Rafael Quiñones 11 de julio de 2016
En
Ciudad Bolívar, al sur de Venezuela, el presidente del Movimiento Estudiantil
Revolucionario Socialista Unido de Venezuela (MERSUV), afirmó que efectivamente
fueron Colectivos Armados oficialistas los que amedrentaron a estudiantes opositores
que se pronunciaban contra la detención de miembros de Voluntad Popular en
los últimos días. Dicho vocero también
afirmó que los Colectivos Armados tienen una alianza formal con organismos de
seguridad del Estado Central para el control del orden público, como se
demostró durante las protestas en San Félix (misma región) la semana pasada.
El
paramilitarismo financiado por el Estado Central no es nuevo en la Venezuela
chavista. Ya desde el 2002 el gobierno nacional con recursos públicos creó organizaciones
de base para la formación y la difusión entre la población venezolana de las
ideas de la Revolución Bolivariana, llamados Círculos Bolivarianos. Estas
organizaciones eran primariamente duplicados de las existentes asociaciones
profesionales de la era democrática (sindicatos, juntas de vecinos,
organizaciones de caridad, etc) con el objetivo de competir contra los grupos
de la sociedad civil previamente existentes en el país.
El
factor importante de estos grupos paraestatales era tratar de dar la impresión
de que todos los elementos de la sociedad venezolana se hallaban encarnados en sus filas (la
intención última de la propaganda chavista consiste en organizar a todo el
pueblo venezolano como simpatizantes del oficialismo, lo que se resista es considerado
como el enemigo existencial a exterminar). Su misión era destruir toda
organización existente de la sociedad civil para reemplazarlas por otras patrocinadas por el oficialismo. Cambiar toda
la estructura de la sociedad venezolana y no simplemente la vida política, para
así pasar de una sociedad de clases sociales a una sociedad de masas
subordinados al Estado, encarnado en un caudillo carismático: Hugo Chávez.
Siendo
el chavismo un movimiento más militarista que marxista, es decir, más
interesado en convertir a una nación en un cuartel que en una utopía
post-capitalista, los Círculos Bolivarianos se transformaron inevitablemente en
organizaciones modélicas de violencia arbitraria. Los Círculos Bolivarianos de
entonces mutaron a ser los actuales Colectivos Armados del oficialismo. Si los
Círculos Bolivarianos eran la duplicación de las instituciones de la sociedad
civil, los Colectivos serían la duplicación degenerada del atributo
institucional más importante del Estado
Moderno: El monopolio de la violencia legítima. Duplicación degenerada
acotamos, porque más que falsificación de un ejército regular, los Colectivos
Armados se organizaron según el modelo de las bandas de delincuentes y son
actualmente usados para el crimen organizado.
Lo
anterior, sobradamente conocido por quienes observan la situación venezolana,
aumenta su importancia en la actual coyuntura social que vive el país. En la
Venezuela de la escasez, las colas y el contrabando de comida, los disturbios y
saqueos motivados por la búsqueda de productos de primera necesidad son cada
vez más frecuentes. Ante esta situación, los Colectivos Armados están teniendo
un papel cada vez más protagónico. El Decreto de Emergencia Económica
promulgado por el Presidente Nicolás Maduro, invita a la participación activa
de “organizaciones del Poder Popular” para resolver la coyuntura alimentaria
del país. Todo esto cabe resaltar es de antemano ilegal e inconstitucional, con
fines más represivos que de colaboración en la resolución del drama
alimentario.
La
encuestadora More Consulting registró en junio del 2016 que el 51,4% de los
venezolanos consideran a los Colectivos Armados como entes que apoyan al
gobierno en el acto de reprimir las protestas y saqueos que se dan en el país
debido a la escasez e inflación. Estas organizaciones basadas en el ideal del
romanticismo guerrillero, no tienen una lucha de poder con los militares como
la hacía la guerrilla a la que imitan, sino están actualmente activos para
ayudarlos en su tarea represiva. Se respalda así la violencia del Estado no
sólo por parte de las instituciones legítimas gubernamentales, sino a través de
los grupos informales afines ideológicamente. Si ya la actuación de la Policía
y de la Guardia Nacional Bolivariana es cuestionable en derechos humanos, la
incursión más frecuente de bandas paramilitares en tareas represivas no puede
generar otra cosa que estragos todavía más macabros.
