EMILIO NOUEL 13 de agosto de 2016
En
esta semana tuvo lugar un sencillo evento cuya significación, habida cuenta de
los motivos de tal convocatoria y de los contenidos vertidos allí, debe ser
subrayada, incluso por la repercusión que pudiera tener más allá del grupo de
las prestigiosas instituciones de la sociedad civil que acertadamente lo
promovieron.
El
título que encabeza estas líneas alude al propósito de tal acto.
No
hace falta insistir sobre la enorme crisis política, económica y moral que
estamos viviendo como sociedad. Nadie es ajeno a ella. Todos los venezolanos de
los distintos estratos sociales, de las ideologías más diversas, tanto de la
capital como de la provincia, o de cualquier actividad pública o privada, están
sufriendo las consecuencias nefastas de políticas equivocadas, de la
reiteración de errores, de enfrentamientos absurdos y de la falta de corrección
de una visión de las cosas que ha marcado al país durante muchas décadas.
La urgencia
de alcanzar un acuerdo nacional en el que converjan todas las voluntades
conscientes de la necesidad de recuperar la senda de la prosperidad material y
la concordia entre los venezolanos es un hecho innegable.
De
allí que el documento presentado para la consideración de los venezolanos,
elaborado por un conjunto calificado de organizaciones de la sociedad civil,
constituya un aporte que no puede ser soslayado. Ha sido producto de una
profunda reflexión sobre el país y su devenir desde que existimos como nación.
Es el
resultado de un análisis crítico, en el que se reconocen los aciertos y errores
en que hemos incurrido como sociedad. Pero también es una evaluación del
terrible presente a la luz del pensamiento que ha hegemonizado a nuestro
liderazgo histórico.
En tal
sentido, asume los desafíos y tareas impostergables de la hora actual.
Así,
se impone construir y/o restablecer los equilibrios políticos, económicos y
sociales, desde una perspectiva de permanencia en el tiempo. Las causas de la
generación de la pobreza deben ser arrancadas de raíz; por tanto, la creación
de riqueza debe ser estimulada, no destruida, hay que diversificar la economía.
El modelo rentista petrolero debe ser superado. El desarrollo del individuo, de
sus potencialidades y derechos es el centro de toda política que pretenda ser
exitosa en términos sociales. El cuidado de la educación no puede ser dejado de
lado, es tema fundamental. Las instituciones adecuadas y su correcto
funcionamiento son primordiales para el crecimiento y el desarrollo económico
sustentable, respetuoso del ambiente. La inserción inteligente de Venezuela en
el mundo de interdependencia global no puede desatenderse, permanecer al margen
de él es dislate.
Para
ser competitivo y para lograr el progreso de sus ciudadanos, un país precisa de
un Estado de Derecho en plena vigencia, de una seguridad jurídica
incuestionable, de mecanismos democráticos efectivos para procesar las
diferencias políticas, todo en un entorno de paz.
El
Acuerdo Nacional para el progreso y la Paz no pretende ser la última palabra.
Es una propuesta de temas para la discusión, que va más allá de la coyuntura,
pero sin esquivar ésta. Es una concertación incluyente que se persigue para
arribar a consensos sobre todas las materias señaladas. Los que lo suscriben
aspiran a que sea debatido y enriquecido por todos los venezolanos sin
excepción.
La
idea que subyace en él es que otra Venezuela es sólo posible con el concurso de
las diferentes visiones de sus hombres y mujeres. Los que anhelamos un país
moderno, pujante y en libertad, colocado en las grandes corrientes de avanzada
que atraviesan el planeta, vemos en las ideas contenidas en el documento
comentado, una oportunidad ideal para iniciar un vasto intercambio de ideas que
no dudamos será fructífero y provechoso para el porvenir de nuestra Nación.
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