Walesa (o Mandela) muy diferente al de los populismos antidemocráticos de nuestro tiempo representados por gente como Donald Trump, Marine Le Pen o Vladimir Putin? Sobre ese tema hay que seguir indagando.

12-07-16




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