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miércoles, 6 de septiembre de 2017

Cuando el hambre tiene cara de perro por @EfectoCocuyo


Por Javier Antonio Vivas Santana


Siempre hubo denuncias de que durante la llamada cuarta república existían familias que comían “Perrarina”, pero las fotos que supuestamente fueron tomadas en un populoso sector de la capital de la República, allí donde se ubica la principal maternidad del país, imágenes que han dado la vuelta al mundo, y en las cuales se ve cómo dos hombres cortan todos los órganos internos de un perro, para después comer de su carne, confieso que no solo nos impactaron desde el punto de vista mediático, sino que nos coloca en el drama de una sociedad, cuya anomia se queda corta en su semántica para definir la profunda crisis económica y social que vivimos los venezolanos.

Y todo esto ocurre porque tenemos un gobierno que hace tiempo dejó de gobernar para sólo dedicarse al control político sobre la población, es decir, su único interés es crear mecanismos de tutelaje sobre el pueblo que nos obliguen a rendirnos ante ellos por cualquiera de sus prácticas inmorales. Así tenemos que si nuestro hijo necesita un cupo universitario, o si nuestra familia requiere una vivienda, los cuales son derechos constitucionales, pues si usted no tiene lo que el madurismo ha denominado como el “carnet de la patria”, su hijo no podrá estudiar en la universidad, ni jamás su familia podrá acceder a una vivienda de origen estatal. En otras palabras, el gobierno instala toda una estructura paralela de Estado, sobre la cual ha denominado a todos esos programas con el nombre de “misiones”, razón por la cual, quienes terminan siendo beneficiados de semejantes acciones, deben convertirse en “misioneros”, eufemismo de una forzada inscripción partidista, con su respectiva identificación, so pena de ser rechazado para el ejercicio de tales derechos o compensaciones sociales.

Para qué hablar sobre la presión que existe casi a diario sobre los empleados públicos. Es tal la aberración de gerentes, presidentes de organismos, ministros, alcaldes o gobernadores que dicen a vox populi que quienes no estén con Maduro, pues que se vayan, o deben ser despedidos. O sea, allí no existe la inamovilidad laboral, menos que aparezcan funcionarios del ministerio del trabajo, ni mencionar a la “defensoría” del pueblo, o la “fiscalía” del ministerio público con competencia laboral. Todo se mueve conforme sea la doctrina de control político que emana de Miraflores.


Igualmente, el gobierno ha generado toda una perversa suspensión de medios de comunicación, bien sean canales de televisión, emisoras de radio, o bloqueo de páginas electrónicas que según ellos, sean promotores de “odio”. Tales hechos no solo están constreñidos con la desaparición del medio sancionado, sino que sus directivos, comunicadores y trabajadores son amenazados con cárcel, sin importar la moral y la ética del ejercicio político. Verbigracia, si alguien denuncia un asesinato, pero en tal homicidio está vinculado un individuo con altas responsabilidades de Estado, o un dirigente político oficialista, basta que el funcionario de la llamada Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) o mejor aún, la “comisión de la verdad” de la llamada “constituyente”, determinen que se ha generado apología al delito, a través de lo que ellos llaman “terrorismo mediático”, “guerra psicológica”, “desestabilización”, o cualquier remoquete o barbaridad en el plano de la sintaxis y la semántica para actuar ipso factocontra quienes a su vez son considerados “traidores a la patria”.

Entonces, tenemos un gobierno, que además emplea el uso de la fuerza militar y policial para dispersar, e incluso para herir o asesinar manifestantes, (bajo la excusa de que fueron acciones de funcionarios en “hechos aislados”), quienes han salido a las calles para protestar por el alto costo de la vida, el colapso de los servicios públicos, la corrupción administrativa, el tráfico de influencias, la violación de los derechos constitucionales, o porque simplemente solicita la renuncia del presidente de la República.

En ese contexto, quienes tienen el control del poder Ejecutivo, en vez de generar las respuestas que exige la población en el marco de la Constitución y las leyes, lo que este hace es todo lo contrario, o sea, salirse de ese marco, al punto de que la mayoría de los países con más influencia política a escala mundial condena sus prácticas totalitarias.

Además, el último informe de la Organización de Naciones Unidas (ONU) sobre derechos humanos en Venezuela, fustiga y señala cómo se violan de manera sistemática normas básicas de convivencia ciudadana, como el hecho de tener presos políticos, o que civiles sean enjuiciados por tribunales militares, o que lleguemos al extremo de -según cifras emitidas por diversos organismos- en los últimos años hayan emigrado del país, unos dos millones de venezolanos por razones políticas, económicas y sociales, todas estas serían razones más que suficientes para que hace tiempo el actual presidente de la República y su camarilla hubiesen entregado el poder.

Hay que condenar a una dirigencia política que no tiene respuestas para enfrentar la magnitud de una crisis que ha desbordado cualquier racionalidad en términos de políticas públicas, porque éstas murieron en el plano de las instituciones que son las responsables de mantener un mínimo de acciones que mitiguen la pobreza y la miseria. Que mueran niños por desnutrición infantil y quienes vivan lo hagan en condiciones adversas para su desarrollo, que la mayoría de la población adulta haya perdido peso por una subalimentación o mala alimentación, que en las escuelas y liceos el programa de suministro de desayuno, almuerzo y merienda se haya convertido en entelequia, pero que además en los centros hospitalarios o de reclusión, las distintas poblaciones internas no reciban las comidas suficientes en términos calóricos y de cantidades, si tienen la suerte de recibir algo, aunado con tener que enterarnos de noticias, que por cierto no han sido desmentidas, en soldados que cruzan nuestras fronteras para robar comida, han colocado a Venezuela en más que una “africanización”.

En pleno siglo XXI, con los adelantos tecnológicos existentes, y que nuestro país sea uno de los mayores exportadores de crudo, esto debe definirse con un nuevo término que acuñe la degradación moral de una clase política que destruyó todo un Estado y su conformación institucional. Por ello, el madurismo es la “bazofiación” de la sociedad. No hay otro nombre para definir tanta podredumbre y destrucción sobre una nación. Todo, absolutamente todo ha sido envenenado en su concepción humana. Quienes detentan el poder sólo ejecutan la bazofia de la política, la bazofia de la corrupción, porque hicieron de la Constitución y la sociedad una bazofia.

Cuando el hambre tiene cara de perro, ocurren hechos indignantes como el ver a dos seres humanos comiéndose un animalito que tal vez, también murió por hambre o por necesidades veterinarias en el medio de una sociedad descompuesta, que al parecer sólo le queda la sobrevivencia entre tanta barbarie.

Cuando el hambre tiene cara de perro, no me extrañaría que llegue el día en que aquella degradante frase que tanta repulsión puede generar como decir: “anda a comer mierda”, termine siendo realidad ante la necesidad de comer, porque el hambre tiene cara de perro. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.

04-09-17




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