Hannah
Arendt en “Los orígenes del Totalitarismo”, afirma que la existencia de grupos paramilitares como los que existen
actualmente en Venezuela fue un elemento vital para que los totalitarismos del
siglo XX crearan de manera artificial las condiciones de guerra civil mediante
las cuales los futuros autócratas abrieron un camino de chantaje que los llevó
hacia el poder. Todo esto según Arendt bajo el aura mística del líder
carismático, que fusiona su identidad con el de las masas que los siguen, al
haberse abolido previamente las organizaciones sociales que dan identidad
autónoma a los colectivos en sociedad. Una transición de la sociedad de clases
sociales a la sociedad de masas, la cual degenera a su vez en sociedad de bandas criminales.
Sabemos
que en el caso del nazismo sus bandas paramilitares, las Sturmabteilung o
tropas de asalto, una vez que el movimiento conquistó el poder, fueron
reducidas y marginadas del poder frente a los organismos policiales formales
del régimen hitleriano. En cambio en el Fascismo Italiano, nunca dejó de
apoyarse en formaciones paramilitares para conservar el poder, como la Milicia
Voluntaria para la Seguridad Nacional (MVSN) , que cuanto más se acercaba
Mussolini a su fin, se hicieron cada vez más poderosas. Tanto así, que durante
la efímera República de Saló
servían para localizar y ejecutar
partisanos, o como órgano de represión violenta contra la población civil
descontenta contra el Fascismo.
Actualmente
Nicolás Maduro se apoya tanto en el Ejército regular como en los Colectivos
Armados para reprimir las protestas contra su gobierno y los saqueos originados
por la escasez de productos. Si tomamos en serio a Arendt, las fuerzas
paramilitares eran eficaces para desestabilizar a un régimen y así acceder al
poder, siempre que hubiera un líder carismático alrededor. Maduro no tiene el
carisma de su predecesor y las fuerzas irregulares en este momento no combaten
contra el statu quo sino a su favor, como el MVSN en los años finales del
Fascismo Italiano. Si la locura belicista de la élite chavista prospera,
veremos dentro de poco un espectáculo como el de Italia en abril de 1945, que
antes de la llegada de los aliados, se dieron disturbios civiles en Turín,
Génova y Bolinia que degeneraron en linchamientos masivos contra los agentes
del MVSN, mientras estos intentaban disparar de manera fanática desde los
edificios, azoteas o campanarios contra civiles para salvaguardar el régimen
fascista. Cuando dichos agentes caían en manos de la muchedumbre, eran
directamente fusilados como criminales de guerra o sufrían castigos aún más
crueles,
Esta
locura colectiva puede evitarse, si el chavismo acepta que su élite
política sea desplazada del poder por
vías electorales este mismo año (el 70,4% de los venezolanos dice que el
Revocatorio es la válvula de escape que evitará el estallido social). La
sociedad venezolana en el interludio en que el chavismo destruyó todos sus
lazos institucionales para reemplazarla por la autoridad carismática de su
caudillo, generaron nuevas normas de interacción fundamentadas en la violencia:
Linchamientos, saqueos, paros armados, etc. No es difícil que una nación como
Venezuela socializada en más de una década en el uso de la violencia como norma
de interacción social, termine
re-direccionando esa violencia hacia el Estado fallido en que es actualmente el
chavismo. Durante años el gobierno intentó
que el venezolano perdiera su confianza en la validez del voto adquirida
pacientemente a lo largo de los tres cuartos de siglo que van desde la muerte del
Benemérito General Juan Vicente Gómez hasta el final del siglo XX. Ahora
paradójicamente para el oficialismo, su última esperanza es que esa confianza
no se haya perdido, siempre que acepte celebración del Referéndum Revocatorio
para este año. Lo contrario simplemente será el caos.
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